Autonom¨ªa, respeto, independencia
L¨¢stima que el cargo de Valedor do Pobo obligue a servir a los ciudadanos y mis principios me impidan decir o hacer nada que contradiga a mi conciencia. Deformaci¨®n profesional, supongo. Tergiversaciones aparte, dije lo que dije, lo pienso y lo mantengo.
El Valedor do Pobo de Galicia no estar¨¢ sujeto a mandato imperativo alguno. No recibir¨¢ instrucciones de ninguna autoridad. Desempe?ar¨¢ sus funciones con autonom¨ªa y seg¨²n su criterio. (Art¨ªculo 6.1 de la Ley 6/1984, de 5 de junio, reguladora del Valedor do Pobo). La instituci¨®n del Valedor do Pobo tiene su voz en el informe anual que presenta al Parlamento y que refleja las quejas de los ciudadanos contra la Administraci¨®n. Debe ser entendido como un an¨¢lisis del malestar social. No est¨¢ sujeto a las instrucciones de ninguna autoridad. Las conclusiones o recomendaciones que el defensor expone responden a una reflexi¨®n personal y meditada de esos mismos datos, al an¨¢lisis cualitativo de esa misma realidad. Por supuesto, tambi¨¦n son independientes. El Parlamento es libre de seguirlas, incluso de ignorarlas. Pero en ning¨²n caso ¡ªpara garantizar la autonom¨ªa de la instituci¨®n¡ª est¨¢n sujetas a fiscalizaci¨®n por parte de los diputados. El Valedor tiene el deber de ce?irse ¨²nicamente a su criterio y al ordenamiento jur¨ªdico.
Si algo he valorado a lo largo de mi carrera profesional ha sido la libertad y la autonom¨ªa que derivaba de mi posici¨®n en la magistratura. La garant¨ªa de gozar de la misma independencia fue un factor decisivo a la hora de aceptar mi nombramiento como Valedor do Pobo. En el ejercicio de mis responsabilidades obr¨¦ en consecuencia. Imagino que, llegado el momento de exponer las conclusiones del informe relativo al a?o 2011, cada uno de los grupos representados en el Parlamento habr¨ªa querido que plegase mi discurso a sus necesidades pol¨ªticas. As¨ª mi intervenci¨®n habr¨ªa servido a sus prop¨®sitos y yo me habr¨ªa ahorrado alg¨²n que otro problema medi¨¢tico. L¨¢stima que el cargo de Valedor do Pobo obligue a servir a los ciudadanos y mis principios me impidan decir o hacer nada que contradiga a mi conciencia. Deformaci¨®n profesional, supongo. Tergiversaciones aparte, dije lo que dije, lo pienso y lo mantengo.
Mientras fui Valedor do Pobo, las reclamaciones de los dependientes fueron una de las principales preocupaciones de la instituci¨®n. En muchos casos, gracias a nuestra gesti¨®n, los solicitantes pudieron acceder a las ayudas que les hab¨ªan sido concedidas. en otros, a pesar de contar con la raz¨®n y con todos los argumentos legales a su favor, la falta de fondos hizo imposible alcanzar la satisfacci¨®n de sus derechos. Esta es una ley bienintencionada y, con toda seguridad, justa, pero de nada sirve conceder derechos a la ciudadan¨ªa si no se respaldan con la capacidad econ¨®mica para satisfacerlos. Una ley que no puede cumplirse es papel mojado. De seguir como hasta ahora, no habr¨¢ m¨¢s salida para los beneficiarios que recurrir a largos procesos judiciales en contra de la Administraci¨®n para el reconocimiento de sus derechos. La ley debe ser pragm¨¢tica, servir a la sociedad desde el realismo, por triste que ¨¦ste pueda ser, y no desde el eslogan y la correcci¨®n pol¨ªtica.
Por mantener esta posici¨®n ¡ªresultado del an¨¢lisis de las quejas presentadas por los ciudadanos¡ª, por decir una verdad indiscutible, que la Ley de Dependencia, en sus t¨¦rminos actuales, no puede cumplirse, los partidos pol¨ªticos me han colocado en el ojo del hurac¨¢n. Enzarzados en una discusi¨®n vac¨ªa y constante e incapaces de asumir la independencia de una instituci¨®n que no sigue sus dictados, prefirieron desviar la atenci¨®n y convertirme en objetivo de sus ataques. La ¨²ltima consecuencia de esta batalla fue la decisi¨®n de la Mesa del Parlamento de admitir a debate la proposici¨®n de mi cese como Valedor do Pobo. ?El motivo? ¡°El notorio incumplimiento de las obligaciones y deberes derivados de su cargo¡±, asumiendo como tal incumplimiento la expresi¨®n de las conclusiones del informe anual relativo al a?o 2011 y la falta de coincidencia entre ¨¦stas y las que habr¨ªan querido los grupos parlamentarios.
Evidentemente rechazo el argumento, pues entre las obligaciones del Valedor do Pobo est¨¢ la de analizar, cuantitativa y cualitativamente, las quejas de los ciudadanos sin recibir instrucciones de ninguna autoridad y sin buscar la coincidencia con ning¨²n partido pol¨ªtico. Y eso es exactamente lo que hice: expresar mis conclusiones, las m¨ªas, las de la instituci¨®n que representaba. Sin embargo, es dif¨ªcil no sentirse decepcionado.
Me he negado a formar parte del juego pol¨ªtico, a entrar en una espiral de descalificaciones, a unirme al desprestigio de las instituciones p¨²blicas. No he estado sujeto a mandato imperativo alguno. No he permitido que ninguna autoridad me diese instrucciones y he desempe?ado mis funciones con autonom¨ªa y seg¨²n mi criterio.
Habl¨¦ claro y no me enmudecieron. Y he sido y estoy siendo atacado por ello. No faltan entre los representantes pol¨ªticos quienes quieren un Valedor do Pobo plegado a sus intereses, maniatado y silencioso, ajeno y vuelto en contra de la sociedad. Nunca he sido esa persona y me niego a empezar a serlo ahora.
Por este motivo, y para no concordar con la Mesa del Parlamento en lo que considero una conculcaci¨®n de las garant¨ªas de autonom¨ªa reflejadas en la ley reguladora de la instituci¨®n que representaba, ayer, 15 de mayo de 2012, he renunciado al cargo de Valedor do Pobo para reincorporarme a mi puesto en el Tribunal Superior de Justicia de Galicia, en donde la autonom¨ªa, el respeto y la independencia son todav¨ªa valores en alza. Y desde el que seguir¨¦ al servicio del pueblo gallego.
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