T de tropiezo

Alfredo Sanzol borda los mosaicos de escenas cortas e independientes que funcionan como ¨¢lbumes de cromos de su propia historia. Tanto en las piezas que ha escrito para su compa?¨ªa ¡ªS¨ª, pero no lo soy (una quincena de sketches que nos llegaron bajo el globo giratorio de una disco de los a?os setenta), D¨ªas estupendos (otros tantos en el paisaje de sus veranos), En la luna (otros tantos en plena Transici¨®n), como en las que escribi¨® para las T de Teatre en Delicadas(un entramado de estampas de la vida rural, homenaje expl¨ªcito a su abuela, a las hermanas de esta, a su ¨¦poca)¡ª la memoria, la suya, y hablamos m¨¢s de sensaciones que de recuerdos, es el punto de partida.

Aventura! es su nueva ¨ªdem con las T, pero aqu¨ª el patr¨®n es otro. Preocupado, como todos, por la crisis y angustiado, afirma, por la realidad social que nos rodea, Sanzol deja de mirar hacia atr¨¢s para situarse en el aqu¨ª y ahora e imaginar qu¨¦ pueden llegar a hacer los socios de una empresa barcelonesa ante la oferta de compra de un empresario chino. Y aunque el texto est¨¢ escrito tambi¨¦n a base de escenas cortas, estas ya no son independientes sino que conforman la aventura del t¨ªtulo. El nudo de la trama se presenta cuando los socios se plantean la venta de una compa?era. Como suena. Y no desvelo nada que no conste en la promoci¨®n del montaje. Estamos ante una soluci¨®n radical y provocadora que podr¨ªa dar mucho juego, desencadenar una serie de consecuencias y reflexiones pero que, sin embargo, no acaban de darse.

La nueva estructura no funciona. El conflicto se expone demasiado tarde. Transcurre demasiado tiempo en el planteamiento de la situaci¨®n, en escenas que sirven para dibujar a los personajes pero que quedan un poco en el aire. El montaje busca una linealidad que resulta forzada y que obliga a los personajes que no intervienen en la acci¨®n que se muestra a un estatismo que paraliza el desarrollo. Falla el ritmo. La m¨²sica promete y engancha al principio, pero pierde fuerza a base de repetirse. Y las T, junto con los dos chicos que ya las acompa?aban en Delicadas, derivan el conjunto hacia el terreno de la sitcom televisiva, como si hubieran intervenido m¨¢s que en aquel en el proceso creativo. La cuesti¨®n es que Aventura! es lo menos Sanzol de Sanzol. A excepci¨®n de la primera escena, a cargo de Albert Ribalta, me cuesta reconocer su impronta. Una pena.