Mamet: crimen y castigo
En 'La anarquista', estrenada en el Espa?ol, David Mamet reproduce la f¨®rmula de ¡®Oleanna¡¯ con mucha menos fortuna
El t¨ªtulo se presta a equ¨ªvoco: La anarquista no es una comedia sobre la revolucionaria Emma Goldman, acusada de inspirar el asesinato del presidente McKinley, sino un careo entre una funcionaria de prisiones cristiana y una terrorista, personaje inspirado en las activistas del Black Liberation Army, que en 1981 mataron a dos polic¨ªas y a un guardia durante el asalto a un furg¨®n blindado. A una de ellas, Judith Clark, que renunci¨® a que la defendiera un abogado, le cayeron 75 a?os de prisi¨®n, aunque nadie la acus¨® de haber empu?ado un arma. Es la ¨²nica que sigue en la c¨¢rcel, donde impuls¨® un programa contra el sida y donde educa a otros reclusos que viven con sus hijos. Actores como Kevin Kline y Glenn Close han le¨ªdo p¨²blicamente cartas al gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, pidiendo clemencia.
LA ANARQUISTA
Autor: David Mamet. Versi¨®n y direcci¨®n: Jos¨¦ Pascual. Int¨¦rpretes: Mag¨¹i Mira y Ana Wagener. Teatro Espa?ol, sala peque?a. Hasta el 27 de enero.
En ese contexto, Mamet ha escrito un desconcertante di¨¢logo dram¨¢tico entre Cathy, presa que, tras 35 a?os en chirona, ha abrazado la fe cristiana, y Ann, funcionaria que duda de que su rehabilitaci¨®n sea cierta. El tema de La anarquista no parece pol¨ªtico, sino moral: la posibilidad del arrepentimiento, de abrazar la fe y del perd¨®n frente a la venganza. Cathy no solo reniega de lo que fue, sino que ha escrito un libro en el que relata su conversi¨®n: si la liberan, ser¨¢ su fuente de ingresos. El tour de force entre ambas no tiene la agudeza ni el vigor del que entablan los dos protagonistas de Oleanna, ni su exquisita polisemia, pero se sigue con atenci¨®n por el trabajo tit¨¢nico que llevan a cabo Mag¨¹i Mira y Ana Wagener, sus int¨¦rpretes, que disparan el texto a toda pastilla, pis¨¢ndose las r¨¦plicas sin pesta?ear, lo cual no quita que en la celebrada naturalidad de la escritura de Mamet advirtamos cierto manierismo.
Cuando m¨¢s pendientes estamos de a d¨®nde va a parar la esgrima verbal entre la presa anhelante de libertad y la carcelera insobornable, la funci¨®n, ya en sus minutos finales, pega un artificioso giro, que no desvelar¨¦. Mamet toma partido: hay un personaje mentiroso, cuyas razones quedan escasamente defendidas (y cuyas verg¨¹enzas son aireadas), y otro del que poco se nos cuenta y al que la honestidad se le supone, como el valor a los soldados, sin haber combatido. Jos¨¦ Pascual, director del montaje, que nos sirvi¨® Oleanna en bandeja de plata dos d¨¦cadas atr¨¢s, no consigue sacar petr¨®leo de donde no lo hay. En Nueva York, La anarquista, estrenado a la vez que en Madrid, se ha estrellado. No es de extra?ar: su productor anuncia que retirar¨¢ la funci¨®n el 16 de diciembre.
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