Una grieta m¨¢s
A la pol¨ªtica la desprestigian los intereses privados, cuando los partidos confunden el inter¨¦s p¨²blico y el inter¨¦s privado
Una grieta m¨¢s, m¨ªnima, casi invisible, me avisa del grado de quiebra de la pol¨ªtica vigente: en Los Barrios, municipio de poco m¨¢s de 20.000 habitantes, en el Campo de Gibraltar, los concejales y los especialistas que trabajan para el Ayuntamiento, polic¨ªas incluidos, piensan en volver a sus viejos oficios o en buscar uno nuevo, porque desde febrero no cobran. No hay fondos. Que desaparezca el Ayuntamiento por inanici¨®n es dif¨ªcil, as¨ª que cabe imaginar que los Ayuntamientos futuros est¨¦n regidos por funcionarios de carrera, t¨¦cnicos presididos por un alcalde elegido entre los ricos del lugar, alg¨²n privilegiado que no necesite compensaci¨®n econ¨®mica por participar democr¨¢ticamente en la administraci¨®n del municipio.
El caso de Los Barrios es un s¨ªntoma m¨¢s de descomposici¨®n pol¨ªtica. Y lo peor es que parece venir a satisfacer los deseos expresados consciente o inconscientemente por muchos estos ¨²ltimos a?os, cuando la pol¨ªtica se identificaba con la corrupci¨®n: pol¨ªticos fuera, que se pongan a trabajar. No caduca nunca la ilusi¨®n de un Estado tecnocr¨¢tico, de expertos sin ideas ni intereses propios, si es que existe ese tipo de monstruo ac¨¦falo y sin alma. El invento no es nuevo aqu¨ª. Consiste m¨¢s o menos en lo que defend¨ªa el franquismo: un Estado sin pol¨ªticos, sin pol¨ªtica, sin partidos, es decir, un Estado de pol¨ªtica ¨²nica y partido ¨²nico, en el que los disconformes no existen o est¨¢n fuera de la ley. Poco a poco, progresamos hacia el pasado.
En Andaluc¨ªa no se acaba esa sensaci¨®n de corrupci¨®n normalizada, ese descontento indiscriminado, escandaloso o mudo, entre el populismo y el apoliticismo. La corrupci¨®n se ha democratizado mucho, al alcance de todos los que han tenido posibilidad de practicarla, sistema de gobierno en municipios tomados por la polic¨ªa. A la pol¨ªtica la desprestigian los intereses privados, cuando los partidos confunden el inter¨¦s p¨²blico y el inter¨¦s privado, es decir, los intereses partidistas con el inter¨¦s del pa¨ªs. Los gobernantes de la Junta investigados por los jueces y la Guardia Civil a prop¨®sito de los ERE niegan cualquier responsabilidad en el asunto. Pero en Andaluc¨ªa se ha recurrido a normas de dise?o para disponer sin control de los fondos p¨²blicos, y la solemnidad institucional con que se niega lo evidente demuestra, adem¨¢s de poca seriedad, poco respeto a los ciudadanos. Lo recuerdo porque es una aportaci¨®n fundamental al desprestigio de la pol¨ªtica. Los partidos deber¨ªan cambiar: hacerse responsables, simplemente.
Durante la d¨¦cada pasada, los mejores tiempos de la historia espa?ola en su busca imposible del Estado social y democr¨¢tico de Derecho que establece la Constituci¨®n, coincidieron con la propaganda masiva en contra de lo p¨²blico. Tuvo ¨¦xito la idea de que lo privado es siempre mejor que lo p¨²blico, noci¨®n difundida a trav¨¦s de dos l¨ªneas complementarias: desde la derecha se propugnaba abiertamente la privatizaci¨®n de la salud, de la sanidad, de las carreteras, del agua; desde la izquierda, aqu¨ª en Andaluc¨ªa, el disfrute ciudadano de derechos fundamentales se presentaba como una obra de caridad de la Administraci¨®n paternalista. Los ricos van a m¨¦dicos y colegios privados, conven¨ªan derecha e izquierda, unidas en el desguace de un sistema fiscal que garantizara el reparto equitativo de bienestar y oportunidades.
Ahora llega el episodio de Los Barrios. ?Ha empezado la expulsi¨®n de los Ayuntamientos, y de la pol¨ªtica democr¨¢tica en general, de todo ciudadano que necesite un sueldo para vivir? Puede ser el siguiente paso: que nos gobiernen comisarios, funcionarios de carrera supuestamente apol¨ªticos y millonarios supuestamente apol¨ªticos, del tipo Berlusconi y su movimiento pol¨ªtico supuestamente sin pol¨ªticos, o del tipo alcalde Gil, de Marbella, magnates futbol¨ªsticos. Ha llegado el momento de plantear la privatizaci¨®n de los Ayuntamientos, la privatizaci¨®n del Estado.
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