Tratado de adhesi¨®n
Se est¨¢ hablando bastante, y presumiblemente se hablar¨¢ mucho m¨¢s cuando la difusi¨®n de la obra se extienda, de la pel¨ªcula Femme de la rue (Mujer de la calle) que en Bruselas y con c¨¢mara oculta ha rodado Sophie Peeters. Para su proyecto de fin de carrera esta joven belga, estudiante de cinematograf¨ªa, ha decido contar lo que, por el simple hecho de ser mujer, tiene que soportar cotidianamente en las calles de su barrio; los insultos, comentarios obscenos y acosos varios a los que la someten, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, hombres que no soportan que vaya sola por la calle, que se vista como le apetece; que ejerza, en definitiva, con naturalidad sus prerrogativas y sus derechos de persona y ciudadana libre. Para el machismo esa libertad no existe, las mujeres no pueden vivir como les place, y cuando lo intentan hay que hacerles, como a Sophie Peeters, la vida imposible. La pel¨ªcula es, en este sentido, extremadamente elocuente e impactante. Tanto, que las autoridades de Bruselas ya han reaccionado, anunciando medidas como la de imponer multas a los acosadores.
Que el molestar, insultar o agredir verbalmente a una mujer por la calle forme parte de las conductas inc¨ªvicas sancionadas por una ordenanza municipal, me parece una medida necesaria. Y al mismo tiempo, precisamente por su condici¨®n de necesaria, resulta desoladora y deprimente. Que haya que multar el machismo en la calle da la medida de la magnitud del problema; del a¨²n precario estado de la condici¨®n femenina en nuestras sociedades; de los niveles de discriminaci¨®n que las mujeres todav¨ªa padecen; y de la estruendosa insuficiencia del empuje social y pol¨ªtico aplicado a consolidar una aut¨¦ntica igualdad de g¨¦nero.
Ese machismo desatado, expl¨ªcito, que recoge la pel¨ªcula de Sophie Peters, constituye un indicador m¨¢s de que, desde luego, no mejoramos en esta materia. Una evidencia m¨¢s de que ni la violencia ni las discriminaciones contra las mujeres retroceden, de que en muchos ¨¢mbitos no van a menos sino a m¨¢s (la mayor¨ªa de los agresores filmados en Femme de la rue son j¨®venes) y aprovechan cualquier debilidad del momento o del tejido social para extender y enraizar su nefasta influencia (la crisis parece estar frenando las denuncias de malos tratos).
La experiencia de Sophie Peeters no es ¨²nica; la comparten infinidad de mujeres de todas partes. Pero creo que resulta particularmente significativo que esa pel¨ªcula y los hechos que la motivan se desarrollen en la capital de Europa. Ese escenario es otro indicador de la escala del problema y, por ello, del marco desde donde hay que abordar su soluci¨®n.
En pleno debate sobre el proyecto europeo, el crudo testimonio de Sophie Peeters nos recuerda oportunamente que la igualdad real ¡ªde situaci¨®n y de experiencia¡ª de las mujeres sigue estando pendiente en los pa¨ªses de la Uni¨®n; es decir, que a¨²n est¨¢ pendiente una adhesi¨®n aut¨¦ntica de Europa al tratado de sus propios principios.
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