El hombre del verano en Formentera
Un belga populariza el pat¨ªn a vela en la isla
El momento m¨¢s emocionante de las vacaciones ha sido para m¨ª sin duda la b¨²squeda y rescate del chico ca¨ªdo al mar desde un hobie cat ¡ªun peque?o catamar¨¢n¡ª frente a la playa de Migjorn, en Formentera, concretamente ante el chiringito de la Denise, tambi¨¦n conocido como kiosko Sun Splash. Un trance, oigan. Estaba yo tan ricamente tendido en la arena y haciendo uso de mi catalejo con fines estrictamente cient¨ªficos cuando observ¨¦ volcar el hobie cat a considerable distancia en un mar muy revuelto y con much¨ªsimo viento. Vaya por Dios, me dije, tragando saliva, santigu¨¢ndome y agradeciendo a mi natural prudencia encontrarme en tierra firme. A lo lejos, dos figuritas se esforzaban ¨ªmprobamente por enderezar la embarcaci¨®n tirando de la escota y subidos a uno de los flotadores. Pero el hobie cat continuaba de lado y amenazaba con girar de nuevo hasta quedar cabeza abajo, como un peque?o Poseid¨®n, con el palo apuntando irremediablemente al abismo. Apret¨¦ los dientes y segu¨ª mirando sobrecogido la lucha de los tripulantes con el mar embravecido. De repente el peque?o velero se enderez¨®, la vela cogi¨® viento y la embarcaci¨®n sali¨® disparada como llevada por el diablo. Pude distinguir a bordo a uno de los tripulantes, pero no al otro. El hobie cat arrib¨® a la playa un rato despu¨¦s en medio de una barah¨²nda de olas y malos presagios. Al poco la noticia corr¨ªa sobre la arena: uno de los dos navegantes, un chico, no hab¨ªa podido subir y no se lo encontraba. No hay nada m¨¢s dram¨¢tico que la tragedia abati¨¦ndose en verano sobre un lugar de recreo, y a pocos pasos del Gecko. Una nube oscura se cern¨ªa sobre los presentes, varios de ellos a la saz¨®n desnudos y los dem¨¢s ataviados y tocados con las m¨¢s disparatadas prendas: Migjorn no es Illetes. Un hippy enjug¨® una l¨¢grima aspirando su porro. Los mojitos quedaban a media distancia de la boca, los ¨¢nimos estaban por los suelos. Incluso las margaritas de las mesas que son el icono de este chiringito visitado por artistas como Jack Savoretti y Quico Torra parec¨ªan deca¨ªdas.
El belga errante se lanz¨® en su pat¨ªn a vela al rescate del pobre n¨¢ufrago
Llegaron los de Protecci¨®n Civil, que declinaron mi ayuda est¨¢tica. As¨ª que trate de consolar a una guapa francesa, nacionalidad en ascenso en la isla, que ha sufrido un recorte importante de italianos (la ocupaci¨®n hotelera ha ca¨ªdo m¨¢s de siete puntos en agosto). Qu¨¦ terrible, el mar tiene eso, apunt¨¦. En situaciones as¨ª te das cuenta de qu¨¦ cobardes e insolidarios somos todos, continu¨¦, rasc¨¢ndome la incipiente barba. En fin, a?ad¨ª, cualquiera se echaba a nadar con ese mar, las corrientes, la resaca, los tiburones, etc¨¦tera. Entonces apareci¨® Vincent. Sin dudar un instante se encaram¨® a su pat¨ªn a vela y zarp¨® en busca del n¨¢ufrago. De pie sobre su embarcaci¨®n se alej¨® pegando saltos sobre las olas, refulgente con el sol de la tarde como un caballero medieval acudiendo a una justa. Un murmullo brot¨® de las gargantas hasta convertirse en un clamor entusiasta: ¡°?Vin-cent!, ?Vin-cent!¡±. La francesa me ignor¨® y todos los ojos parecieron clavarse en la alta figura que retaba al mar. Tuve que reconocer con soberana envidia que Vincent era el hombre del verano. Un belga en un pat¨ªn a vela: ya me dir¨¢n si no es extra?a combinaci¨®n. En fin, tambi¨¦n era belga Adrien de Gerlache de Gomery...
