Desahucios: urge la reforma
Hay que reaccionar con leyes excepcionales a lo que son situaciones excepcionales
Cada nuevo suicidio de un desahuciado resuena como un martillazo en la opini¨®n p¨²blica, as¨ª que no es de extra?ar que por fin los partidos comiencen a moverse.
Todos sabemos lo que ha sucedido con la burbuja inmobiliaria. Las entidades de cr¨¦dito se endeudaron a corto plazo por 300.000 millones de euros en Frankfurt para conceder hipotecas a personas sin la suficiente solvencia. Adem¨¢s, tasaron a precios falsamente elevados, por medio de sus sociedades filiales de tasaci¨®n, tales viviendas. Una irresponsabilidad manifiesta frente a la que el Banco de Espa?a y el Gobierno optaron por mirar hacia otro lado. Los pol¨ªticos se llenaron los bolsillos con jugosas comisiones. Los promotores lanzaron 600.000 viviendas anuales a un mercado sin posibles compradores porque, en definitiva, no era su dinero sino el de la banca el que estaba en juego. Tambi¨¦n much¨ªsimos ciudadanos particulares, cegados est¨²pidamente por el lema ¡°el ladrillo siempre sube¡±, se convirtieron en minipromotores o en simples especuladores, comprando hoy para vender ma?ana, y no dudaron incluso en comprometer todo su patrimonio e incluso el de sus familiares en locas aventuras abocadas al fracaso total. Pero hubo muchos otros ciudadanos que simplemente fueron v¨ªctimas. Ten¨ªan que comprar una vivienda para vivir, ya se sabe que el alquiler tiene mala prensa y es escaso, y se vieron obligados a comprarlas a un precio artificialmente caro que no podr¨ªan pagar si, como ha sucedido, la econom¨ªa del ladrillo explotaba y ellos perd¨ªan su empleo.
Y cuando la crisis ha estallado, el sistema ha funcionado de forma asim¨¦trica e injusta. Las instituciones financieras han pasado sus p¨¦rdidas al estado y sus directivos y empleados se retiran por lo general con magn¨ªficas condiciones; los promotores se declaran en concurso y protegen su patrimonio privado, por otro lado puesto a buen recaudo, en la protecci¨®n que da la figura de la sociedad an¨®nima. Ciertamente no consiguen lo mismo los ciudadanos particulares que jugaron a inmobiliarios, porque a ellos la crisis les est¨¢ devorando todo su patrimonio familiar.
Pero lo que resulta sangrante es lo que sucede con el colectivo que compr¨® una vivienda porque la necesitaba. Cuando pierden el empleo se encuentran no solo sin vivienda, sino endeudados de por vida con esos bancos que tan h¨¢bilmente les tendieron la celada.
Por eso hay que reaccionar con leyes excepcionales a lo que son situaciones excepcionales. Lo dicen los propios jueces que tienen que aplicar la draconiana ley actual; lo dice la justicia europea que no entiende tal desprotecci¨®n del consumidor; lo dice el sentido com¨²n; lo dice la experiencia hist¨®rica, como cuando despu¨¦s de la guerra se congelaron los arrendamientos para que la gente no fuera expulsada de sus hogares.
Urge dar una soluci¨®n al colectivo de ciudadanos que han sido las v¨ªctimas de esta gran estafa y ¨¦sta pasa por aplicar desde ya la daci¨®n en pago y darles la oportunidad de vivir en alquiler moderado en su propia exvivienda. Y quienes crean que eso es modificar retroactivamente los contratos de hipoteca y poner en duda la seguridad jur¨ªdica, deber¨¢n explicarnos porqu¨¦ los bancos no quiebran, como ser¨ªa lo normal, y en su lugar reciben subvenciones y apoyos financieros p¨²blicos masivos para que sigan vivos. Si hay dinero p¨²blico para ayudar a las entidades financieras, con m¨¢s raz¨®n hay derecho a exigir que se ayude a las v¨ªctimas de esta burbuja.
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