Sanidad, regreso al pasado
Escribo cargado de nostalgia, pero, sobre todo, de desesperaci¨®n. Desde antes incluso de la Ley General de Sanidad del 1986, presumimos de tener uno de los sistemas sanitarios m¨¢s envidiados y m¨¢s equitativos del mundo. A que fuera as¨ª contribuyeron muchos factores. Entre otros la confluencia en la Espa?a de los 70 de dos circunstancias muy positivas: la creaci¨®n de una red amplia y dotada de nuevos hospitales p¨²blicos y la implantaci¨®n del sistema MIR. Sobre todo, creo que fue decisiva la voluntad colectiva de personas y partidos pol¨ªticos para dotarnos de un sistema de salud de cobertura total y alcance universal. La Ley General de Sanidad no hizo sino oficializar el sistema.
Hoy todo ello se desmorona. Con el pretexto de los recortes se apuntan argumentos que juegan al equ¨ªvoco por no calificarlos de falaces. Lo que est¨¢ ocurriendo en la Comunidad de Madrid resulta demostrativo y merece unos comentarios. No me referir¨¦ a las formas, carentes del m¨¢s m¨ªnimo respeto al ciudadano, donde el l¨®gico di¨¢logo con las partes interesadas previo a cualquier decisi¨®n de un calado como las que se est¨¢n tomando, se ha sustituido por el ordeno y mando de ¨¦pocas pret¨¦ritas. Tampoco a la inequidad y desprecio al colectivo de m¨¢s edad que representan medidas como las del euro por receta. Ni siquiera comentar¨¦ la aberraci¨®n de querer cerrar el hospital de La Princesa.
Me centrar¨¦ en el tema de la privatizaci¨®n, una palabra que parece quemar a nuestra administraci¨®n. La primera reacci¨®n es negar la mayor: no se privatiza, se externaliza. Curioso que todo el mundo lo entienda de otro modo. Lo confirman los profesionales que salen masivamente a la calle o se declaran en huelga, las asociaciones, todos los sindicatos del sector, las sociedades cient¨ªficas, las firmas de m¨¢s de 600 jefes de servicio y de cerca de un mill¨®n de ciudadanos madrile?os, y hasta el propio Colegio de M¨¦dicos en una de las m¨¢s duras declaraciones que se recuerdan. ?Estaremos todos confundidos? As¨ª lo afirman por activa y por pasiva el presidente de la Comunidad y su equipo de gobierno. Negar la evidencia resulta muy dif¨ªcil. No hace mucho tiempo el anterior Consejero de Sanidad requer¨ªa p¨²blicamente a las entidades privadas del sector para comentar lo que seg¨²n la propia convocatoria denominaba ¡°oportunidades de negocio¡± en el campo de la sanidad madrile?a.
Si hay negocio,
?por qu¨¦ renunciar a ¨¦l?
Apl¨ªquense los beneficios
a mejorar el sistema
Si hay negocio ¡ªy lo de ¡°externalizar¡± la gesti¨®n debe serlo, porque en caso contrar¨ªo no interesar¨ªa a ninguna entidad privada¡ª, ?por qu¨¦ renunciar a ¨¦l?. Apl¨ªquense los beneficios a mejorar el sistema y no al lucro ajeno. Descartada por inmoral ¡ªy por delictiva¡ª la hip¨®tesis de querer favorecer a amigos o a determinados grupos empresariales, apenas quedan dos interpretaciones posibles. Confesi¨®n palpable de incompetencia manifiesta, o asunci¨®n consentida de una peor calidad, bien por reducirse las prestaciones ofrecidas, bien por hacerlo el alcance de las mismas.
Lo de la incompetencia parece que se asume sin ning¨²n rubor. S¨®lo as¨ª se entiende que el Consejero de Sanidad critique las n¨®minas de los empleados p¨²blicos y hable de rigidez en la gesti¨®n. A partir de ah¨ª no deber¨ªa llamarle la atenci¨®n que estos mismos empleado se rebelen contra sus propuestas. Sus afirmaciones sugieren el deseo de quitarse de encima personas y sueldos y dejar que sean las nuevas empresas gestoras quienes lleven la voz cantante en este terreno. En todo caso los datos nos indican que tanto a nivel hospitalario como en atenci¨®n primaria el n¨²mero de profesionales por habitante est¨¢ bastante por debajo de la media europea. Adem¨¢s, la administraci¨®n tiene recursos funcionales suficientes para exprimir el rendimiento de sus empleados y modificar en sentido positivo horarios, prestaciones, etc. en la medida en la que lo considere m¨¢s adecuado para lograr esa m¨¢gica eficiencia a la que tanto se invoca. Las grandes diferencias existentes en el propio sistema en cuanto a rendimientos comparados de unos y otros centros pueden ser utilizadas como instrumento.
Renunciar a actuar representa una dejaci¨®n de funciones, se mire como se mire. Ya es curiosa la referencia a Zapatero de Fern¨¢ndez-Lasqquety. Zapatero nunca ha tenido competencias sobre la sanidad de Madrid, ni fue a ¨¦l a quien se le ocurri¨® la peregrina idea de sacar votos llenando la periferia de Madrid de unos hospitales que ahora parecen no hacer falta. Y si la alusi¨®n es para decir que ¡°no hizo nada¡±, esa es la v¨ªa escogida por el gobierno regional. Los pol¨ªticos est¨¢n para resolver los problemas no para quit¨¢rselos de encima.
Si con la ¡°externalizaci¨®n¡± se pretende resolver un problema de costes y ello va a generar beneficios econ¨®micos a terceros, caben muy pocas interpretaciones. Todas malas para el devenir del sistema: reducir personal y sueldos, limitar prestaciones, y/o establecer criterios de exclusi¨®n total o parcial en el acceso a la salud para determinados colectivos que, por cierto, siempre suelen ser los m¨¢s desfavorecidos: pobres, emigrantes o pensionistas.
Un par de comentarios finales. Argumentar con el peso de los votos no es de recibo. No lo es tanto por el hecho de que las decisiones propuestas se oponen a las que aparec¨ªan en el programa del partido gobernante, cuanto por el desprecio hacia esos votantes cuando se hace o¨ªdos sordos a una protesta que alcanza niveles de clamor. Por ¨²ltimo llama la atenci¨®n el silencio de la Administraci¨®n central. Un silencio que s¨®lo cabe interpretar como c¨®mplice de quien observa los resultados de un experimento que, previsiblemente, pretende generalizar en todo el estado.
Jos¨¦ Manuel Ribera Casado, catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad Complutense.
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