Procesi¨®n de encapuchados en la oscuridad
La lluvia, impenitente, desluce la segunda jornada del festival En Vivo, con Bad Religion (y, en menor medida, Rosendo Mercado) como principales catalizadores de la energ¨ªa juvenil Charcos y chubasqueros definen una noche muy desapacible
Con la que est¨¢ cayendo, encima va y llueve. El t¨ªmido orvallo de la v¨ªspera se convirti¨® en inapelable cortina de agua durante la segunda jornada del En Vivo, con el p¨¢ramo de Rivas Futura convertido en un charco gigantesco y mort¨ªfero para las zapas. A los festivales bajo la lluvia siempre se les ha atribuido un componente ¨¦pico, pero apresur¨¦monos a aclarar que Rivas Vaciamadrid no es Woodstock. Ni vivimos en el c¨¢ndido 1969, ni conservamos la euforia agoste?a, ni se reun¨ªan las condiciones para que unos y otras rebozaran sus carnes en el lodazal. Ah, y el referente geogr¨¢fico m¨¢s cercano es Valdeming¨®mez, no Nueva York.
Con todo, la generaci¨®n Quechua, la de la mochila y el saco de dormir, gasta un desparpajo envidiable. Algunos de los 20.000 festivaleros que se guarecen en el erial de acampada comparecieron en el auditorio Miguel R¨ªos con chancletas, pantal¨®n corto, piernas embarradas y sonrisa inquebrantable. Quien haya sobrevivido a dos noches tan desangeladas en una esterilla puede que ya est¨¦ exento del Frenadol.
Los dem¨¢s, gatos capitalinos o de extrarradio, hubieron de lidiar con la huelga en el metro y el caos en las carreteras para afrontar las carencias del entorno: hormig¨®n, alambre y barro antes de entrar en el recinto, una avenida encharcada dentro de ¨¦l. Si el d¨ªa anterior se pod¨ªa practicar sociolog¨ªa (barata) sobre el perfil de los asistentes, el ejercicio result¨® anoche imposible. Todas las tribus urbanas, las s¨®nicas y los no alineados derivaron en una procesi¨®n de encapuchados entre tinieblas. Porque las farolas no lucen en el interior y las visitas al Escenario 2 transcurren en penumbra, cual sutil evocaci¨®n poligonera.
Pese al fr¨ªo en los pies y esos chubasqueros de un euro que parecen un preservativo (de sabores) con capucha, una buena multitud recibi¨® a Rosendo Mercado a eso de las 21.30 en el inmenso escenario principal. El carabanchelero nunca ha gastado los cuartos en estilismo ni peluquer¨ªa, pero le contemplan tres d¨¦cadas de oficio sincero. Le cost¨® entrar en calor y encaden¨® un repertorio (Coraz¨®n, Salud y buenos alimentos, la decadente A veces cuesta llegar al estribillo) con cierta sensaci¨®n rutinaria. Las hechuras de sus temas son redundantes, pero hacia el final, con Pan de higo, termin¨® por levantar el vuelo.
As¨ª las cosas, las mejores expectativas recayeron en los californianos Bad Religion, a los que Luis, nacido hace 33 a?os en Cuatro Caminos, ya ni recuerda cu¨¢ntas veces ha visto. ¡°Son ¨¢cidos y reivindicativos, los precursores del ¨²ltimo punk-rock¡±, les glosaba. En su cuarto atesora una entrada de La Riviera firmada por Greg Graffin (¡°muy simp¨¢tico y preparado¡±) en persona. En realidad, Graffin parece m¨¢s un vendedor de televisores de plasma que un carism¨¢tico l¨ªder juvenil, pero fue el ¨²nico que logr¨® enardecer verdaderamente a las masas.
A los integrantes m¨¢s ¨¦tnicos del cartel se les vio algo desubicados. Kiko Veneno lidi¨® con la peor meteorolog¨ªa, pero dej¨® una de esas frases lindas que tan bien se le dan: ¡°Los derechos humanos permiten a una persona andar derecha por la vida, aunque est¨¦ jorobada¡±. Chambao empez¨® ante poca gente, con Lamari embutida en abrigo, pa?uelo y rebequita, y los temas bienintencionados (La verdad mentira) de su ¨²ltimo ¨¢lbum. Los que salieron mejor parados fueron los vallisoletanos Celtas Cortos, con ese Jes¨²s Cifuentes siempre c¨®modo en su papel de honesto mitinero y un pu?ado de cl¨¢sicos (Tranquilo majete, El emigrante, En estos d¨ªas inciertos) que, por desgracia, no han perdido un ¨¢pice de vigencia.
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