El salario de los banqueros
Estamos ante un mercado falso y opaco como la Mafia
Desde un punto de vista te¨®rico, sin entrar en honduras, el salario no es otra cosa que el precio que en el mercado, en el mercado de trabajo concretamente, alcanza el factor trabajo o, m¨¢s propiamente dicho, la fuerza de trabajo que las personas est¨¢n dispuestas a entregar a los empresarios a cambio.
La determinaci¨®n de este precio, como ocurre con el de todos los productos en los dem¨¢s mercados, no obedece, sin m¨¢s, a una operaci¨®n racional, material ni te¨®rica. No se trata de calcular los costes de producci¨®n de un bien o servicio cualquiera ¡ªpongamos un piso¡ª a lo que a?adir un razonable beneficio empresarial del vendedor y determinar as¨ª el precio, no. Como es bien sabido, el precio de las cosas es el punto en el que se encuentran su oferta y su demanda, por absurdo o irracional que con frecuencia nos pueda parecer. Si la gente, por unos motivos u otros, quiere algo, lo paga. Y si no, no.
Sin embargo, se supone que en un mercado competitivo y transparente la gente, que no es boba si le dan la suficiente informaci¨®n, aquilata cuidadosamente lo que da y lo que recibe a cambio y los precios de las cosas suelen acercarse a ese c¨¢lculo razonable de costes y beneficios. Cierto es que esto ocurre m¨¢s en la econom¨ªa que llamamos ¡°real¡± que en la parte financiera y especulativa, donde el precio de las cosas solo se referencia al posible valor futuro de las mismas, se trate de lingotes de oro o, perd¨®neseme la expresi¨®n, de ¡°cagarrutas de perro¡±.
Desde este punto de vista, deberemos suponer que el salario, el precio del trabajo, guarda alguna relaci¨®n con lo que el asalariado ofrece a su empresario. Por ejemplo, el sueldo de Messi, el jugador del Barcelona, aunque sea enorme, parece proporcionado a su capacidad de aportar valor a?adido ¡ªganancias econ¨®micas y emocionales¡ª a su club y a sus aficionados. Messi es un genio. Patadas a un bal¨®n podemos dar casi todos; jugar como juega ¨¦l, pr¨¢cticamente nadie, y as¨ª le pagan.
Se supone entonces que un banco, como cualquier otra empresa, cuando contrata en el mercado de trabajo a un directivo (o a un auxiliar administrativo) hace un c¨¢lculo similar, y si le paga un salario estratosf¨¦rico es porque cree estar contratando a otro genio, un ¡°genio de las finanzas¡± en este caso, alguien talentoso en el sentido de la par¨¢bola del Evangelio de San Mateo (Mateo 25, 14-30), alguien a quien le das un dinero un d¨ªa y te lo devuelve multiplicado despu¨¦s.
El caso es que el Gobierno de Espa?a, en el momento en el que decidi¨® rescatar innecesariamente a la parte m¨¢s podrida de un mercado saturad¨ªsimo y al que convendr¨ªa muy mucho la purga de sus elementos m¨¢s ineficientes ¡ªalgo que ocurrir¨¢ m¨¢s tarde o m¨¢s temprano para jolgorio de Bot¨ªn y dem¨¢s¡ª, quiso hacer soportable el expolio a la opini¨®n p¨²blica anunciando, a cambio, la limitaci¨®n de los escandalosos salarios de aquellos directivos que, lejos de resultar unos genios de las finanzas, demostraron ser un compendio de avaricia, vagancia y estupidez. Salarios que, no obstante, a¨²n despu¨¦s de limitados, segu¨ªan siendo escandalosos ¡ªde 300.000 a 600.000 euros anuales; Real Decreto de 3 de febrero de 2012).
De todos modos, el pasado 8 de agosto, de una forma solapada, una orden ministerial ven¨ªa a convertir en agua de borrajas la tan cacareada limitaci¨®n de sueldos.
Pero la cuesti¨®n l¨®gica no creo que sea siquiera si esta limitaci¨®n cosm¨¦tica es mucha o poca sino... ?Por qu¨¦ estas empresas ¡ªlas ¡°excajas¡±¡ª van a pagar semejantes sueldos? Es evidente que, siguiendo con el s¨ªmil futbol¨ªstico, estos gestores han demostrado ser unos aut¨¦nticos tuercebotas, no solo incapaces de acrecentar el dinero de sus depositantes, sino perfectamente capaces de quebrar sus otrora saneadas entidades.
Incluso si acept¨¢ramos el principio de la oferta y la demanda como ¨²nico elemento de determinaci¨®n del precio del trabajo de estos directivos ?alguien podr¨ªa sostener que las entidades financieras rescatadas (o las otras) no podr¨ªan encontrar en el mercado de trabajo profesionales capacitados por menos, much¨ªsimo menos, dinero? La respuesta es sencilla: ?claro que los encontrar¨ªan! A patadas. Para hacerlo tan mal como ellos, desde luego y para hacerlo mucho mejor, tambi¨¦n.
?Cu¨¢l es, entonces, la raz¨®n de la permanencia en sus puestos y de sus fabulosas condiciones? Pues que estamos ante un mercado falso y opaco como la Mafia. Estos individuos, con la complicidad de todo tipo de autoridades, obtenida de todo tipo de maneras, hace tiempo que se apoderaron de la voluntad de sus contratadores. Es m¨¢s, son ellos mismos. No hay oferta ni hay demanda. No hay mercado en ¡°los mercados¡±. Son ellos, la casta de los elegidos. Se valoran a s¨ª mismos y se pagan a s¨ª mismos y no se les puede despedir porque en ese caso se indemnizan a s¨ª mismos. Eso s¨ª, con el dinero de ustedes... de ustedes mismos.
Rafael Iturriaga es licenciado en Derecho y militante del PSE-EE.
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