Encuentro con Cl¨ªo
La mayor sorpresa que podr¨ªa darnos la musa es que las guerras econ¨®micas de nuestras crisis pasaran a mayores
Cl¨ªo es de trato dif¨ªcil e imprevisible. Ya saben, la musa de la historia. Hay que ir con cuidado con ella. Siempre hay que ser prudente en el trato con las musas. Se pierden en la est¨¦tica. Por cierto, como nos sucede a los catalanes seg¨²n Unamuno. Y la de la historia la que m¨¢s, porque su canto suele frecuentar los abismos donde yacen los cuerpos despe?ados tras el combate, las banderas desgarradas, los pueblos desaparecidos, los palacios arrasados y las pasiones desatadas entre enemigos irreconciliables. Quien se entretiene en encontrar la belleza en el devenir cruel de la humanidad merece la m¨¢xima atenci¨®n en el trato, no fuera caso... Adem¨¢s de arrebatada, es traicionera, y ¨²ltimamente voluble y despistada. O incluso bromista.
No es extra?o de alguien a quien se requiere para cualquier circunstancia. Es la fatiga que exacerba sus habituales defectos. Hay pocos acontecimientos en nuestra vida contempor¨¢nea en los que no se la convoque para que desarrolle su trabajo, en el deporte sobre todo. Hasta el punto de invertir la jerarqu¨ªa de los acontecimientos: momentos hay en los que todo lo trivial se le atribuye y pasa en cambio desapercibido lo que pertenece en propiedad a su reino.
Y no solo la fatiga. Hace apenas dos d¨¦cadas se la dio por muerta. ?Recuerdan? Francis Fukuyama declar¨® su fin. Una vez ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn y el comunismo detr¨¢s, iba a abrirse la etapa de mayor aburrimiento de la vida humana. Pronto qued¨® brutalmente desmentida tal noticia, y de qu¨¦ manera. Cl¨ªo, cruel como ella sola, cant¨® la sangre vertida y el dolor de las madres, primero en Irak y en los Balcanes; despu¨¦s en el coraz¨®n mismo del imperio, cuando una ira sagrada se abati¨® sobre las Torres Gemelas; tambi¨¦n en ?frica central, en Chechenia, en Afganist¨¢n e Irak de nuevo, sin olvidar todos los flancos de Oriente Pr¨®ximo. No digamos ya el susto mortal que dio a todo Occidente cuando trastoc¨® el mapa entero de los ¨¢rabes y sembr¨® la m¨¢s espantosa guerra civil y sectaria en la p¨¦trea Siria de la dictadura alau¨ª de los Assad.
La mayor sorpresa que podr¨ªa darnos esta musa es que de pronto las guerras econ¨®micas de nuestras crisis pasaran a mayores
Sabemos que su canto nos pilla siempre a contrapi¨¦, como les sucede a las v¨ªrgenes imprudentes con la llegada del se?or en el ap¨®logo evang¨¦lico. No era as¨ª cuando empez¨® y exaltaba la c¨®lera de Aquiles ante los muros de Troya. Eran tiempos en que andaba de aqu¨ª para all¨¢ ensangrentada y su voz se romp¨ªa de tan usada. Mientras que en los tiempos de ahora, regidos por las leyes de los hombres y no de los dioses, se da por hecho y demostrado sobre todo entre los europeos que pertenecen a la kantiana paz perpetua en la que tenemos prohibida la guerra entre democracias o dilucidar nuestras diferencias con el pu?al o el veneno.
?Cuidado! La mayor sorpresa que podr¨ªa darnos esta musa es que de pronto las guerras econ¨®micas de nuestras crisis pasaran a mayores, desmintiendo t¨®picos y seguridades sobre la eterna desaparici¨®n de nuestros conflictos interiores. Invocada un d¨ªa y otro con ligereza, vemos c¨®mo se la convoca ahora con la aparente gravedad de los cambios de ¨¦poca.
Da toda la impresi¨®n de que as¨ª sucede en Europa. De que tambi¨¦n sucede entre los espa?oles, aunque de momento con reticencia. Y no hablemos ya de los catalanes, tras la encendida promesa de inminente emancipaci¨®n lanzada por un presidente de inteligencia fr¨ªa y coraz¨®n aventurero. Llevado en volandas por la peligrosa y voluble musa del dolor y de la sangre, tiene toda la raz¨®n cuando dice que nos hemos adentrado en un camino desconocido.
Ella le espera, pero no sabemos d¨®nde ni c¨®mo la encontrar¨¢, ni qu¨¦ ser¨¢ de todos nosotros cuando suceda. O no. Los montes pueden parir un rat¨®n, f¨¢bula muy bien inspirada para ¨¦pocas de orog¨¦nesis geopol¨ªtica. Recordemos entonces y sigamos una sabia y con frecuencia olvidada sentencia: ¡°Los hombres hacen la historia, pero no saben la historia que hacen¡±. Un poco de sobriedad en nuestro trato con la musa no estar¨¢ nunca de m¨¢s.
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