La cultura como parque tem¨¢tico
Ha aumentado el uso social del catal¨¢n pero sin acceder a una mayor proyecci¨®n significativa como lengua de cultura exigente
A estas alturas ni tan siquiera se sabe cu¨¢ntos ciudadanos asistieron a la manifestaci¨®n del 11-S. Y adem¨¢s, al hilo de las intervenciones desafortunadas del ministro Wert, m¨¢s interesado por confrontar que por concertar una reforma educativa, se ha recuperado el mantra ancestral que identifica la esencia de Catalu?a con la lengua catalana, es decir la que usa de modo habitual un 50% aproximado de la sociedad catalana.
?En una extrapolaci¨®n comparativa, si sumamos el conjunto del electorado de signo m¨¢s menos nacionalista que hipot¨¦ticamente cree que la lengua catalana es la esencia de Catalu?a, la desproporci¨®n entre esa suma y la difusi¨®n del libro en catal¨¢n plantea una paradoja porque, si se nos dice que cada vez hay m¨¢s nacionalistas, tambi¨¦n se constata que disminuye el n¨²mero de lectores. Algo as¨ª como 1.800.000 votantes, con una tirada media de 2.500 ejemplares en el libro en catal¨¢n.
De aceptarlo como consecuencia de una crisis econ¨®mica que afecta a todos los ¨ªndices culturales, incluso al que ¡ªseg¨²n el nacionalismo esencialista¡ª constituye la identidad irrenunciable de Catalu?a, hagamos otra comparaci¨®n: sumemos el n¨²mero de afiliados a los partidos de una u otra concreci¨®n nacionalista y cotejemos la cifra resultante ¡ªunos 100.000¡ª con los ¨ªndices en estancamiento de la lectura de libros en catal¨¢n. Puesto que la desproporci¨®n sigue siendo notoria, reduzcamos el mercado potencial del libro en catal¨¢n a quienes est¨¢n en las instituciones porque han hecho bandera de la lengua o al menos as¨ª se presentaron a unas u otras elecciones. Solo los concejales son m¨¢s de 6.000. Incluso as¨ª, ya tan limitado el espectro, sigue siendo constatable la desproporci¨®n. En fin, la vocaci¨®n nacionalista no implica la voluntad de comprar y leer libros en catal¨¢n.
No est¨¢ claro qu¨¦ repercusi¨®n han tenido ya los largos a?os de inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica, la vindicaci¨®n soberanista o la espuma independentista. Habr¨¢ aumentado el uso social del catal¨¢n ¡ªutilitario¡ª pero sin acceder a una mayor proyecci¨®n significativa del catal¨¢n como lengua de cultura, como lengua de cultura exigente, intelectualmente competitiva, literariamente creativa. Ni tan siquiera es constatable que en la comunidad universitaria los estudios de filolog¨ªa catalana garanticen indagaciones de gran prestigio, sino el apego a una cierta mediocridad corporativista. De ah¨ª la falta de aportaci¨®n a un g¨¦nero como el ensayo, vital en estos momentos de cambios globales y que en Catalu?a se circunscribe mayoritariamente al temario del anhelo catal¨¢n, la frustraci¨®n catalana, la imposibilidad de ser parte de Espa?a y las ventajas financieras de independizarse. Un reduccionismo as¨ª impide pensar sobre el mundo de hoy. Lo reconocen no pocos editores, por lo mismo que se lamentan los profesores universitarios agobiados por el escalaf¨®n y la inmersi¨®n nacionalista. Es un d¨¦ficit claro de creatividad y no parece atribuible a imposiciones genocidas de la lengua castellana. Muy al contrario: a mayor d¨¦ficit de creatividad, mayor super¨¢vit de institucionalizaci¨®n del catal¨¢n. Har¨ªa falta una prospecci¨®n ecu¨¢nime que las actuales circunstancias pol¨ªticas hacen pr¨¢cticamente imposible. Al contrario, nos estamos retrotrayendo a los h¨¢bitos del victimismo ling¨¹¨ªstico precisamente cuando la lengua catalana es la lengua vehicular del sistema educativo, la lengua imperante en la Administraci¨®n, la lengua de los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n y de los subvencionados, incluso la lengua por cuota del ock and roll catal¨¢n.
En un pasado no tan lejano, se hubiese dicho que la aspiraci¨®n consist¨ªa en lograr un cuerpo sustantivo de literatura y de vitalidad intelectual que las trabas hist¨®ricas al uso tan leg¨ªtimo del catal¨¢n imped¨ªan. Ahora, a falta de un reset copernicano, vemos recaer la cultura catalana en el deber de afirmaci¨®n nacionalista, como en los tiempos semiheroicos de los juegos florales, el excursionismo pedag¨®gico, la solidaridad de orfe¨®n y el debate en el casino carlista-federal. No es por ponernos apocal¨ªpticos, pero es que la cultura de Catalu?a puede acabar siendo un parque tem¨¢tico.
Valent¨ª Puig es escritor.
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