La frialdad del magisterio
Una muy manejable corrida de S¨¢nchez y S¨¢nchez propici¨® una tarde entretenida de toreo a caballo en la que triunfaron los tres rejoneadores m¨¢s destacados del escalaf¨®n
A medida que el tiempo tamiza los triunfos de estos magos del toreo a caballo da la impresi¨®n de que han tocado techo, y es el momento de escalar un pelda?o m¨¢s porque la perfecci¨®n es fr¨ªa.
Esta puede ser la conclusi¨®n que se deriva del estado actual de Hermoso de Mendoza. Lo hace todo bien, o esa es, al menos, la apariencia que se transmite al profano, bonito, suficiente y torero, pero parece una actuaci¨®n de tr¨¢mite, profesional y sin alma, como si faltaran las ganas para romper la plaza con una actuaci¨®n espectacular. Quiz¨¢, lo que le falt¨® este s¨¢bado fue eso, espectacularidad. Es un maestro indiscutible este Pablo Hermoso, maneja los terrenos con un dominio insultante, su cuadra ha alcanzado una calidad insospechada, templa con maestr¨ªa y coloca arpones con esa facilidad que le resta m¨¦ritos. Pero es como si hubiera llegado a la cima, y a su magisterio le faltara la emoci¨®n necesaria para calentar los tendidos y cortar las orejas.
Ese fue su caso en el primero, con cierta desgana en el semblante. Le toc¨® despu¨¦s el toro m¨¢s bravo de la tarde, que le oblig¨® a emplearse a fondo. Su estrella Chenel se vio en apuros cuando templaba a dos bandas, y se dej¨® tocar a Dal¨ª cuando colocaba banderillas, pero vendi¨® mejor su magisterio, que culmin¨® con un par de cortas a dos manos.
Leonardo Hern¨¢ndez cort¨® tres orejas y fue el triunfador de la tarde
No es ese el caso de Diego Ventura, poseedor de esa dif¨ªcil facilidad para entusiasmar al p¨²blico, y hacerlo part¨ªcipe de sus actuaciones. La lidia de su primer toro fue un curso de comunicaci¨®n a caballo. Sac¨® al ruedo a cinco equinos, modelos de doma y torer¨ªa: Buena Vibra, Nazar¨ª, Oro, Remate y Califa. Y super¨® la mansedumbre del toro con el temple de Nazar¨ª, un caballo que llega a galopar de costado; brill¨® con Oro, que se luce a pie cojito, y fall¨® con un par de banderillas a dos manos; a la hora de matar, no acert¨® con el descabello desde el caballo. Muy colaborador fue el quinto, al que par¨® con maestr¨ªa con Girasol, y alcanz¨® momentos de gran brillantes con Pegaso, otra de sus estrellas, y Cheque. Pinch¨® antes de cobrar un rejonazo de efectos fulminante y se desbord¨® el entusiasmo.
Y el joven Leonardo, a¨²n en el aprendizaje del magisterio, y con una cuadra menos espectacular, es todo coraz¨®n y entrega, y sus posibles deficiencias las suple con innatos deseos de triunfo. En su primero, err¨® en un quiebro y su caballo Templario se salv¨® de la cornada porque el toro luc¨ªa unos pitones muy gachos. Mat¨® de forma r¨¢pida tras un rej¨®n trasero y le concedieron las dos orejas por su buen hacer y, tambi¨¦n, porque los mulilleros aguantan con todo descaro el tiempo que sea necesario para que la presi¨®n del p¨²blico doblegue la voluntad del presidente.
Mantuvo su nivel en el sexto, otro buen toro que persigui¨® a los caballos con extraordinaria codicia. Templ¨® muy bien con Verdi y se luci¨® en las banderillas al quiebro. No se dej¨® ganar la pelea por sus mayores y toda su labor estuvo impregnada de un pundonor y un arrojo encomiables. Sum¨® una oreja m¨¢s, que pudieron ser otras dos si no falla con el rej¨®n de muerte.
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