Lo que vale una canci¨®n
Llevaba m¨¢s de tres a?os sin presentar disco, pero parece evidente que Aaron Thomas no ha perdido el poder de convocatoria en su ciudad de acogida. La sala Siroco presentaba anoche uno de esos llenos sudorosos y claustrof¨®bicos para asistir al estreno de The blues and trees, tercer ¨¢lbum del cantautor de Tasmania, pese a que este trabajo a¨²n no llegar¨¢ a las tiendas hasta la pr¨®xima semana. No importa: Thomas es un valor muy seguro y los asistentes tuvieron oportunidad de hacerse con un ejemplar antes que nadie. ¡°He tra¨ªdo una caja enorme de discos para vender, porque tengo la nevera vac¨ªa¡±, anunci¨® el artista con ese ingenio de quien bromea inspir¨¢ndose en hechos reales.
Desvelado por fin el misterio, parece evidente que el australiano criado en Ucrania y enraizado en Madrid sigue encarnando uno de los fen¨®menos m¨¢s at¨ªpicos y hechiceros que le han acontecido a esta ciudad. Lo que en el segundo disco, Made of wood, sonaba rutilante aqu¨ª se ha transformado en pura emotividad. Aaron no le tiene miedo a la primera persona y le extrae m¨¢s partido que nunca a una garganta deliciosa, sobre todo cuando apura la parte aguda de la tesitura. La sensacional How we got started son¨® como la confesi¨®n de un hombre que asume su vulnerabilidad. Igual que Night time, balada con acorde¨®n y regusto a derrota.
Thomas proviene de las ant¨ªpodas, se afianza en la vieja Europa y apunta hacia la Costa Oeste: tres guitarras que entretejen h¨¢biles arpegios, las exquisitas segundas voces de Rebecca Lander, las pinceladas ocasionales de la violista Alisha Buttke. El hombre y su obra constituyen un mapamundi en s¨ª mismos, siempre con influencias particularmente nobles: Kamikaze remite al country-rock que ya no acierta a escribir Ryan Adams, Ray Lamontagne asoma en los pasajes m¨¢s desgarrados y, salvando las distancias, I'm sorry adquiere ese tono doliente con el que Roy Orbison nos derret¨ªa las entendederas. Nadie conoc¨ªa el repertorio, pero no import¨®. Sin artificios ni florituras, Thomas demostr¨® ayer lo (mucho) que vale una canci¨®n bien hecha.
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