Desnudo y solitario
Rajoy es el presidente centr¨ªfugo, que aprovecha la crisis para recentralizar y dividir en vez de unir y pactar
Luc¨ªa su mayor¨ªa absoluta ante esos Gobiernos d¨¦biles obligados a consensuar cualquier legislaci¨®n. Exhib¨ªa sus cuatro a?os por delante para ir aplicando su programa sin respiro. Se regocijaba con la oposici¨®n ausente, calcinada tras sus siete a?os de gesti¨®n ca¨®tica y de incapacidad para verlas venir. Se?alaba la calle, pl¨¢cida y tranquila todav¨ªa, a pesar de los recortes desgranados lentamente desde el primer d¨ªa. Merkel le sonre¨ªa. A¨²n. Por eso se atrev¨ªa a mantener su agenda demag¨®gica, a esperar al resultado de unas elecciones, a alimentar la fiera populista dentro de su partido. No digamos ya de su desprecio hacia las manos tendidas, las ofertas de pactos y alianzas. Dejadme solo: Rubalcaba lo clava. As¨ª es Rajoy: una vocaci¨®n de soledad y desnudez frente a un vendaval.
Hay una verdad profunda en esta psicolog¨ªa que le lleva a la autodestrucci¨®n. El gobernante, por bien asesorado que est¨¦, es un individuo a la intemperie, finalmente enfrentado con sus solas fuerzas a todo el peso de la decisi¨®n. Requiere la m¨¢xima concentraci¨®n y responsabilidad, sin que sirvan excusas de mal pagador. Es una soberbia imprudencia confiar en la suerte, creer en la fuerza que otorgar¨¢ la sola asunci¨®n del poder. Muchos son los que piensan que tienen el poder porque lo merecen, sin darse cuenta de que, una vez obtenido, solo se mantendr¨¢n si lo merecen. Llegar a obtenerlo es una oportunidad, un medio, no un m¨¦rito que proporcione carisma, un fin. La condena que cae sobre quien confunde los t¨¦rminos es terrible. Su carisma se convierte en maldici¨®n, que troca el poder en destrucci¨®n, un carisma inverso.
Rajoy se dibuj¨® a s¨ª mismo como mano de santo. Ser¨ªa llegar y triunfar. Desmentida la superstici¨®n popular, los nervios desatados exigen la b¨²squeda de culpables exteriores y anteriores. Tres son los chivos designados, a utilizar seg¨²n convenga. Uno es Angela Merkel: gracias a la imprudencia de esta exhibici¨®n se atascan muchos canales de comunicaci¨®n con Berl¨ªn y declinan las simpat¨ªas de los alemanes hacia los populares espa?oles. Otro, naturalmente, es el PSOE, origen y se?or de la intervenci¨®n europea ahora, como lo fue anta?o de la corrupci¨®n, el paro y el crimen de Estado: error prospectivo tambi¨¦n, porque necesitar¨¢ su auxilio, ya lo necesita en realidad, y le conviene m¨¢s una oposici¨®n fiable que las fuerzas desatadas del populismo; al menos a Rajoy, aunque quiz¨¢s no a otros populares menos responsables y m¨¢s extremistas. Y el tercero, el Estado auton¨®mico y, dig¨¢moslo claramente, los catalanes, que son los que reclamaron y obtuvieron esta fiesta declarada ahora insostenible: pero este es un error tan irresponsable o m¨¢s que los anteriores.
Nada completa mejor una mayor¨ªa absoluta ante la crisis que una fuerza de signo similar aunque distinta. Eso es CiU, el partido al que ten¨ªa cogido por su mayor¨ªa precaria en el Parlamento catal¨¢n y al que est¨¢ castigando m¨¢s de la cuenta para seguir alimentando la fiera centralista y anticatalana que tiene en su seno. Ahora el PP lo ha despreciado y perdido. Cierto es que CiU confiaba en que fueran sus votos los que completaran una mayor¨ªa popular insuficiente, y se encontraron con que toda su estrategia de reivindicaci¨®n fiscal se ven¨ªa abajo.
Las inercias producen desperfectos irreparables. La arrogancia con que Rajoy obtuvo la victoria corroe ahora su car¨¢cter. Zapatero no fue finalmente intervenido. Sabe que la miseria del hundimiento quedar¨¢ entera para ¨¦l y por eso todos se alejan. Pronto prender¨¢ la repulsa dentro del partido. En vez de agarrarse a quienes todav¨ªa pueden ayudarle, utiliza repelentes como Montoro para seguir disgregando su base.
Se ha convertido en el presidente centr¨ªfugo. Aprovecha la crisis para recentralizar y dividir, separar, en vez de unir y pactar, que es lo que se hizo en nuestra anterior gran crisis pol¨ªtica, en la transici¨®n. Nadie trabaja tanto y tan bien para los intereses de los independentistas, los catalanes sobre todo. El soberanismo tiene m¨¦rito. Lo tiene tambi¨¦n Artur Mas, que se ha procurado con el pacto fiscal un escudo anticrisis ante la opini¨®n catalana. Pero el m¨¦rito mayor de esta deriva es entero de Rajoy. Solo y desnudo, su poder destructivo amenaza incluso a esa unidad espa?ola que la Constituci¨®n sacraliza.
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