¡°Yo soy del PP, pero lo de la polic¨ªa fue un exceso¡±
Alberto Casillas impidi¨® que los antidisturbios entraran en el bar donde trabaja de camarero porque temi¨® por sus clientes
En la puerta del bar Prado est¨¢ Alberto Casillas con su camisa y corbata de camarero apoyado contra el escaparate empapelado de fotos de platos combinados. Un joven que pasa por la calle se para frente a ¨¦l.
- ?Es usted el que ayer en la manifestaci¨®n¡?
- S¨ª.
El hombre se le lanza a los brazos y le da un achuch¨®n.
- ?Puedo sacarme una foto con usted?
La acompa?ante del chico saca el tel¨¦fono con c¨¢mara un poco avergonzada.
- Me has reconocido porque soy Topic, ?no? ¡ªdice Alberto refiri¨¦ndose a su pasajero car¨¢cter de celebridad en Internet (por trending topic, una de las conversaciones del momento en la red social).
Alberto Casillas impidi¨® el martes que un grupo de polic¨ªas antidisturbios entrara en el bar del que es encargado buscando a un participante de la manifestaci¨®n al que pretend¨ªan detener. ¡°Me daba miedo que se montara una masacre si entraban¡±, cuenta sentado a una de las mesas del bar. ¡°Dentro se me hab¨ªa metido una marea de gente: viejos, ni?os¡ Y los polic¨ªas no parec¨ªan nada tranquilos¡±. Sobre el mantel extiende las fotos publicadas en prensa en las que se le ve negociando con los brazos extendidos delante de los agentes con casco y armadura. Tiene las im¨¢genes plastificadas como si fueran el men¨² del d¨ªa.
¡°Este es el relato de lo que pas¨®: a las 21.30 yo me di cuenta subido a la p¨¦rgola del restaurante que la polic¨ªa estaba cargando indiscriminadamente. Desde donde yo estaba no vi nadie agredir a la polic¨ªa, pero todo puede ser, aunque a m¨ª me pareci¨® exagerado¡±. Entonces Alberto se para. Levanta un dedo al aire y hace un inciso: ¡°Que quede una cosa clara: yo soy del PP. Afiliado y votante de Rajoy. Que nadie sospeche que tengo intereses en esto, pero es que fue un exceso¡±.
Alberto tiene 49 a?os, dos hijos y una mujer venezolana. Vivi¨® en Venezuela hasta hace unos cinco a?os, cuando se march¨® despu¨¦s de que sus negocios empezaran a encontrarse con problemas. ¡°Ya he visto cosas como estas y no me gustan¡±, dice ceremonioso. Asegura que por la tarde ya se hab¨ªan sucedido varias carreras de manifestantes, as¨ª que llam¨® al due?o del local y le pregunt¨® si se manten¨ªan abiertos. ¡°Nosotros necesitamos a la gente para vivir, y en alg¨²n momento la gente puede necesitarnos a nosotros¡±, asegura que le dijo su jefe. Cuando vio la multitud corriendo hacia su bar promete que necesit¨® sacar fuerzas de flaqueza. ¡°Tra¨ªan caras de terror huyendo de los palos. Eso no puede ser. Yo me plant¨¦ luego delante de los polic¨ªas y les dije que no iban a entrar¡±.
El tel¨¦fono de Alberto no para de sonar. Tapa el auricular y pide informes: ¡°Este locutor que me llama ahora, ?de qu¨¦ cadena es?¡±. Entra en directo en una tertulia de radio y tiene un enganch¨®n con el presentador, que no est¨¢ demasiado de acuerdo con la actitud protectora de Alberto. Cuando termina sacude la cabeza. ¡°Es que fue un exceso policial. Y eso que yo defiendo la ley, pero sobre las leyes est¨¢ el sentido humano. Hice lo que tuve que hacer, y ya est¨¢¡±.
A Alberto le queda ahora por delante una visita a la comisar¨ªa para denunciar una rotura en su escaparate. Mientras discut¨ªa con los agentes, manifestantes apostados al otro lado del Paseo del Prado aprovecharon la inmovilidad de la polic¨ªa para emprenderlas a pedradas con ellos. ¡°No una piedra, sino cientos¡±, cuenta fastidiado. Esa es la ¨²ltima foto que tiene plastificada Alberto: una en la que suplica con las manos en posici¨®n de rezo que no tiren m¨¢s proyectiles contra su negocio.
¡°Esta es una fama que no est¨¢ bien¡±, dice con cierto punto coqueto. ¡°Yo muchas veces he felicitado a la polic¨ªa cuando ha actuado bien, pero lo de ayer, con ese despliegue es que daba miedo¡±. Recoge la baraja de fotos y suspira. ¡°Son malos tiempos estos: hemos perdido los valores, y a los que nos representan ya no se les respeta¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.