En el fango
La simple visi¨®n, en prensa o televisi¨®n, de un se?or¨®n sentado tras los cristales ahumados de un lujoso sed¨¢n, ante el cual rinden pleites¨ªa funcionarios madrile?os y catalanes suplicantes de sus favores, del montaje de un gran prost¨ªbulo y decenas de casinos en la cat¨®lica Espa?a, produce tristeza o, peor a¨²n, asco. Y no simples favores o d¨¢divas, como si de un benefactor se tratase, sino de un chalaneo en el que a cambio de unas hisp¨¢nicas Las Vegas le otorgamos licencia para cambiar leyes y obtener ventajas fiscales y avales.
Son muchas las razones que justifican la repulsa indignada a las pretensiones del se?or Adelson y al servilismo de los pol¨ªticos, dispuestos a pedir uno y a conceder los otros el relajamiento de leyes que cre¨ªmos consolidadas en un Estado de derecho.
Esas im¨¢genes me remiten al m¨¢s duro expresionismo alem¨¢n de Grosz o Kirchner, o a nuestro m¨¢s ¨ªntimo y no menos quir¨²rgico El Roto. Im¨¢genes que denuncian la podredumbre de un capitalismo en el que caben juntos en la misma calesa o limusina, la mitra y el b¨¢culo, el casco prusiano y el sable, el puro y el sombrero de copa.
Soy arquitecto, algo s¨¦ de urbanismo y mucho sobre la ciudad, y me veo obligado a desmontar una gran trampa. No nos enga?emos. No es un problema de altura de edificios o servidumbres a¨¦reas. Pueden existir torres bellas, desarrollos densos y enclaves singulares que superen las tres plantas y media.
Aqu¨ª y ahora se trata de la creaci¨®n de un espacio basura, usando las palabras de R. Koolhaas, por su contenido y su localizaci¨®n fuera de cualquier modelo metropolitano, carente de la m¨¢s m¨ªnima necesidad social. En definitiva, de un lodazal en el que algunos de nuestros pol¨ªticos mejor vestidos est¨¢n hozando para encontrar alg¨²n tub¨¦rculo medio podrido con que alimentar una ciudad.
Un poco de memoria. ?Cu¨¢ntas operaciones as¨ª, aunque menos corrompidas, han fracasado en Espa?a, desde Terra M¨ªtica, la Ciudad del Quijote, la Warner o los Monegros? Afanados los beneficios por los presuntos promotores, los costos sociales y medioambientales, y muchas de las infraestructuras necesarias, tuvieron que pagarse con dinero p¨²blico por los ciudadanos.
Una recomendaci¨®n. Lean aunque sea solo un cap¨ªtulo de El triunfo de las ciudades de Edward Glaeser: ¡°Como todas las ciudades exitosas de la actualidad, su fuerza reside en el capital humano¡± alimentado por cultura, ciudadan¨ªa y democracia.
Una ¨²ltima palabra de autoridad. Mariano Rajoy afirm¨® en abril que ¡°no es momento de pabellones, autopistas, y aeropuertos¡±. Supongo que tampoco de EuroVegas.
Eduardo Mangada es arquitecto y fue concejal socialista de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid y consejero de Ordenaci¨®n del Territorio, Medio Ambiente y Vivienda.
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