Un toro entre el alboroto
Juan Jos¨¦ Padilla cort¨® tres orejas y sali¨® a hombros tras entusiasmar a un p¨²blico bullanguero en la lidia de un gran toro de encastada nobleza al que se le concedi¨® la vuelta al ruedo
Hubo un excelente toro de encastada nobleza, que conste. Quiz¨¢, tuvo la mala fortuna de aparecer por chiqueros el d¨ªa equivocado, pero ah¨ª qued¨® su calidad. Y hubo un p¨²blico alborotador, bullanguero y grit¨®n ¡ªmayoritariamente instalado en los tendidos de sol¡ª de los que pueden cambiar por completo el color de una corrida. La gente no para de hablar, comentar, animar y alentar, y se lo pasa en grande dando rienda suelta a una sorprendente suerte de diversi¨®n. Da la impresi¨®n de que no son aficionados a los toros, sino a determinados toreros, y se pasan la tarde con la vista y las cuerdas vocales puestas en los movimientos de su ¨ªdolo. Bien es cierto que su algarab¨ªa hace olvidar el dolor de festejos insufribles, y espantan el aburrimiento con ol¨¦s y palmas a destiempo, como si los sonidos tuvieran el poder de alejar el sopor.
No ser¨¢n aficionados a los toros, pero son necesarios para esta fiesta que tanto sufre el alejamiento de adictos. Sus gustos ser¨¢n tan previsibles como insospechados, pero pasan por taquilla y merecen que se les ofrezca un espect¨¢culo con m¨¢s nivel del que ellos mismos exigen.
Son benevolentes y generosos; solo pretenden pasarlo bien, pero debieran obtener mejores r¨¦ditos a su constancia y cari?o. Su devoci¨®n no siempre es correspondida; ni su esfuerzo; ni el afecto que expresa este p¨²blico que no entender¨¢ de liturgias ni clasicismo, pero es uno de los bastiones de la fiesta.
Al cuarto toro, Bailador, de 562 kilos, se le concedi¨® la vuelta al ruedo
Ayer, por ejemplo, se vieron obligados a hacer acopio de imaginaci¨®n hasta la lidia del cuarto, pues, hasta entonces, ni la corrida de la familia de El Ni?o de la Capea ni los toreros respondieron a las m¨ªnimas expectativas. La plaza registr¨® la mejor entrada de lo que va de feria, ¡ªprueba evidente del tir¨®n de los de luces¡ª, y solo ese toro, n¨²mero 28, de nombre Bailador, y de 562 kilos de peso, ofreci¨® motivos suficientes para que esa buena disposici¨®n se transformara en sana diversi¨®n, que es la ¨²nica raz¨®n que los motivar¨¢ para volver.
El primero de la tarde, un animal muy deslucido, no par¨® de corretear sin descanso desde que sali¨® hasta que un descabello final acab¨® con su existencia. Cada vez con menos fuerza, claro est¨¢, pero con la intacta decisi¨®n de huir de su sombra. Y as¨ª lo desluci¨® todo. Padilla no pudo lucirse ni con el capote, ni con las banderillas ni con la muleta, con la que mostr¨® unas formas burdas a la altura misma de su oponente.
Movilidad, recorrido y nobleza tuvo el cuarto, que empuj¨® con genio y fijeza en dos puyazos, y se vino arriba en banderillas, lo que permiti¨® a Padilla un tercio m¨¢s aseado. Los ¨¢nimos se encendieron en la muleta, en la que el toro repiti¨® de manera incansable la embestida, y permiti¨® al torero convertirse en un bullanguero m¨¢s con un toreo acelerado y muy ventajista. Destac¨® mucho m¨¢s el toro, con el p¨²blico entusiasmado, mientras Padilla daba pases y m¨¢s pases de escaso fuste ¡ªalgunos de ellos mirando al tendido¡ª entre la animaci¨®n de una plaza absolutamente entregada. La faena fue larga, se pidi¨® con fuerza el indulto del toro que el presidente no concedi¨® acertadamente, pero el torero y sus muchos partidarios vivieron unos momentos de gran intensidad emocional. Al toro se le premio con la vuelta al ruedo, un reconocimiento merecid¨ªsimo por su encastada nobleza.
Tampoco El Fandi tuvo suerte con su primero, otro animal sin ¨¢nimo ni condici¨®n para embestir. Lo recibi¨® con tres largas cambiadas de rodillas en el tercio con esa forma tan deslucida que tiene este torero de ejecutar este pase. Banderille¨® con brillo, y dio pases superficiales y f¨¢cilmente olvidables. Un manso de carreta fue el quinto, que huy¨® de los caballos sin rubor alguno y del propio torero cuando comprendi¨® que los garapullos le hac¨ªan da?o. Inici¨® de rodillas el tercio de muleta, y a pesar de su entrega evidente y los ol¨¦s a destiempo de sus partidarios, su faena careci¨® del mando necesario y el temple adecuado. Otra vez muchos pases, y otra tarde m¨¢s de toreo insulso ante un animal que fue a m¨¢s y exigi¨® una muleta m¨¢s poderosa.
Y el tercero en discordia fue Talavante, quien, en teor¨ªa, pintaba poco en el cartel. De hecho, no se le vio metido en faena en toda la tarde, con una actitud en apariencia displicente. No dijo nada en su primero, un toro sin clase, al que mulete¨® sin exponer un alarmar. Se le vio m¨¢s ilusionado ante el sexto, manso tambi¨¦n, andar¨ªn y con poca clase, ante el que quiso poco y pudo menos. Quiz¨¢, no hab¨ªa agua que sacar, pero la impresi¨®n que ofreci¨® fue de des¨¢nimo.
Al final, entre tanto alboroto, un toro para el recuerdo: Bailador, de la ganader¨ªa de San Mateo.
SAN MATEOAPEA/PADILLA, EL FANDI, TALAVANTE
Tres toros de San Mateo -segundo, cuarto y quinto-; dos de Carmen Loranzo -primero y tercero-, y el sexto de San Pelayo, correctos de presentaci¨®n, mansos y descastados. Excelente el cuarto, al que se le dio la vuelta al ruedo.
Juan Jos¨¦ Padilla: estocada ca¨ªda y un descabello (oreja); estocada y dos descabellos (dos orejas). Sali¨® a hombros.
El Fandi: estocada y dos descabellos (ovaci¨®n); _aviso_ dos pinchazos y casi entera tendida y un descabello (ovaci¨®n).
Alejandro Talavante: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).
Plaza de Almer¨ªa. 24 de agosto. Cuarta corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
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