Los relojes anestesiados
El cante de Mayte Mart¨ªn tiene la capacidad de enmudecer al p¨²blico m¨¢s que enardecerlo
Entra el mes de agosto y, de no ser por el bendito flamenco, esta ciudad ser¨ªa un erial para los pabellones auditivos. Pero siempre nos quedan los Jardines de Sabatini, rinc¨®n en el que por tercer verano consecutivo asomaba la barcelonesa Mayte Mart¨ªn y su cante cadencioso y emotivo, natural pero henchido de sustancia. Cante de ese que enmudece al p¨²blico m¨¢s que enardecerlo, como as¨ª sucedi¨® con un grader¨ªo, un a?o m¨¢s, repleto y embelesado.
Mart¨ªn comparece sin aditivos, como su arte. Sencilla como es ella, al¨¦rgica al artificio y los aspavientos. Vaqueros y la consabida americana oscura, sin mayor ornato. Y peinando las canas que se tercien, porque cada cual tiene la edad que tiene y los a?os (en su caso, 47) hay que beb¨¦rselos en lugar de camuflarlos. O reimplantarlos, opci¨®n inviable.
Anda la gran cantaora inmersa en los preparativos de un nuevo ¨¢lbum, Cosas de dos, heterodoxa colecci¨®n de boleros que publicar¨¢ en pocos meses. Anoche era tiempo, sin embargo, de cante jondo, con la sola compa?¨ªa en escena del guitarrista Juan Ram¨®n Caro. Los dos barceloneses trenzaron un hechizo de frases lentas y pausadas, cualificados como est¨¢n en el dif¨ªcil arte de paralizar el tiempo. Mayte y Juan Ram¨®n parecen regocijarse con cada frase, alargan los cantes y dejan que las cuerdas de la guitarra reverberen hasta que la brisa secuestra sus postreras ondulaciones. As¨ª sucedi¨® en esas grana¨ªnas iniciales que se prolongaron hasta acabar durando un suspiro.
Mart¨ªn siempre ha abogado por un flamenco de cierto lirismo, como el que practicaba la insigne Pastora Pav¨®n. A ese ¡°flamenco que lo abarca todo¡± de la Ni?a de los Peines le dedic¨® unas peteneras emocionantes, sobre todo por lo premonitorio de su letra. ¡°Quisiera yo renegar de este mundo por entero / y ver si en un mundo nuevo encontraba la verdad¡±, cantaba do?a Pastora medio siglo atr¨¢s. Y anoche, reescuchando aquellos versos candorosos, los aceptar¨ªamos como un resumen l¨²cido del a?o en curso.
No llegamos a escuchar las palmas de Mart¨ªn hasta la tercera pieza, una malague?a de nombre Serenoque: un t¨ªtulo que en oriente les suena a japon¨¦s, brome¨® su int¨¦rprete. El productor original de aquella pieza, Jos¨¦ Luis Garrido, conten¨ªa el aliento entre el p¨²blico. Y luego fue el turno de los fandangos de Huelva, con escala honor¨ªfica en aquellos versos tremebundos de los que ya en su d¨ªa nos dio cuenta Camar¨®n: ¡°Con esos celos de muerte vas a conseguir tres cosas / Que se r¨ªa de ti la gente o que te tomen por loca / y tenga yo que aborrecerte¡±.
Hab¨ªa transcurrido casi una hora, pero las manecillas segu¨ªan tan embrujadas como ese p¨²blico expectante. La luna llena se ense?oreaba ya para entonces en el cielo y Mayte, m¨¢s c¨®moda que nunca, se atrevi¨® incluso con una sole¨¢, un palo que apenas frecuenta en los conciertos. Aleteaba las manos Mart¨ªn, con esa delicadeza po¨¦tica que le pone a todo, y hasta las buler¨ªas finales nos tuvo con los relojes anestesiados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.