La ca¨ªda de la casa de Sharon
El saber hacer de Sharon Fridman se nota a lo grande en Inner, una obra complet¨ªsima y compacta
Sharon Fridman (Hadera, Israel, 1980) y la turinesa Silvia Gribaudi se conocen experta y mutuamente; dir¨ªase que desde 2009 hubo entre ellos un conveniente flechazo est¨¦tico que se ha vuelto productivo. Han trabajado juntos en varias ocasiones a la vez que emprenden proyectos m¨¢s comprometidos como este estreno de anoche. En Madrid, Silvia, a la que llam¨¦ en su momento ¡°artista singular que cultiva el fe¨ªsmo y un humor ¨¢cido¡± se uni¨® a Fridman en un paso a dos titulado In to it presentado al p¨²blico como parte de una obra mayor en proceso. En esa ocasi¨®n usaron el Vocalise de Rachmaninov, y el gran debate esc¨¦nico e ir¨®nico culminaba un ritual ¨ªntimo. Debo reafirmarme en que, ¡°si se cree en la belleza interior, ¨¦sa es la que triunfa¡±. Por esta raz¨®n Fridman ha escogido bien a su compa?era de viaje, si bien es un viaje a ninguna parte. En ella su impudor es la base de su sard¨®nico comportamiento (pasa de madre amant¨ªsima a mantis religiosa) y ¨¦l se regodea en su perfil de m¨¢rtir barroco. El resultado es una obra bell¨ªsima y compacta.
Sharon (artista que va hacia una madurez atendida en sus detalles), en escena libera el enigma con su propio baile, con su acento l¨ªrico y hasta doliente, es un creador con evidentes dotes de invenci¨®n y que tiene muchas cosas que decir. Sus propuestas nunca suenan alambicadas o falsas, por el contrario, dejan una dolorosa huella de autenticidad, reafirman el principio de que la danza contempor¨¢nea debe, cuando se respeta a s¨ª misma, explorar m¨¢s all¨¢ de la autocontemplaci¨®n y el atajo formalista, un camino l¨ªcito tambi¨¦n (?por qu¨¦ no?) que Fridman no lo contempla, y en su riesgo, su severo escorzo al drama, arrastra a quien le acompa?e sobre el escenario. El israelita no se anda con chiquitas y piensa en grande. En Inner los protagonistas apuntalan sus vidas, no una casa. La construcci¨®n es un s¨ªmbolo de lo fallido, un falso refugio.
La constancia comunicativa de Fridman con los arquitectos de 4Play da un segundo fruto tan elaborado como el primero, pero muy diferente, aqu¨ª el fragor deconstructivo se apodera de los elementos y del posible paisaje interior; hay algo de utopista en esas l¨ªneas agresivas que no se quieren sostener por s¨ª mismas, pero no en el sentido de una b¨²squeda ideal sino de entornar sobre el desastre un velo ambiental adecuado. Los deslizamientos sobre la l¨¢mina de agua, sin ser genuinamente originales, tienen un efecto casi narcotizante sobre el espectador aunque la acci¨®n est¨¢ sobreexpuesta como recurso teatral.
El compositor Luis Miguel Cobo, muy activo y presente en la danza madrile?a estos d¨ªas, presenta aqu¨ª su mejor partitura de lo hasta ahora escuchado en teatro Comienza sutilmente hacia un prometedor crescendo que se retoma al final con ¨¦xito en el empaste y las texturas sonoras.
INNER.? Coreograf¨ªa: Silvia Gribaudi y Sharon Friedman; m¨²sica: Luis Miguel Cobo; escenograf¨ªa: Oficina 4Play; luces: Paloma Parra. Sala Cuarta Pared. 17 de noviembre
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