¡°Quiero que se llame Paloma¡±
Una mujer busca a su madre, que la entreg¨® en diciembre de 1956 cuando apenas ten¨ªa unos d¨ªas con una breve nota en la antigua Maternidad de Bilbao
¡°Est¨¢ sin bautizar. Quiero que se llame Paloma. Diciembre de 1956¡±. Esta escueta nota escrita en un trozo de papel cuadriculado es la ¨²nica pista que una mujer tiene para encontrar a su madre. La depositaron junto a ella cuando apenas ten¨ªa unos d¨ªas en la antigua Maternidad de Bilbao, el actual Centro de Salud de Santutxu. Nada sabe de la identidad de qui¨¦n la entreg¨® y, aunque cree que es ¡°muy dif¨ªcil¡±, quiere ahondar en sus or¨ªgenes. Por eso, como "¨²ltimo recurso¡±, public¨® hace unos d¨ªas un peque?o anuncio en un peri¨®dico de ¨¢mbito regional que dec¨ªa: ¡°Busco qui¨¦n pueda informar de la persona que entreg¨® en la Maternidad de Bilbao en diciembre de 1956 a Paloma¡±. ¡°No me quiero morir sin intentarlo¡±, justifica esta mujer, que prefiere ocultar su identidad real.
El destino de Paloma estaba marcado por los estrictos procedimientos de la ¨¦poca, que las religiosas segu¨ªan con todos los beb¨¦s que eran entregados en la Maternidad. La bautizaron al d¨ªa siguiente de llegar en una ¡°peque?a iglesia cercana a la cl¨ªnica¡± y m¨¢s tarde la llevaron al juzgado, donde un magistrado le puso unos ¡°apellidos provisionales¡± que se retirar¨ªan cuando una familia la adoptara.
Ese d¨ªa lleg¨® cuando la ni?a ten¨ªa tres meses, el l¨ªmite m¨ªnimo establecido para poder acoger a uno de los peque?os. Su nueva familia proced¨ªa de una ciudad cercana a Bilbao, donde ella ha vivido desde entonces. A los seis a?os, su madre adoptiva le cont¨® que la biol¨®gica hab¨ªa muerto en el parto.
La mujer ha publicado un anuncio para dar con su progenitora
Aproximadamente dos a?os m¨¢s tarde, su familia empez¨® a hacer algo que hoy le suscita dudas. Su madre y ella se desplazaban hasta la capital vizca¨ªna a ¡°visitar a una monja de la Maternidad¡±, con la que su progenitora manten¨ªa conversaciones privadas que ella no pod¨ªa escuchar. Estas reuniones se prolongaron durante cerca de cuatro a?os. Cada navidad, recib¨ªa tambi¨¦n una postal de felicitaci¨®n firmada por la misma religiosa. No recuerda su nombre. ¡°Nunca las llegu¨¦ a ver de cerca. Mi madre las le¨ªa y guardaba de inmediato¡±, rememora la mujer.
Un d¨ªa, durante una de esas citas, Paloma se qued¨® mirando a los beb¨¦s que dorm¨ªan a la sombra en los mois¨¦s que salpicaban el patio de la Maternidad. La religiosa le coment¨® que a esos ni?os ¡°tambi¨¦n se les hab¨ªa muerto su madre en el parto¡±. Esta afirmaci¨®n qued¨® clavada en su mente y cuando se fue haciendo mayor prendi¨® la sospecha en su cabeza. ?C¨®mo pod¨ªan haber fallecido tantas mujeres en el parto pr¨¢cticamente a la vez? No pod¨ªa ser. Adem¨¢s, la monja, ¡°alta y delgada, de cara agradable¡±, pero de gesto ¡°serio¡±, no ten¨ªa el detalle de felicitar las navidades a todos los ni?os que estuvieron en las mismas circunstancias que Paloma. ¡°Yo cre¨ªa que enviaba postales a todos en esa fecha se?alada, luego he sabido que no¡±.
¡°Solo quiero verle la cara, saber quien es. No me quiero morir sin intentarlo¡±
Como con su madre y su padre nunca pudo hablar del tema, ¡°era tab¨²¡±, admite, Paloma decidi¨® hace diez a?os seguir los mismos pasos que dio de beb¨¦, pero esta vez en busca de respuestas. ¡°Regres¨¦ a la iglesia donde me bautizaron y all¨ª me dijeron que en mi casilla del Libro de Registro figuraba un simple: padres desconocidos¡±, cuenta esta mujer, de 55 a?os. Su siguiente parada fue el juzgado, donde le entregaron una fotocopia de una nota manuscrita que la persona entreg¨® al personal de Maternidad al dejarla all¨ª y un documento de la ¨¦poca que simplemente documenta la entrega. No figura el nombre o alg¨²n dato de la persona que deposit¨® all¨ª al beb¨¦. Ni una sola pista.
¡°Hoy es imposible que alguien deje un beb¨¦ en una instituci¨®n sin identificarse, entonces parece que s¨ª fue as¨ª¡±, se?ala Paloma, que sospecha que naci¨® en un hogar particular. Cuando el alumbramiento se produc¨ªa en cl¨ªnicas u hospitales, donde normalmente constaban registros m¨¢s completos.
Ante la evidencia de que manejaba pocos indicios, Paloma abandon¨® su b¨²squeda. Cuando su madre adoptiva muri¨® hace un a?o y medio pens¨® en retomarla. Busc¨® en casa las postales, alg¨²n papel o documento que arrojaran luz sobre su investigaci¨®n, pero no queda rastro de ellos. Cree que, de existir, sus padres los tiraron.
Un breve anuncio en un peri¨®dico supone ahora su ¨²ltimo cartucho. Comprende que, de seguir viva, su verdadera madre pueda tener reticencias a hacer p¨²blico su pasado, pero le gustar¨ªa mantener al menos un encuentro privado. ¡°Yo solo quiero verle la cara, saber qui¨¦n es¡± porque, tal y como recalca, ¡°la vida ya est¨¢ hecha¡±.
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