M¨²sica de fregar los platos
Hay una relaci¨®n entre el dinero y el ruido, y, si la prosperidad es mucho menos callada que la miseria, las casas de calidad pobre son siempre m¨¢s ruidosas que las de calidad rica
Ha cambiado la voz de las calles, o as¨ª lo siento cuando salgo de noche despu¨¦s del trabajo, en Nerja, en la frontera entre M¨¢laga y Granada. Hay menos luz y menos ruido, menos gente, menos bares, menos coches que hace un a?o. Es como si la ciudad fuera una m¨¢quina tragaperras que no suena si no echas dinero, o suena menos si le echas menos, como si a menor dinero en circulaci¨®n, hubiera menos circulaci¨®n de personas y veh¨ªculos y electricidad. Hay una relaci¨®n entre el dinero y el ruido, y, si la prosperidad es mucho menos callada que la miseria, las casas de calidad pobre son siempre m¨¢s ruidosas que las de calidad rica.
Bajo estos d¨ªas la calle Angustias, cruzo la calle Pintada, entro en la calle Trancos y oigo mis pasos como no los o¨ªa antes, cuando no cerraban negocios y no parec¨ªan tan nubladas las farolas. La m¨²sica es, siempre nos recuerda algo, y los pasos por la calle Trancos, empedrada, de pronto me sonaron la otra noche a cuando andaba muerto de miedo, de ni?o, por la calle Oficios, en Granada, una calle de una negrura intimidatoria. All¨ª estaba, antes de llegar a la Capilla Real, la entrada a la sacrist¨ªa de mi parroquia, el Sagrario, enfrente del peri¨®dico local del Movimiento Nacional, Patria, que ocupaba un edificio muy sonoro, de luces zumbantes de tubo fluorescente, al ritmo de las m¨¢quinas que imprim¨ªan Patria.
Donde estaba el diario Patria est¨¢ hoy el Centro Jos¨¦ Guerrero. Hay all¨ª ahora una exposici¨®n sobre m¨²sica, sobre el ruido y la realidad, o, m¨¢s que una simple exposici¨®n, una exposici¨®n-concierto. Presenta actuaciones, im¨¢genes, testimonios, composiciones, acciones e inventos de artistas m¨¢s o menos m¨²sicos de los primeros setenta a?os del siglo pasado, un cap¨ªtulo de la historia del arte moderno, de los tiempos ingenuos en que se pensaba que el arte no es s¨®lo un tesoro venerable en manos del Estado, la Iglesia y las finanzas. Vemos, e incluso o¨ªmos alguna vez, instrumentos tradicionales y piezas para pianos y violines y tubas, aunque la partitura se limite a indicarle al int¨¦rprete que rompa el viol¨ªn, como en Solo para viol¨ªn (1962), de Nam June Paik. Un piano abierto recibe la visita de los limpiadores, que con un plumero y un cepillo le arrancan de vez en cuando una nota. Estamos oyendo Musique de Toilette, de Marinetti y Calderone, firma doble que suena a d¨²o de payasos.
Pero tambi¨¦n podemos toparnos con una orquesta de c¨¢mara para coches que al aire libre encienden y apagan luces, arrancan y aceleran, ponen la radio y activan el limpiaparabrisas, como en Puesta de sol con motor de veh¨ªculo (1960), de George Brecht. Estoy escribiendo y me paro a o¨ªr los ruidos que me llegan de la plaza de la Ermita. ?Qu¨¦ oigo a las seis y diez de la tarde? Hace tres horas estaba fregando y o¨ªa la m¨²sica de fregar los platos, percusi¨®n y viento, chorro de agua y cristal y metal, y me acordaba de una obra de John Cage, Paseo acu¨¢tico (1959), para hornillo el¨¦ctrico, batidora, olla expr¨¦s, piano, radio, gong, trozo de tuber¨ªa, ba?era y otros instrumentos. Con esa pieza Cage recorr¨ªa como atracci¨®n los concursos televisivos, y no es raro, porque toda esta m¨²sica ins¨®lita es festiva, de feria. Cumple la regla esencial del arte: produce placer. Suena a risa, esa risa que controlamos en momentos demasiado solemnes, sacralizados, repetidos y repetidos con grandilocuencia de altos dignatarios o de sala de conciertos-catafalco para m¨²sicos y p¨²blico vestidos de cad¨¢veres. Otros m¨²sicos de la exposici¨®n son Ligeti, Stockhausen, Charles Chaplin o Buster Keaton.
La m¨²sica de John Cage ¡®Paseo acu¨¢tico¡¯ cumple la regla esencial del arte: produce placer
Aqu¨ª pocos hemos aprendido a leer m¨²sica, pero voy a elegir entre las partituras que propone el Centro Jos¨¦ Guerrero una f¨¢cil, para interpretarla a la manera en que en otros pa¨ªses se reun¨ªa la familia los domingos a tocar un terceto o un cuarteto de cuerda: M¨²sica de cuarto de estar (1965), de Tom¨¢s Marco, dedicada a la memoria de Richard Strauss. El instrumental es un piso de clase media, ventanas que se abren, ruidos de la calle y del patio, persianas, hojas de peri¨®dico, aparatos, muebles, personas. Como la m¨²sica estimula el recuerdo, la obra de Marco acaba de devolverme a la memoria que en casa de mis padres las irritaciones m¨¢s profundas se traduc¨ªan en silencios a¨²n m¨¢s profundos. Para quien no quiera pensar en privacidades y prefiera una reflexi¨®n pol¨ªtica en estos d¨ªas de pr¨¢cticas y consignas gubernamentales en favor del desaliento, la angustia, el miedo y la impotencia de masas, sugiero la Pieza de pared para orquesta (1962), de Yoko Ono, una pared blanca con una leyenda: ¡°Daos de cabeza contra la pared¡±.
M¨²sica y acci¨®n. Jos¨¦ Antonio Sarmiento, comisario. Centro Jos¨¦ Guerrero, Granada. Hasta el 3 de marzo. Justo Navarro es escritor. Su ¨²ltima novela publicada es El esp¨ªa (Anagrama)
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