El reloj que predice el tiempo
Los vecinos de Doncos dan cuerda a diario a una m¨¢quina que alerta de la lluvia
Sobre esto de los relojes mec¨¢nicos se dan verdaderas lecciones magistrales por Internet, y surgen debates, ciertamente ¨¢speros, de presumibles expertos que no llegan a las manos porque a lo mejor uno est¨¢ en B¨¦lgica y el otro en un pueblo de la Alcarria. En este vaiv¨¦n de opiniones cruzadas que a veces colisionan por el ciberespacio, alguien llam¨® un d¨ªa la atenci¨®n sobre un aparato que late en el pueblo de lucense de Doncos sin dar grandes muestras de decaimiento desde hace 108 a?os. Y sin comerlo ni beberlo, el que lo hizo encendi¨® la chispa de otro fuego cruzado. Esta vez protagonizado por entendidos de Argentina y del Reino Unido que se llevaban las manos a la cabeza porque lo que ve¨ªan contradec¨ªa su norma de fe. El desconcierto, entre las precisas mentes, surgi¨® cuando trascendi¨® que el reloj de esta localidad de As Nogais era de cuerdas y no de pesas, algo impensable en las m¨¢quinas que, como ¨¦l, marcan el tiempo desde la torre de una iglesia.
El reloj de Doncos es singular por bastantes cosas, como la circunstancia de ser uno de los ¨²ltimos que sobreviven sin motor en Galicia gracias a unos vecinos que se organizan para darle cuerda a diario; la de que predice los fen¨®menos meteorol¨®gicos mucho mejor que Pem¨¢n sin necesidad de tirar del refranero; o la de que est¨¢ cinco minutos adelantado para que nadie pierda el bus de l¨ªnea Ponferrada-Lugo. Tambi¨¦n por el hecho de estar donde no ten¨ªa que estar.
Si Jos¨¦ de Pereira do Val levantase la cabeza, explicar¨ªa a los sabios extranjeros c¨®mo adapt¨® al templo cat¨®lico aquel artilugio pensado para otro lugar. El carpintero m¨¢s h¨¢bil que recuerdan Os Ancares ha pasado a la historia como un artista capaz de remediar cualquier entuerto t¨¦cnico. No solo hizo virguer¨ªas en el bar, y en la casa de los duques de Alba, uno de los varios pazos de los que presume el pueblo, tambi¨¦n baj¨® las turbinas de la central de Horta para que llegase la luz el¨¦ctrica a la comarca de Becerre¨¢ y resolvi¨® el problema del reloj, que hab¨ªa sido fabricado para tocar las horas sobre una base que se levantar¨ªa en el barrio de O Penedo, el m¨¢s alto de los nueve que componen Doncos.
Una decisi¨®n tard¨ªa confin¨® la maquinaria en la torre que le creci¨® a principios del siglo XX a la iglesia de Santiago, una parroquia construida en 1610 que qued¨® bastante perjudicada tras el saqueo de los franceses. Tras de la historia del reloj hay otra de amor. Clemente, de la casa de Paulo, march¨® a hacer la mili a Cartagena y la hija del capit¨¢n se fij¨® en el gallego. Naci¨® ah¨ª una pasi¨®n duradera y, cuando ¨¦l muri¨®, la viuda quiso que el pueblo de su amado lo recordase para siempre. El plan no le sali¨® del todo bien, porque un siglo despu¨¦s en Doncos la recuerdan m¨¢s a ella que al finado, del que no todos saben decir el nombre de pila.
Un d¨ªa que haga calor van a limpiar los engranajes de grasa de cocina
El de ella s¨ª. Carmen de Cartagena fue la magn¨¢nima se?ora que ofreci¨® al pueblo un regalo. Deb¨ªan escoger entre una tra¨ªda de aguas o un reloj que se oyese m¨¢s all¨¢ del valle. Tras una consulta popular, los vecinos decidieron que pod¨ªan vivir unos a?os m¨¢s (tanto que aguantaron hasta los ochenta sin la instalaci¨®n completa) sin agua del grifo porque en Doncos las cuatro fuentes eran m¨¢s que cumplidoras, el l¨ªquido pod¨ªa transportarse en cubos, y en Os Ancares toparse con un cuarto de ba?o era m¨¢s dif¨ªcil que avistar un ovni.
Estaba claro que la opci¨®n B fardaba m¨¢s, y sali¨® elegido el reloj, signo de lujo y distinci¨®n donde los hubiese en aquella ¨¦poca, incluso si era de bolsillo. As¨ª que la cartagenera le encarg¨® la pieza (con maquinaria interior, esfera y campana superior de 800 kilos) al madrile?o Canseco, c¨¦lebre relojero del Paseo de las Delicias, y en 1904 Doncos recibi¨® el obsequio. Por eso del marcar ¡ªm¨¢s all¨¢ de las horas¡ª estilo, acordaron al final instalarlo en la iglesia y mirando a la carretera, de espaldas al pueblo, para que lo viesen los de fuera al pasar.
Desde entonces, el reloj cronometra las vidas que empiezan y acaban, Doncos vive al un¨ªsono (con cinco minutos de adelanto) y en la comarca se sabe si va a hacer fr¨ªo o calor, a llover o salir el sol porque la intensidad del son var¨ªa, seg¨²n se viva al norte o al sur, dependiendo de hacia d¨®nde sople el viento. Aqu¨ª todos tienen el o¨ªdo entrenado desde el vientre materno.
Los vecinos van apa?¨¢ndoselas para hacer el mantenimiento y darle cuerda a diario. ?ltimamente le toca siempre a Eduardo P¨¦rez, un jubilado con juventud y ¨¢nimo bastantes para acometer los 190 pelda?os que separan el artilugio del suelo. La asociaci¨®n de vecinos habla de organizar turnos para darle alivio y planea para este verano aprovechar un d¨ªa de mucho calor, si es que llega, para derretir y limpiar el exceso de grasa de cocina con la que se lubricaron hace tiempo los engranajes. El atrac¨®n de ali?o es el culpable de que haya que subir todos los d¨ªas. Si el mecanismo estuviese limpio, con dar cuerda cada 48 horas bastar¨ªa. Hay un relojero de Madrid inmigrante en As Nogais que los asesora. En esta operaci¨®n y en la otra de hacer una modificaci¨®n para que el reloj pierda la costumbre que tiene de dar las horas dos veces. A lo que se niegan es a ponerle un motor el¨¦ctrico. Eso no es humano.
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