Pigmali¨®n en el aula

Hay comedias sobre la educaci¨®n, como Los chicos de historia, y comedias ambientadas en el universo docente. Eduardo Gal¨¢n, que fue profesor de lengua y literatura antes que autor (y antes que subdirector general de teatro durante el primer gobierno de Aznar), se ha inspirado en su experiencia en las aulas para trenzar los hilos de una historia sentimental protagonizada por Ortiz, profesor al borde de la jubilaci¨®n anticipada, y Lola, joven madre de un alumno con problemas conductuales, del que ¨¦l es tutor.

A trav¨¦s del roce de estos dos caracteres antag¨®nicos (el hombre maduro reflexivo, cultivado y paciente; la joven primaria, impulsiva y apremiada por las circunstancias) que van model¨¢ndose el uno al otro, aunque sea Ort¨ªz qui¨¦n parezca el Pigmali¨®n de Lola, Gal¨¢n nos transmite una visi¨®n amable y risue?a de la vida, rematada por un final feliz previsible. La comedia, bien escrita y planteada, arrancar¨ªa mejor sin ese pr¨®logo l¨ªrico en el que el profe nos pone innecesariamente en antecedentes y rememora lo sucedido entre ¨¦l y Lola, es decir, lo que veremos a continuaci¨®n.

Historia de 2 mantiene el inter¨¦s a base de golpes de humor verbal (terreno donde su autor se mueve a placer) certeramente propinados por ambos int¨¦rpretes. Jes¨²s Bonilla y Ana Ruiz modelan con talento c¨®mico los perfiles de dos personajes-clich¨¦: est¨¢n sembrados, y alg¨²n m¨¦rito tendr¨¢ en ello Gabriel Olivares, responsable, junto a Bonilla, de la puesta en escena. Quiz¨¢ Gal¨¢n no haya pretendido m¨¢s que hacernos pasar un rato entretenido, pero podr¨ªa haberlo conseguido tambi¨¦n sorteando con mayor pericia ciertos lugares comunes; a?adiendo, como los buenos b¨¢rmanes, algunas gotas de acidez para neutralizar el exceso de ternurismo; tensando un poquito m¨¢s el cable dram¨¢tico que atraviesa la comedia de parte a parte, y mostrando el proceder de sus personajes desde una ¨®ptica cr¨ªtica: poco importar¨ªa que resulte incre¨ªble que Ortiz asuma la culpa del robo del examen cometido por su alumno si el autor dejara a un lado la empat¨ªa que siente por ¨¦l y lo mostrara en ese momento como un verdadero iluso.