?C¨®mo est¨¢ lo m¨ªo?
En Espa?a, la democracia es estable, pero el equilibrio entre sociedad civil, Estado y partidos no se ha dado
De golpe nos preguntamos qu¨¦ pasa con el pa¨ªs en el que vivimos. C¨®mo puede ser que hayamos convivido todos estos a?os de democracia con pol¨ªticos corruptos. ?Los hemos elegido mal? ?O es la pol¨ªtica, que todo lo ensucia y que siempre reincide? Mucho se ha escrito estos d¨ªas al respecto. Lo m¨¢s sensato es entender la excepcionalidad del momento en clave de obsolescencia general del sistema pol¨ªtico construido a finales de los a?os 70. Un sistema pol¨ªtico, que si bien rompi¨® con una forma dictatorial y autoritaria de dirigir el pa¨ªs, permiti¨® grandes continuidades en el estilo corporativista y patrimonial de hacer negocios y de articular relaciones entre poder y sociedad. Paolo Farnetti, disc¨ªpulo de Bobbio, distingu¨ªa entre sociedad civil (con sus instituciones clave, mercado y comunidad), Estado (con sus aparatos burocr¨¢ticos, judiciales, represivos, etc.) y sociedad pol¨ªtica (partidos, asambleas representativas...). Y sosten¨ªa que era esencial un equilibrio entre esas tres componentes para que la democracia se consolidara. En Espa?a, la democracia es estable, pero el equilibrio no se ha dado. A causa de la debilidad de la sociedad civil y la relativa debilidad del Estado, el espacio democr¨¢tico ha sido ocupado por unos partidos que han tendido a establecer relaciones de patronazgo con los aparatos estatales, usando patrimonialmente el poder y generando relaciones clientelares con la sociedad y especialmente con aquellos m¨¢s dispuestos a aprovecharse de esas estructuras de decisi¨®n.
Como afirm¨® hace ya tiempo el profesor Fuentes Quintana, de todos los pa¨ªses europeos, Espa?a es el pa¨ªs en el que el capitalismo corporativo (con su mezcla de favores y contubernios entre dirigentes pol¨ªticos y grandes corporaciones empresariales) cuenta con ra¨ªces m¨¢s viejas y poderosas. El intervencionismo discrecional y amiguista, en forma de econom¨ªa de la recomendaci¨®n, constituye la base de ese capitalismo corporativo. Disponemos de un Estado de matriz napole¨®nica, pero con recursos limitados. Centralista, opaco y duro con los d¨¦biles, pero sin capacidad efectiva para imponerse a los poderosos. No puede, por tanto, sorprendernos que la pol¨ªtica se haya ido entendiendo como un mecanismo de conexi¨®n con los beneficios derivados del ejercicio del poder y del control de la burocracia. Los partidos que han ido turn¨¢ndose en el poder se han hecho fuertes conviviendo y aprovechando las ventajas de la intermediaci¨®n, buscando ser ellos los que respondieran ahora al cl¨¢sico ¡°?c¨®mo est¨¢ lo m¨ªo?¡±.
Los j¨®venes no disfrutan de las ventajas de ese sistema y sufren en sus expectativas de futuro los efectos de una sociedad cerrada y clientelar
En ese escenario, la sociedad ha tendido a desresponsabilizarse. Ha esperado mucho del poder pol¨ªtico y al mismo tiempo le ha imputado los fallos del orden social. Pero siempre desde lejos. Como si la cosa no fuera con ellos. Pero, lo cierto es que ahora ese ejercicio de delegaci¨®n y desresponsabilidad ya no da m¨¢s de s¨ª. Los j¨®venes, los que no vivieron la Transici¨®n, no disfrutan para nada de las ventajas de ese sistema, y sufren en sus carnes y en sus expectativas de futuro los efectos de una sociedad cerrada y clientelar. La Transici¨®n no puso un punto y aparte con las tradiciones de amiguismo y conchabeo. Signific¨® un punto y seguido, con algunos cambios en el casting. Ahora la cosa ya no sirve, incluso para los que siempre se aprovecharon de la misma, y aflora toda la pestilencia. La divisi¨®n de poderes se fundamenta en los mecanismos de desconfianza cruzada, cl¨¢sicos del liberalismo. Pero, la ¡°v¨ªa espa?ola¡± alter¨® esas pautas y puso las bases para una contaminaci¨®n cruzada de favores ¡ª¡°hoy por ti, ma?ana por mi¡±¡ª entre gobernantes, diputados y jueces, mezclando en el juego a la misma instituci¨®n mon¨¢rquica, aliment¨¢ndose todos ellos de los privilegios del poder y de los rendimientos de concesiones, autorizaciones y normas que favorec¨ªan a negocios amigos.
Desmontar ese entramado, romper con esas rutinas, no ser¨¢ f¨¢cil. La desconfianza actual puede aprovecharse para construir un sistema de cautelas fundada en la capacidad de activaci¨®n de una sociedad civil renovada y fortalecida con nuevos instrumentos de informaci¨®n, control y difusi¨®n. M¨¢s transparencia, m¨¢s protagonismo civil en selecci¨®n de gobernantes. M¨¢s capacidad de decidir directamente en espacios y temas hoy secuestrados por las instituciones. No hemos de tirar al ni?o (la democracia) con el agua sucia (la corrupci¨®n), pero s¨ª que hemos de reivindicar, con toda la energ¨ªa posible, que ya no somos tan ni?os.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de laUAB
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