La tristeza es bella
El m¨²sico canadiense ofrece en la sala El Sol 27 breves lecciones magistrales sobre la vida misma
No hacen falta fisonomistas para intuir que Ronald Elder Sexsmith es un caballero (mirada l¨¢nguida, peinado imposible) reflexivo y trist¨®n. Y basta escuchar dos o tres de sus cientos de canciones para corroborar que la tristeza puede dar frutos de hermosura extraordinaria. Desde la inaugural Heavenly, casi un suspiro de belleza, a esa cr¨®nica sobre la irreversibilidad del pasado que es If only avenue, con su quinteto ya a pleno gas, Sexsmith se pas¨® hora y media en El Sol hurgando en las debilidades humanas y el valor redentor de los sentimientos. En su caso, siempre a flor de piel.
El canadiense ha encadenado una docena de ¨¢lbumes en dos d¨¦cadas, sin recopilatorios ni entretenimientos menores. Y no hay ni uno mediocre, aunque el ¨¦xito le haya rehuido incluso cuando grab¨® la extraordinaria God in them hills (que anoche son¨® pausada, inmensa) junto a su admirador Chris Martin.
El muy reciente Forever endeavour acaso no deslumbre como Exit strategy of the soul o el inesperado buen humor de Long player late bloomer, pero reincide en conmover en lapsos de tres en tres minutos. Cierto que los arreglos de cuerdas y vientos eran remedados por el sintetizador, pero los dem¨¢s ingredientes luc¨ªan flamantes: el temblor nost¨¢lgico en la garganta de Ron, una opulencia mel¨®dica como solo le conocemos a McCartney, la l¨²cida po¨¦tica cotidiana de Ray Davies (Lemonade stand) y hasta alguna inflexi¨®n soul (Blind eye) que har¨ªa feliz a Wilson Pickett. En realidad, Sexsmith es una enciclopedia que recopila la m¨²sica popular de los sesenta y setenta. Fueron 27 breves lecciones magistrales sobre la belleza triste. Sobre la vida misma.
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