La mano derecha de Valent¨ªn Paz Andrade
¡°Don Valent¨ªn era un puzzle en el que las piezas encajaban¡±
Una fotograf¨ªa publicada en el Epistolario (Do Castro, 1997) de Valent¨ªn Paz Andrade (Pontevedra, 1899-Vigo, 1987) retrata al autor homenajeado este a?o por la Real Academia Galega y su m¨¢s estrecho colaborador, Francisco Rodr¨ªguez Vidales (Vigo, 1943), en una escena habitual: corrigiendo las pruebas del libro de Paz Andrade, Castelao na luz e na sombra (1982). ¡°A Paqui?o, primeiras amorosas mans que se pousaron neste libro cando o orixinal saiu das do seu autor. Con quente agarimo, Valent¨ªn Paz Andrade¡±, lee Rodr¨ªguez Vidales en la dedicatoria manuscrita de su ejemplar.
Paqui?o es el nombre cari?oso, casi de familia, que lleva acompa?ando a Rodr¨ªguez Vidales toda la vida desde que, con 13 a?os, su padre le encomend¨® a aquel abogado a quien hab¨ªa llevado como chofer en un viaje por Espa?a durante su luna de miel.
¡°Don Valent¨ªn, entr¨¦golle aqu¨ª este rapaz, para que faga del un home¡±. Paz Andrade reservaba para ¨¦l algo m¨¢s que hacer los recados y enseguida lo apunt¨® a clases de taquimecanograf¨ªa en 1957. A los pocos meses de entrar en el despacho de abogados ubicado en el edificio Sanch¨®n de la calle Policarpo Sanz, donde contin¨²a trabajando Francisco 55 a?os despu¨¦s, ahora como consejero adjunto al presidente de Sipsa, editora de la revista Industrias Pesqueras (IP), y secretario del consejo de administraci¨®n de Ibercisa, Paz Andrade fue encarcelado por un art¨ªculo publicado en IP el a?o anterior en el que pon¨ªa en cuesti¨®n al Comandante Militar de Marina.
¡°Cre¨ªa que este pa¨ªs ten¨ªa unas potencialidades extraordinarias¡±
Durante los 30 d¨ªas de arresto, Francisco acudi¨® a diario a la c¨¢rcel, con un ir y venir de papeles. ¡°Traslad¨® all¨ª el despacho. De cualquier situaci¨®n resaltaba la parte buena y se aferraba a ella. Jam¨¢s fue un resentido. Es posible que en su fuero interno sufriese decepciones porque en aquella ¨¦poca te pon¨ªan freno en las cuatro ruedas¡±. En la primera vez que Rodr¨ªguez Vidales se refiere en p¨²blico a Paz Andrade, destaca de su jefe, ¡°un segundo padre¡±, su enorme capacidad de trabajo y una entereza infranqueable. ¡°Era un hombre poli¨¦drico y atend¨ªa todas sus inquietudes con la misma pasi¨®n. De entre todas sus facetas, abogado, periodista, pol¨ªtico, escritor y empresario, Rodr¨ªguez Vidales cree que el oficio de periodista era el m¨¢s querido para ¨¦l.
Art¨ªculos, poemas, ensayos, estatutos de sociedades o demandas. Cualquier asunto que abordase Paz Andrade era convertido en un escrito por su ayudante. Esa din¨¢mica laboral estuvo enmarcada en un entorno frecuentado por empresarios influyentes, como Mass¨®, Curbera, Alfageme, Freire, Bandeira y ?lvarez, y amigos como Seoane, Isaac D¨ªaz Pardo, Cunqueiro, Celso Emilio, Otero Pedrayo, Osorio Tafall, Urbano Lugr¨ªs, Laxeiro, Colmeiro y Arturo Souto.
¡°Aquel despacho era un semillero y fui consciente muy pronto de que aquel ambiente era excepcional¡±. Francisco evoca a Virginia Pereira, viuda de Castelao, y las estancias de Eduardo Blanco Amor en la casa de Paz Andrade. En una ocasi¨®n, Paz Andrade le pidi¨® que pasase a m¨¢quina un original del autor de A Esmorga: ¡°Hay que echarle una mano a Blanco Amor¡±, me dijo. El texto en cuesti¨®n era Xente ao lonxe y, cuando se public¨® en 1972, el escritor le envi¨® uno de los primeros ejemplares, dedicado de su pu?o y letra ¡°ao noso Paqui?o, do seu bon amigo¡±.
¡°Todo lo que ide¨® fue porque cre¨ªa que el pa¨ªs ten¨ªa unas potencialidades extraordinarias. Don Valent¨ªn era un puzzle en el que todas las piezas encajaban. Poco antes de morirse, quiso que su hijo Alfonso y yo busc¨¢semos una bandera de Galicia, por si despu¨¦s nos dispers¨¢bamos y no la encontr¨¢bamos. Ese gesto de querer irse envuelto en la bandera le define¡±. Ayer, 19 de mayo, se cumplieron 25 a?os de la muerte, en Vigo, de Valent¨ªn Paz Andrade.
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