Esclavitud
Ha dado la vuelta al mundo la noticia de que una joven alemana ha vivido en una localidad bosnia, durante ocho a?os, en condiciones de aut¨¦ntica esclavitud, obligada a dormir en un cobertizo, a comer y trabajar como un animal (maltratado), incluso a golpe de l¨¢tigo. Que en un lugar habitado, no en un paraje remoto alejado de la civilizaci¨®n, en el centro mismo de Europa, puedan suceder cosas as¨ª y durante tanto tiempo resulta incre¨ªble y, en cualquier caso, invita a reflexionar sobre lo que no vemos, aunque est¨¦ sucediendo a nuestro alrededor, al alcance de nuestro ojos; y sobre las tr¨¢gicas realidades que, en el seno de nuestras sociedades, van cubri¨¦ndose, encerr¨¢ndose, como en un juego de mu?ecas rusas, por debajo de las coloridas apariencias.
Cuando pienso en realidades cercanas y encubiertas y en trato inhumano, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de la prostituci¨®n, t¨¦rmino y pr¨¢ctica que acepto que puedan englobar hoy fen¨®menos distintos, pero entre los que desde luego hay que incluir la trata de mujeres o, lo que es lo mismo, una aut¨¦ntica esclavitud. Como muy bien describe, por ejemplo, la escritora finlandesa Sofi Oksanen en su novela Purga, cuya versi¨®n teatral produce en estos momentos en Euskadi la compa?¨ªa Vaiv¨¦n.
Bajo apariencias m¨¢s o menos inofensivas como anuncios de contactos ¡ªaunque ?se puede considerar realmente inocua, sin consecuencias sociales la representaci¨®n de lo humano que esa publicidad exhibe abiertamente y al alcance de un p¨²blico de todas las edades?¡ª o clubs de nombres l¨ªricos, se esconde una realidad muy poco rom¨¢ntica, que en ocasiones es adem¨¢s atroz. E incluso peor, como de repente, cualquier d¨ªa, revelan las noticias. Convivimos en nuestras sociedades con formas actualizadas de esclavitud. Conviven nuestras sociedades con mujeres esclavizadas, tan cerca de ellas como los vecinos de ese pueblo conviv¨ªan con esa joven alemana que ahora conoce todo el mundo.
Hay quienes defienden la prostituci¨®n en nombre de la libertad. No comparto ese punto de vista. Me hago una idea muy distinta de lo que la libertad significa y permite y no la circunscribo, desde luego, a acumular ¡°pases¡± sin cesar, recluida en un cuarto ¡ª?cu¨¢ntas de las capacidades, anhelos, intuiciones, decisiones de lo humano encuentran expresi¨®n plena en esa actividad?¡ª Y tampoco interpreto as¨ª ninguna las acepciones de la palabra ¨¦xito, aplicada a la larga causa de la liberaci¨®n y la igualdad de las mujeres. Asumo que no es la posici¨®n mayoritaria en este asunto, pero soy abolicionista. Considero que la prostituci¨®n debe ser abolida como lo fue la esclavitud y por las mismas razones. Por una cuesti¨®n de dignidad fundamental de las personas, y de dignificaci¨®n as¨ª de las sociedades. Y que, en cualquier caso, la importancia del asunto merece un debate integral, capaz de revelar, capa a capa, las realidades inhumanas con las que convivimos. Las esclavitudes que podemos llevar por dentro.
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