Cesc, en 9.000 dibujos
La Biblioteca de Catalunya cuelga en la red las ilustraciones originales del popular dibujante, incluidas las que la censura impidi¨® publicar en prensa
¡°?Alg¨²n desagravio, pap¨¢?¡±, comenta el ni?o al pasar por el ¨²nico nicho del cementerio recargado hasta el rid¨ªculo de flores. ¡°Y ahora resulta que no s¨¦ si no fumo porque el tabaco me resulta m¨¢s caro o porque no encuentro¡±, reflexiona un humilde hombre, sentado taciturno en un banco¡ Son dos de la mir¨ªada de chistes que Francesc Vila Rufas (Barcelona, 1927-2006) realiz¨® en sus 37 a?os como caricaturista en la prensa catalana bajo la firma Cesc, como le llamaban de peque?o en casa. El primero era para El Correo Catal¨¢n; el segundo, unos a¨²n m¨¢s grises a?os antes, para el Diario de Barcelona. Ambos comparten que fueron censurados; y ahora, que pueden verse despu¨¦s de que la Biblioteca de Catalunya los haya colgado en la red junto a los casi 9.000 dibujos originales que lleg¨® a crear a lo largo de su vida, con estilo y tono inconfundibles, uno de los dibujantes m¨¢s populares de la Catalu?a de posguerra.
?La adquisici¨®n que la biblioteca hizo de los fondos de Cesc entre 2008 y 2009 permite ahora, ¡°tras m¨¢s de un a?o de trabajo y un coste, sin a?adir el del personal, de 0,50 c¨¦ntimos por dibujo¡±, apunta la directora del centro, Eug¨¨nia Serra, esta inmensa exposici¨®n de su obra (http://mdc.cbuc.cat/cdm/search/collection/dibucesc), que contrasta con la primera que hizo en su vida, en 1943, con s¨®lo 16 a?os, en la Sala Rovira de Barcelona, prometedora pero de escaso eco y cat¨¢logo.
La virtual ¡ªque clasifica toda la producci¨®n en 105 carpetas, que al abrirse muestran la serie de dibujos datados y que permite su copia s¨®lo ¡°con finalidad de estudio o investigaci¨®n¡±¡ª ofrece, en cambio, la posibilidad de ver su trabajo en carteles, su producci¨®n bibliogr¨¢fica o su notable labor en publicidad (con encargos para marcas como Cinzano, Perrier, Nescaf¨¦, Philips¡).
La ¡®exposici¨®n digital¡¯ re¨²ne
Profundizando en las sorpresas, la ingente digitalizaci¨®n permite ver la evoluci¨®n t¨¦cnica de Cesc, ya que las carpetas incluyen desde dibujos originales de 1934, cuando con siete a?os pareci¨® haber heredado ya la gracia de su padre, el reputado Joan Vila, D'Ivori, hasta su muerte. De cuando contaba 12 son los esbozos de compaginaci¨®n de la revista En Jep¨®, que en 1939 ya firmaba como Cesc, as¨ª como los 24 originales y pruebas de otra publicaci¨®n que perge?aba, Joanet.
El grueso de los millares de originales se lo lleva las colaboraciones en revistas, en cabeceras que van desde Cavall Fort a Punch. Y, por encima de todas, las realizadas en la prensa informativa. A pesar de que admit¨ªa que le era una tortura, su labor con la vi?eta diaria o semanal le ocup¨® casi cuatro d¨¦cadas, en particular las de prensa. Empez¨® en 1952 en el Diario de Barcelona para saltar al Tele/eXpres (1964-1968), seguir en El Correo Catal¨¢n (1968-1975); pasar al Avui (1976-1987 y terminar en el Diari de Barcelona (1987-1989). Compagin¨¢ndolo, colaboraciones varias, entre las que destacan las destinadas a Gaceta Ilustrada (1959-1970).
Cada una tiene sus ventanas, pero tambi¨¦n las hay espec¨ªficamente para los dibujos censurados en algunas de ellas. La m¨¢s gruesa, la del Diario de Barcelona, con 88 ilustraciones que no vieron la luz, algunas marcadas con el m¨ªtico (pero real) l¨¢piz rojo. Bajo un trazo aparentemente simple y amable, casi po¨¦tico, que fue cogiendo grosor estil¨ªstico y mayor carga de profundidad, Cesc fue forjando su voz a partir de fijarse siempre en las cuitas de la gente m¨¢s humilde y la t¨¢cita manipulaci¨®n que sufr¨ªan por las clases dirigentes.
La carest¨ªa de los productos b¨¢sicos, la manipulaci¨®n ideol¨®gica de la radio y la televisi¨®n p¨²blica y la influencia ya del imperialismo americano predominan en los contenidos. ¡°Dese un poco m¨¢s de prisa que ahora los se?ores pasajeros pagan seis reales¡±, le dice un conductor de un troleb¨²s averiado a un t¨¦cnico que intenta hacer una chapuza con los cables el¨¦ctricos: el a¨²n eco de la huelga de tranv¨ªas de 1951, la primera contestaci¨®n masiva desde la guerra civil, se dejaba notar a¨²n a?os despu¨¦s.
R¨¢pidamente en el punto de mira de los censores, los continuados problemas que comportaban sus dibujos (¡°?No se?ores! El castillo se destinar¨¢ a museo¡±, intenta frenar un guardia a una familia de pobres dispuestos a instalarse con sus b¨¢rtulos en el castillo de Montju?c) fue lo que provoc¨® su marcha del Brusi en 1962. No moderar¨ªa su inocente humor ni en la etapa de El Correo Catal¨¢n (11 dibujos no aparecidos se recogen), ni en Tele/eXpres (s¨®lo cuatro), pero las cabeceras eran m¨¢s abiertas y la censura, a veces, falsamente m¨¢s laxa. Si bien pod¨ªa morder en cualquier momento por lo m¨¢s nimio; as¨ª, en Gaceta Ilustrada (media docena de vi?etas prohibidas), un cosmonauta que s¨®lo divisa desde el espacio una inmensa plaza de toros en el centro de la pen¨ªnsula ib¨¦rica nunca vio la imprenta, como otro que sobre el ep¨ªgrafe ¡°Viviendas subvencionadas¡± muestra bloques alt¨ªsimos de puro cemento, con ventanas min¨²sculas. No hay gente, no hay vida, no hay humanidad en esa construcci¨®n: ah¨ª mord¨ªa dulcemente Cesc.
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