Y se hicieron grandes

El maridaje entre rock y orquesta constituye a menudo un ejercicio de grandilocuencia con resultados solo irregulares, cuando no dudosos. Si tal empe?o proviene de un grupo joven, con solo un par de ¨¢lbumes, puede bordear lo suicida. Pero los madrile?os Vetusta Morla se han instalado con tal precocidad en la audacia que su proyecto sinf¨®nico ¡ªdos pases ayer en el Price, otros dos para hoy, todo vendido¡ª no solo resulta estimulante y seductor, sino a ratos glorioso. El fin de gira de Mapas (107 conciertos, 18 meses, 589.000 espectadores) es la pirueta mortal de un sexteto ambicioso en la mejor de las acepciones, la de la inquietud creadora, pero con los pies en los territorios de la humildad.

Empezaron Pucho y Guillermo interpretando a voz y guitarra, sin amplificaci¨®n alguna, Peque?o desastre animal, y luego, ya con la alineaci¨®n al completo, otras cuatro piezas ac¨²sticas entre las que Los buenos sigue causando asombro. Pero la irrupci¨®n de los 60 int¨¦rpretes de la Orquesta Sinf¨®nica Regional de Murcia constituye una inyecci¨®n de v¨¦rtigo y sorpresa con muy pocos antecedentes en nuestro rock.

En la dif¨ªcil alianza entre canci¨®n y m¨²sica culta no siempre encajan las piezas: al grupo se le nota en Escudo humano algo desubicado, Rey sol muta su mordiente original por ligereza y a Un d¨ªa en el mundo le sobran tics cinematogr¨¢ficos. Pero abundan, en cambio, los hallazgos emocionantes. Canci¨®n de vuelta tiene un arranque delicado de arpa y un final de metales muy Beatle, Maldita dulzura es un crescendo apote¨®sico, el efecto de voz y cuerdas en Copenhague resulta conmovedor y Los d¨ªas raros, con su ricochet de violines, es una absoluta obra de arte.

Los bises, con la banda en formato ¨¢spero y guitarrero, y el percusionista Jorge Gonz¨¢lez destroz¨¢ndose las manos en el bid¨®n, bordearon el delirio. Tres conciertos (ac¨²stico, orquestal y rockero) en uno, y la sensaci¨®n de que el grupo, como uno de sus t¨ªtulos, se ha hecho muy grande.