La plaza
El 15-M ha ampliado los l¨ªmites de la esfera p¨²blica y est¨¢ repolitizando una de las sociedades m¨¢s apol¨ªticas de Europa
Fiel a su mejor estilo, Esperanza Aguirre arremeti¨® contra el 15-M con el argumento de que ocupar las plazas supone privatizar el espacio p¨²blico. M¨¢s all¨¢ de lo c¨®mico que resulta el comentario en boca de esta ferviente defensora de la democracia al servicio de unos pocos, sirva su intervenci¨®n para debatir sobre la naturaleza p¨²blica de los espacios urbanos, a la luz de las movilizaciones que llevan meses expres¨¢ndose en plazas de todo el mundo.
Los espacios p¨²blicos de las ciudades han tendido a ser interpretados como aquellos espacios que son propiedad de la Administraci¨®n p¨²blica, de manera que se deduce que habr¨¢ mejor ciudad cuantas m¨¢s plazas y parques sean gestionadas por el Estado y los Ayuntamientos, garantes sobre el papel del bien com¨²n. Sin embargo, ya hace tiempo que la academia y la pr¨¢ctica urban¨ªstica defienden que una buena ciudad tambi¨¦n la conforman la vivienda de calidad, las buenas escuelas, los buenos comercios e incluso los jardines privados. No es la propiedad p¨²blica la que garantiza la buena ciudad, sino la vocaci¨®n abierta y colectiva de sus espacios p¨²blicos, esto es, su capacidad de garantizar y expandir la igualdad de acceso, la libertad de expresi¨®n y la mezcla de usos e identidades. Y este car¨¢cter colectivo de los espacios urbanos no depende necesariamente de quien posee su propiedad, aunque algunos, como Oriol Bohigas, defiendan que no puede haber ciudad justa sin colectivizar la propiedad del suelo.
Algunos de los ejemplos m¨¢s claros de esta ambig¨¹edad p¨²blico-privada de los espacios urbanos los constituyen los estadios deportivos, los centros comerciales y los mercados. Precisamente, el mercado es hijo de la plaza p¨²blica, como la democracia, aunque ambos se encuentren hoy en flagrante contradicci¨®n. El mercado cl¨¢sico es un espacio al aire libre al que todo el mundo puede entrar en igualdad de condiciones y cuyo desarrollo econ¨®mico depende de que haya una gran circulaci¨®n de gente y de tr¨¢fico. La apertura es condici¨®n necesaria para su productividad econ¨®mica. En cambio, Wall Street, emblema del libre mercado en nuestros d¨ªas, es un espacio cerrado, dirigido por unas pocas ¨¦lites y blindado a cualquier tipo de escrutinio p¨²blico. La transparencia propia del mercado tradicional, que contrasta con la opacidad de los mercados actuales, es una de las reivindicaciones claves del movimiento 15-M.
Pero los espacios abiertos y al aire libre no son los ¨²nicos espacios p¨²blicos determinantes de una buena ciudad. Tambi¨¦n las bibliotecas, las escuelas, los centros culturales y los ambulatorios, encarnaci¨®n de las conquistas sociales, son espacios p¨²blicos en su sentido m¨¢s pleno, porque su universalidad parte de la igualdad de acceso y porque, por el camino, logran igualdad mediante la formaci¨®n y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Recortar o eliminar estos servicios es privatizar el espacio p¨²blico.
Tambi¨¦n lo es dificultar el acceso a la vivienda, derecho fundamental antes que espacio privado. Viviendas inalcanzables, precariedad de la vida econ¨®mica de las familias y desahucios hacen la frontera entre espacio privado y espacios p¨²blicos m¨¢s porosa que nunca. Parad¨®jicamente, para muchas personas hoy la calle es m¨¢s refugio que la casa. Promover la vivienda desde lo p¨²blico, en lugar de dejarla en manos de los bancos, que la consideran una mercanc¨ªa m¨¢s, es proteger el espacio p¨²blico.
La ciudad es mucho m¨¢s que sus edificios, y la apropiaci¨®n ciudadana de calles y plazas revitaliza la democracia a partir de la deliberaci¨®n. El 15-M est¨¢ ampliando los l¨ªmites de la esfera p¨²blica, proponiendo temas y alternativas y, de paso, repolitizando una sociedad tradicionalmente definida como la m¨¢s apol¨ªtica de Europa por el efecto anest¨¦sico de la dictadura y los silencios posteriores. Adem¨¢s, al congregar en plazas a personas de origen, edad y condici¨®n muy diferentes, las manifestaciones de estos d¨ªas fomentan la percepci¨®n de pertenencia a una comunidad m¨¢s amplia, que es el principio b¨¢sico de todo buen espacio p¨²blico urbano. Compartir y reconocerse en la calle quiz¨¢ no crea comunidad pol¨ªtica inmediata, pero refuerza la convivencia entre desconocidos y alimenta la conciencia de formar parte de un espacio com¨²n, de una misma sociedad civil. Nada m¨¢s lejos de una privatizaci¨®n.
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