El ¡®Libro rojo¡¯ y el Tao
¡®Ping Pang Qiu¡¯, espect¨¢culo de Ang¨¦lica Liddell sobre la Revoluci¨®n Cultural china, entra por la piel antes que por el intelecto
Cuando en Maldito sea el hombre que conf¨ªa en el hombre, Ang¨¦lica Liddell se sentaba frente a uno de sus acr¨®batas chinos, comenzaban a respirar juntos y, mirada contra mirada, ella esbozaba una sonrisa visceral, la verdad arrebatadora de esa relaci¨®n incipiente contradec¨ªa toda la ira que, contra el g¨¦nero humano (especialmente el masculino), la actriz, autora y directora hab¨ªa vertido durante la mayor parte de su espect¨¢culo, del cual, dos a?os despu¨¦s, recordamos ese momento genuino m¨¢s vivamente que ning¨²n otro. Era aqu¨¦l el comienzo de una relaci¨®n de amor entre Liddell y China, que no ha cesado: su fruto confesable es Ping Pang Qiu, miscel¨¢nea documental sobre la Gran Revoluci¨®n Cultural de 1966, que socav¨® irreversiblemente las tradiciones de una civilizaci¨®n milenaria.
PING PANG QIU
Autora y directora: Ang¨¦lica Liddell. Teatros del Canal. Del 14 al 17 de febrero.
En el collage de Liddell, calzan armoniosamente la quema de un libro, un video del hombre que se interpuso ante una columna de tanques en la plaza de Tiananmen, una secuencia coreogr¨¢fica en la que la autora reproduce ese instante y una autoentrevista en la que nos cuenta que su Tao (camino) es la disciplina, antes de embarcarse en una bernhardiana diatriba humor¨ªstica contra una buena parte de su entorno teatral y en una queja solipsista.
Ping Pang Qiu, estrenado en oto?o en Catalu?a, podr¨ªa actualizarse con el dato que Jos¨¦ Reinoso, corresponsal de El Pa¨ªs, ofrec¨ªa el 27 de enero: 310.000 chinos est¨¢n detenidos extrajudicialmente en campos de reeducaci¨®n; uno de ellos cuenta que por diez horas de trabajo diarias recibe un euro al mes (como para pretender competir desde aqu¨ª en precios y en salarios). El trabajo de Liddell nos gusta de la misma manera que China le gusta a Liddell: por la piel, pero no por eso obviamos que podr¨ªa darle m¨¢s cancha a sus compa?eros de reparto, a menudo meros testigos de su mon¨®logo, ni que podr¨ªa se?alar tambi¨¦n hasta que punto nos afecta lo que en ese pa¨ªs se cuece. La pasi¨®n que la actriz despliega, la entrega de sus colaboradores y la impronta de la luz de Carlos Marquerie hacen que valga la pena el espect¨¢culo.
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