Trazos de m¨²sica plenos
Juan Alberto Arteche, pionero 'folk' y alma de Nuestro Peque?o Mundo, cambia guitarra por pincel
M¨²sica. Silencio. Reflexi¨®n. Pintura. Esta es la secuencia creativa recorrida hasta ahora por Juan Alberto Arteche, patriarca de la m¨²sica folk en Espa?a. Hoy consagra su impulso creador a expresar con pinceles lo que durante dos d¨¦cadas cant¨® junto a las m¨¢s c¨¢lidas voces y a los cordajes de las mejores guitarras. Alto, desgarbado, de mirada lontanante y aspecto de forastero comprometido con los afanes de aqu¨ª, dicen sus amigos que si escaneara su memoria visual surgir¨ªa el mejor relato gr¨¢fico de la historia musical madrile?a del ¨²ltimo tercio del siglo XX. Es padre de dos hijas.
Su exposici¨®n pict¨®rica M¨²sica al carb¨®n, reci¨¦n exhibida y concluida en el caf¨¦ Tambor de Andr¨¦s Mellado, itinera con una veintena de obras de t¨¦cnica claroscura: se trata de una galer¨ªa de retratos donde con mano maestra recrea a los grandes maestros del siglo XX, desde Django Reinhardt y Woody Guthrie a Eddie Cochran o John Coltrane, en ambientes de jazz o atm¨®sferas de folk. En sus siluetas late ese temblor hondo que solo conocen quienes han sentido discurrir bajo la piel el torrente creador de la m¨²sica.
Arteche vive desde tiempo atr¨¢s y como un le?ador en una casita abarrancada a los pies de la sierra de la Mujer Muerta, frontera segoviana con la provincia de Madrid. All¨ª sus horas discurren entre el tacto sedoso de los pinceles, el aroma de la esencia trementina y los destellos que surgen de su excelsa colecci¨®n de instrumentos musicales, de cuerda y percusi¨®n: proceden de latitudes como Mal¨ª, Brasil, los montes Apalaches o la India, de donde se trajo un sitar que exhibe su misterioso clavijero entre las irisaciones de n¨¢car que esmaltan su m¨¢stil. Tal conjunto de ¡°m¨¢quinas de musicar¡± parece sugerir a Juan Alberto Arteche la melod¨ªa que perfila las siluetas de algunas de sus figuras retratadas, como un espl¨¦ndido cuadro al carb¨®n que preside su estudio, donde Jack Keruac y Boris Vian gozan del jazz en una gruta del Par¨ªs de la posguerra.
Juan Alberto Arteche naci¨® en Palma de Mallorca en 1947. De ni?o vino a Madrid, habit¨® en la calle del Doctor Esquerdo y estudi¨® con los curas de la Sagrada Familia del barrio de Ibiza. Su bisabuelo Bartolom¨¦, su abuelo Alberto y su t¨ªo-abuelo Mauro, dedicaron sus vidas a la pintura; el primero, como artista nacional laureado; el abuelo, como copista del Prado y Mauro, afincado en Venezuela, retratista ¨¢ulico de presidentes y personalidades. Con tal legado, un potente foco iluminaba ya tempranamente los anhelos creadores de Juan Alberto.
Voces y guitarras
Pero las cosas discurrir¨ªan en principio por otra senda art¨ªstica. En su adolescencia madrile?a, un vecino alem¨¢n de Arteche, Peter, le adentr¨® en el universo musical gracias a su rica cultura y a su discograf¨ªa, jazz incluido, todo lo cual hizo germinar en ¨¦l la idea de dedicar su mejor empe?o a la m¨²sica.
Arquitecto en ciernes, decidi¨® ¡°esquivar las agresiones contra el paisaje¡± en las que suelen incurrir muchos alarifes, confiesa, para consagrarse en alma y cuerpo a recolectar, cantar y a componer canciones que invocaban a la solidaridad y la Naturaleza. Fue el creador de Nuestro Peque?o Mundo, el pionero de los grupos de folk surgidos en Espa?a a caballo de las d¨¦cadas de 1960 y 1970. Primero con ocho miembros, siete luego y diez despu¨¦s, el grupo se singulariz¨® por una sencillez expresiva a la que a?ad¨ªa la elegante belleza de sus temas y la m¨¢s rica polifon¨ªa que a la saz¨®n cab¨ªa concebir; en un principio con folclore internacional y luego con canciones de ra¨ªz espa?ola. As¨ª recorrer¨ªan Espa?a y tambi¨¦n el norte de ?frica. ?Por qu¨¦ no salieron m¨¢s al extranjero? ¡°A Pat [Pilar Alonso] le aterrorizaba el avi¨®n¡±, comenta con una sonrisa en referencia a una de las voces femeninas del grupo. Los pueblos y las ciudades recib¨ªan a Nuestro Peque?o Mundo -la cincelada voz de su entra?able Laura Mu?oz- con el alborozo que procuran canciones evocadoras de leyendas, afanes y horizontes campesinos entre el rasgado de acordes y punteos de c¨¢lidas guitarras, como la de Nacho S¨¢enz de Tejada.
Tras disolverse el grupo, Arteche pas¨® a integrarse en Aguaviva, otro emblema musical de la Espa?a de la Transici¨®n; acompa?¨® tambi¨¦n a Pablo Guerrero y Luis Pastor, para dedicarse m¨¢s adelante, en la d¨¦cada de los 80, a la investigaci¨®n musicogr¨¢fica y a la producci¨®n y edici¨®n de discos: Javier Bergia, Carmen Linares, Gerardo N¨²?ez y Luis Delgado, entre muchos otros. Cre¨® su propio sello, M¨²sica sin fin, y se dot¨® de un estudio de grabaci¨®n llamado El Agujero, donde grabaron Radio Tarifa, Alberto Iglesias y Eliseo Parra, en una secuencia plural y rica de cantautores y grupos.
Simult¨¢neamente a sus trabajos musicales, Arteche recobr¨® su primera vocaci¨®n y tom¨® con fuerza los pinceles: de sus manos surgieron montajes fotogr¨¢ficos y portadas de discos con las que ilustr¨® numerosos ¨¢lbumes discogr¨¢ficos y concurri¨® a conocidas salas de arte, como la de Juana Mord¨® de la calle de Villanueva. Con tal bagaje, Juan Alberto Arteche se configura hoy como un artista dual cuya experiencia ha quedado plasmada en su ¨²ltimo disco, La noche de San Juan, donde ha volcado todo un saber musical y pict¨®rico, que tambi¨¦n aflora rotundo en sus lienzos, carbones y dibujos, cargados de la grave pasi¨®n silenciosa que durante tantos a?os esmalt¨® tambi¨¦n su propia voz.
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