Un r¨ªo eterno
Dominique A, ha ido cimentando su popularidad a base de un trabajo sordo
Mal andan los tiempos. Cierto, no es noticia, pero la desolaci¨®n que produce contemplar c¨®mo salas que antes se llenaban con artistas de tir¨®n ahora apenas alcanzan la media entrada hace que un velo de tristeza cubra la mirada. Ya no es tanto cuesti¨®n de que cada persona pueda estar mejor o peor, dado que el abatimiento se manifiesta en casi cada rinc¨®n. Pudo verlo Dominique A, un artista que ha ido cimentando su popularidad en Barcelona y en el resto de Espa?a a base de un trabajo sordo que no ha sido particularmente favorecido por las modas sino por la determinaci¨®n de un artista a la antigua usanza, de los que crecen poco a poco.
A¨²n con todo, y probablemente por ese trabajo, Dominique mantiene una respetable cantidad de seguidores a los que adem¨¢s ofreci¨® un concierto impecable. Y eso que en algunos elementos, quiz¨¢s no de calado, se manifest¨® algo diferente al Dominique A visto en anteriores ocasiones. El franc¨¦s, con un cuello y una cabeza de firmeza marm¨®rea que evocan la p¨¦trea rotundidad de los mo¨¢is de la isla de Pascua, ofreci¨® su cara menos tensa, manifestando un gui?o al sosiego apenas sugerido en visitas anteriores. Tuvo que estar mediado el concierto para que al son de piezas como Inmortals comenzase a golpear el aire con su cabeza de forma acompasada con los hachazos que con su guitarra marcaron los acentos r¨ªtmicos de la pieza.
Con un cuarteto de apoyo en el que en ocasiones se omiti¨® el bajo para sonar con tres guitarras, caso por ejemplo de piezas como Le Convoi, Dominique exprimi¨® su voz, matizada pero robusta, en un repertorio pautado en buna medida por las canciones, dulces en la medida que Dominique apura la dulzura, de Vers les lueurs, su ¨²ltimo trabajo. Pero en lo esencial, el artista se mantuvo fiel a sus ra¨ªces, hundidas en ese caudal inagotable llamado chanson que ¨¦l articula en sentido contempor¨¢neo con su personalidad rockera. Ese es el gran hecho diferencial de los artistas franceses, una tradici¨®n musical que se ha mantenido vigente y con la que no ha habido interrupciones. Por eso esa capacidad de sonar tenso y rockero mientras los requiebros mel¨®dicos elevan canciones tan hermosas como Contre un arbre, una de las muchas canciones hermosas que sonaron en un Apolo en el que una vez iniciado el concierto se pudo olvidar casi todo. Incluso la tristeza.
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