Un alto en la revuelta
No es que el 28 de julio sea, a efectos laborales, un d¨ªa especialmente emblem¨¢tico pero, a la vista de c¨®mo ha ca¨ªdo el calendario, la gente empieza hoy sus vacaciones. El cambio que comporta agosto, dentro de nuestra cultura, se proyecta en todos los ¨®rdenes. La prensa, por ejemplo, cambia el tono. En los pr¨®ximos d¨ªas, novelistas que nunca escriben cuentos publicar¨¢n un relato (una faena de ali?o, un salir del paso, un compromiso) en alg¨²n suplemento, y las p¨¢ginas de todas las gacetas adquirir¨¢n el tono optimista de los folletos de las agencias de viajes. Mucho hemos hablado de la crisis, pero la llegada del verano es otra cosa. Junto a los circunstanciales relatos veraniegos, leeremos a cronistas del buen yantar, comentaristas de los hoteles de lujo, refinados trotamundos, peregrinos hedonistas. Los apocal¨ªpticos profetas de la crisis, los indignados, los censores morales, se dar¨¢n una tregua y la crisis, un poco, se desvanecer¨¢.
Leyendo la prensa, sentado en un poyo de piedra en la plaza del pueblo de tu madre, viajar¨¢s a las terrazas nocturnas de Dubrovnik, conocer¨¢s la evoluci¨®n del daikiri hacia nuevas propuestas, o contemplar¨¢s la exclusiva galer¨ªa de arte que cierto marqu¨¦s con tiempo libre acaba de abrir en una antigua abad¨ªa, donde adem¨¢s alquila celdas con yacuzzi a precio exorbitante. La crisis, de alg¨²n modo, har¨¢ un alto. Y los jefes de secci¨®n que trabajan bajo la can¨ªcula de agosto, resentidos, se vengar¨¢n sobreentendiendo que nosotros tenemos dinero, as¨ª que multiplicar¨¢n las propuestas: cursos de cultura afrikaaner en Johannesburgo, seminarios interactivos en Molina de Arag¨®n, agroturismo de alto standing en Monfrag¨¹e, centros de meditaci¨®n budista en Lhasa o en Palencia. Informar¨¢n del estado de las playas en Nueva Gales del Sur y de ese encantador hotelito al norte de las islas Andam¨¢n al que, literalmente, no puedes dejar de ir, siquiera sea en septiembre. Y, por supuesto, la velada insinuaci¨®n de que este verano hay que fotografiarse al lado de M¨®nica Cruz: hacerlo con Pen¨¦lope ya no se lleva nada.
Lo curioso es que, a veces, los agitadores del duro invierno econ¨®mico son los mismos que ahora recomiendan caletas en la costa d¨¢lmata o mesones en la estepa manchega. A¨²n m¨¢s, es posible que nosotros, v¨ªctimas de hospitales demolidos, tasas universitarias de lujo y abuelos dependientes, hagamos un alto en la revuelta y nos concedamos una tregua, en el Algarve o en Benidorm, en Nueva York o en Rias Baixas, en Estambul o en Lanzarote. Vivimos en el infierno del capitalismo y formamos parte de las masas oprimidas por la banca, pero un d¨ªa es un d¨ªa. Agosto es como un d¨ªa en la fugaz vida del hombre. En los pa¨ªses desarrollados, la prensa del invierno parece estar hecha para los pobres y la prensa del verano parece estar hecha para los ricos. Me asalta la duda tremenda de si, acaso, unos y otros somos los mismos.
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