Primavera
"Y lo m¨¢s sorprendente de todo, se hizo amiga de la persona a la que probablemente m¨¢s hizo sufrir: la hija de Aldo Moro"
Lo que ocurre en la cabeza de un tipo que se escuda detr¨¢s de un ideal para apretar el gatillo no es un asunto f¨¢cil de tratar. Les hemos visto cuando se sientan en el banquillo de los acusados, parapetados tras el cristal blindado: fr¨ªos, desafiantes, calculadores, dando la espalda a la c¨¢mara¡ Sin embargo, uno de ellos, al menos uno, por un instante, quiz¨¢ ha estado a punto de no hacerlo.
Adriana Faranda ten¨ªa 28 a?os el d¨ªa que las Brigadas Rojas le encomendaron que comprara unos cuantos uniformes de Alitalia para disfrazar a los miembros del comando encargado de secuestrar a Aldo Moro. Un d¨ªa mientras vigilaba el domicilio de la v¨ªctima se dio cuenta que uno de los dos polic¨ªas apostados en la puerta se?alaba con el dedo una bandada de golondrinas que en aquel momento cruzaba el cielo. El aire empezaba a oler ya a primavera. Y entonces pens¨® que quiz¨¢ aquellos dos j¨®venes escoltas se la iban a perder. La primavera. La hermosa primavera de Roma con sus caf¨¦s al aire libre y sus plazas abiertas. Hay momentos as¨ª. Que pasan volando.
Faranda ven¨ªa de una familia acomodada, cat¨®lica, de origen siciliano. Ten¨ªa una hija de apenas cinco a?os a la que hab¨ªa dejado a cargo de los abuelos para dedicarse por entero a la lucha armada marxista-proletaria o algo as¨ª.
Faranda ven¨ªa de una familia acomodada, cat¨®lica, de origen siciliano
El 9 de mayo de 1978 los cinco carabinieri que acompa?aban al l¨ªder de la Democracia Cristiana fueron cosidos a balazos y Aldo Moro cay¨® en manos de una de las bandas terroristas m¨¢s enloquecidas de la Historia. El secuestro dur¨® 55 d¨ªas que tuvieron en vilo a toda Italia y buena parte de Europa. Antes del asesinato el comando lo someti¨® a votaci¨®n. Ella vot¨® en contra de la ejecuci¨®n, pero perdi¨®. Fue entonces cuando volvi¨® a pensar en las golondrinas. Demasiado tarde.
Fue detenida y condenada a cadena perpetua. Cumpli¨® entre rejas m¨¢s de diecis¨¦is a?os con todas sus primaveras. En la c¨¢rcel rompi¨® con la secta y aprendi¨® a convivir con su pasado de una manera extra?a y peculiar. No quiso denunciar a sus compa?eros, pero se declar¨® contraria a la violencia y profundamente arrepentida, por lo que tuvo que aguantar a pulso las presiones del sector duro. En Italia se les llam¨® disociados para diferenciarlos de los arrepentidos de la mafia. Cuando sali¨®, con 59 tacos, dedic¨® su vida a intentar reparar los da?os causados. Vendi¨® todas sus propiedades y entreg¨® el importe ¨ªntegro a C¨¢ritas para que lo distribuyera entre las v¨ªctimas, sin querer saber qui¨¦n recib¨ªa el dinero. Y lo m¨¢s sorprendente de todo, se hizo amiga de la persona a la que probablemente m¨¢s hizo sufrir: la hija de Aldo Moro. As¨ª de extra?a es a veces la vida.
Ahora acaba de participar en el Congreso sobre Memoria y Convivencia organizado por el Gobierno vasco con motivo de la reinserci¨®n de los presos de ETA para tratar temas como el da?o, la culpa, el perd¨®n o los dilemas morales. Y las golondrinas, claro. Asuntos peliagudos, ciertamente.
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