El hombre que naci¨® 4.000 a?os tarde
Una avalancha de tierra deja a la luz una roca grabada con esv¨¢sticas en Mar¨ªn y los vecinos no dudan en atribu¨ªrsela a Pepito Meij¨®n, el ¨²ltimo ¡°petroglifero¡±
Los ni?os escapaban a su paso. Tambi¨¦n las mujeres, y bastantes hombres. Era el hombre del saco. Una escultura de brazo fuerte, mate, gris, berroque?a, que se internaba en el monte, o se perd¨ªa en las rocas de la playa, buscando siempre las de m¨¢s all¨¢. Y desaparec¨ªa d¨ªas, a veces bajo un puente o tras el muro del camposanto. Lo ¨²nico que quer¨ªa Pepito Meij¨®n era piedra. Piedra para picar, porque solo escribiendo y dibujando en ella con la maceta y el puntero que llevaba siempre en el petate se comunicaba con el mundo. De vuelta a casa, tra¨ªa en el pelo algo m¨¢s de cuarzo, de feldespato y de mica que, por supuesto, no se sacud¨ªa. Igual que tampoco probaba a cambiar de pantal¨®n.
Hubo quien quiso datar el momento hist¨®rico del primer remiendo, pero se aturull¨® con el aluvi¨®n de sedimentos y capas. El marinense llevaba parche sobre parche. Primero, de tela. Despu¨¦s, de papel y cart¨®n. Y todo cosido con cuerda y alambre. Mejor con alambre. Que aguantaba m¨¢s el roce con la piedra, cuando se acostaba a tallar en lugares estrechos, sin aire apenas, boca arriba. Aunque el agua del mar, en las rocas, terminaba oxid¨¢ndole los pespuntes.
Pepito Meij¨®n (1899-1980) no hablaba con nadie y muri¨® sin explicarse. Cuentan que hubo un tiempo que asaltaba a las chicas, agazapado bajo uno de sus m¨¢s importantes lienzos, el puente de la r¨²a Calzada, cercano a su casa. Pero otro vecino ilustre, Luis Almaz¨¢n, asegura en un poema colosal que en una ocasi¨®n el propio Meij¨®n dijo que ¡°las piedras le hab¨ªan gastado el falo¡±. Lleg¨® un momento en que el cincel fue su ¨²nico sexo, ya no hab¨ªa m¨¢s apetencias. Y las saci¨® en todas partes. Como un grafitero, pero siendo, como le han dicho, ¡°petroglifero¡±.
Hace pocos d¨ªas, un corrimiento de tierras sobre el arroyo Xesteiras dej¨® a la luz una enorme roca tallada con cruces gamadas. Los vecinos no dudan de que son obra de Pepito Meij¨®n, que entre sus infinitos elementos c¨®smicos, sus animales, sus mensajes religiosos, apocal¨ªpticos, megal¨ªticos, repet¨ªa muchas veces las esv¨¢sticas (s¨ªmbolo primitivo y universal, antes que nazi), y las referencias a Franco y la Falange, no se sabe por qu¨¦, porque opinar, de palabra, no opinaba.
Llevaba la ropa remendada con papel y cart¨®n, cosida con alambre y cuerda
Lo que cuesta imaginar es c¨®mo la mole de granito ahora descubierta qued¨® oculta despu¨¦s por la tierra, las piedras y hasta los ¨¢rboles, que se vinieron abajo en aluvi¨®n para ampliar la colecci¨®n de petroglifos del siglo XX que ya cubre el musgo por todo Mar¨ªn. Por el Mar¨ªn que contin¨²a y por el que ya se perdi¨®. Como su casa, situada junto al almac¨¦n de materiales de construcci¨®n que ten¨ªa su familia y en el que ayudaba repartiendo cemento. La vivienda estaba toda tallada. Y en el patio, seg¨²n recordaba el pintor Manuel Soto, hab¨ªa ¡°un palomar de palomas esculpidas¡± y un cruceiro con un Cristo con boina. ¡°Si no la hubieran demolido, hoy ser¨ªa un museo¡±, aventura Laureano May¨¢n, autor de varios libros sobre la historia local.
Lo llamaban loco, pero 32 a?os despu¨¦s de su muerte, en Mar¨ªn a¨²n surgen admiradores de Jos¨¦ Meij¨®n Area que se encienden en el debate, que piden respeto para el artista incomprendido y misterioso, que reivindican su esp¨ªritu y aseguran que no era un demente, sino un hombre que vino al mundo, por error, 4.000 a?os despu¨¦s de lo debido. ¡°No era loco. Solo de naturaleza olvidado [...] Tiempo atr¨¢s ser¨ªa un cerebro perfecto¡±, dec¨ªa Almaz¨¢n. Seg¨²n ¨¦l, el escultor ¡°se sent¨ªa¡± heredero del autor del Laberinto de Mogor, el m¨¢s c¨¦lebre de los petroglifos milenarios de Mar¨ªn, y estaba insatisfecho con la obra maestra de su tatarabuelo.
¡°No se sabe en qu¨¦ momento cambi¨®, qu¨¦ acontecimiento trastoc¨® su vida. No hay respuesta. Ni se sabe si estaba loco¡±, comenta May¨¢n, que lo conoci¨® siendo ni?o y, como los dem¨¢s, hu¨ªa despavorido al verlo venir. ¡°Meij¨®n solo hablaba con las piedras. Y tampoco queda nadie de su familia para darnos una explicaci¨®n. No tuvo descendencia. Sus padres, sus hermanas y ¨¦l mismo est¨¢n todos enterrados en el cementerio¡± que se empecin¨® en labrar durante a?os.
En su poema al escultor neorrupestre, Almaz¨¢n fecha el cataclismo de su mente cuando le lleg¨® la ¡°hora de ir matar mouros¡±. Tambi¨¦n dice que ten¨ªa dos enemigos: ¡°Los ojos de los santos y la electricidad¡±. Hay un blog con su nombre que tiene mucha actividad. Ah¨ª se afirma que las suyas eran ¡°un lujo de capacidades cognitivas que muchos quisi¨¦ramos tener¡±.
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