Vincent de Formentera, en el mundo Vincent de Froidmont ¡ªno solo le envidia uno su apostura y su mariner¨ªa sino ese apellido digno de un personaje de Los tres mosqueteros¡ª, lleva ya a?os deambulando por la isla y escudri?ando sus secretos, pero hasta este verano yo no hab¨ªa intimado con ¨¦l. Aunque las que han intimidado han sido m¨¢s bien mis acompa?antes femeninas. He de reconocerle a Vincent que sabe c¨®mo captar el inter¨¦s de las chicas. Una noche mientras estaba hablando conmigo se levant¨®, fue a pedirle fuego a una joven italiana de poderosas razones y ni corto ni perezoso se sent¨® a conversar con ella, le tom¨® un pie displicentemente y comenz¨® a masaje¨¢rselo como si tal cosa. Ella no daba cr¨¦dito pero acab¨® d¨¢ndolo todo. ?Qu¨¦ tipo! Larger than life.
Hemos pasado buenas veladas en la Fonda Pepe de Sant Ferran hablando de lo que realmente apasiona a Vincent que son los patines a vela, en los que ha encontrado su santo Grial, su raison d'¨ºtre. Ha adquirido varios, los restaura, los estudia, se pasa el d¨ªa navegando en ellos y lleva de paseo a la gente a cambio de conversaci¨®n o un vaso de hierbas. Ha montado un servicio de taxi marino en pat¨ªn y se atreve a darle la vuelta a la isla e incluso a hacer la traves¨ªa Ibiza-S'Espalmador. Abriga la idea de montar un club en torno al pat¨ªn y desde Formentera ayudar a la recuperaci¨®n de esta sencilla pero gozosa embarcaci¨®n que cuenta con tanto arraigo y tradici¨®n en la costa catalana, y que se extiende ahora a las Baleares.
Yo tengo poca experiencia en patines, me parecen peligros¨ªsimos como todo lo que se adentra en el mar y porque adem¨¢s, toma albur, carecen de tim¨®n ¡ª y de castillo de popa ya ni hablemos¡ª. Mi suegro, Carlos Poch, fue campe¨®n de Espa?a de la categor¨ªa, y mi mujer ha navegado patines toda su vida ¡ªen ocasiones, celebradas por toda la playa de Sant Salvador (Tarragona), llev¨¢ndome a m¨ª de contrapeso¡ª. La circunstancia, sumada a que M¨®nica es guapa y rubia, interes¨® mucho a Vincent y mantuvimos encendidos debates acerca de los or¨ªgenes de la embarcaci¨®n y su correcto manejo. ?l suele ir de pie en vez de sentado, un uso poco habitual, pero por lo visto navega el t¨ªo como el capit¨¢n Cook. No en balde se pasa literalmente todo el d¨ªa en su pat¨ªn de arriba para abajo, haga el tiempo que haga. El perfil de su nave con su enjuta y casi carbonizada figura a bordo es ya indisociable de Migjorn, cuya escasa flota aut¨®ctona ha venido a enriquecerse tambi¨¦n con el kite surf de Mart¨ª Juan Mayans y el hobi cat esforzadamente reconstruido por los okupas de la finca junto al chiringuito Pelayo, una embarcaci¨®n digna de los smokers de Waterwold.
Vincent no encontr¨® al chico perdido en el mar, que pas¨® unas horas terribles derivando hacia Es cap de Barberia ¡ªafortunadamente portaba chaleco salvavidas¡ª; lo recogieron en una z¨®diac de salvamento a la altura de la punta de l'Anguila. Pero yo no puedo sino pensar en ¨¦l, en el belga errante, instalado entre el agua y el cielo, la cara al viento, navegando obstinadamente en el mar azul de sus sue?os.
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