Flechas, amor y coraje
El d¨²o mexicano Los Franco Vital han presentado su n¨²mero de arquer¨ªa circense en Figueres Ella recibi¨® un flechazo en la cara a los 13 a?os
¡°Todos tenemos d¨ªas dif¨ªciles¡±, me contest¨® el arquero que lanza flechas a su mujer en el circo al preguntarle por las naturales complicaciones del oficio. ?l ya se hab¨ªa vestido ¡ªun atuendo pretendidamente medieval que le daba una apariencia de Atila pop¡ª y su esposa se maquillaba de pie frente a un espejo de cuerpo entero. Yo sopesaba una manzana agujereada limpiamente en pleno centro: la fruta que reposaba sobre la cabeza de la dama en la funci¨®n anterior. ¡°?Accidentes? Como pareja no, pero a ella su pap¨¢ le clav¨® una flecha en la boca¡±. Mar¨ªa Victoria se gir¨® y me dirigi¨® una sonrisa t¨ªmida con sus labios pintados de rojo sangre.
Viaj¨¦ a Figueres, donde se ha celebrado el Festival Internacional del Circo, atra¨ªdo por los Franco Vital, ese d¨²o mexicano, ¨¦l de Monterrey, ella de Guadalajara, especializado en la suerte del tiro con arco y ballesta. Como veterano arquero me interesaba lo relacionado con la t¨¦cnica; como periodista cultural de manga ancha, todo lo dem¨¢s.
Atila sosten¨ªa en las manos su arco, lo ¨²ltimo en tecnolog¨ªa, a Robin Hood se le hubiera ca¨ªdo la baba
Aparqu¨¦ lleno de emoci¨®n junto al recinto ferial donde estaban instaladas las carpas del festival ¡ªno sin dejar de anotar mentalmente lo cerquita que se encuentran del tanatorio¡ª. Un vigilante me condujo hasta el camerino de los artistas. Inesperadamente, me encontr¨¦ de lleno en medio de una escena dom¨¦stica. La pareja se preparaba para salir a la pista como si fueran a cenar fuera mientras depart¨ªan con su hija adolescente y una prima, que sosten¨ªa al beb¨¦ del matrimonio y que es especialista en realizar actos de fuerza capilar, colgada por el cabello.
Dirig¨ª inicialmente mis preguntas a Juan Pablo Franco (1975), que adem¨¢s de ser hombre y tener, como queda dicho, pinta de Atila sosten¨ªa en las manos su arco, un pedazo de arma, lo ¨²ltimo en tecnolog¨ªa, un Oneida estadounidense modelo Black Eagle, de poleas, compuesto, de 65 libras de potencia y dotado de disparador. A Robin Hood se le hubiera ca¨ªdo la baba. A m¨ª, que poseo un viejo Yamaha de palas fijas adquirido en 1975, tambi¨¦n. Me explic¨® el arquero que en este show tira sobre su mujer, Mar¨ªa Victoria Vital (1972), para reventar globos, taladrar manzanas o cortarle el tallo a un clavel que ella sostiene en la boca, a 12 metros, aunque en M¨¦xico lo ha hecho a 20. Independientemente de la distancia, ponerse frente a un arquero tensado tiene bemoles, y si es para que te dispare ni te digo. Luego hay arqueros y arqueros. Yo no me pondr¨ªa delante de m¨ª mismo ni por todo el oro del mundo.
El gran tirador circense dec¨ªa que cuando tienes una vida delante de tu flecha no debes dejar nada al azar
El n¨²mero de la pareja es heredero de una larga tradici¨®n que comenz¨® en el famoso circo mexicano de los hermanos Atayde. ¡°Somos la segunda generaci¨®n, en realidad lo del arco viene de la familia de mi esposa y el primer arquero fue su pap¨¢, un referente¡±, apunt¨® Franco con deportividad. Efectivamente, Jos¨¦ Luis Vital, el suegro, que sigue en activo y trabaja caracterizado de guerrero mongol (!), debut¨® en 1979 dispar¨¢ndole a su mujer, y luego le siguieron sus dos hijos, Jos¨¦ Luis Jr., que act¨²a con su compa?era vestido de indio, y Mar¨ªa Victoria, que lo hace ataviada de guisa seudomedieval con su marido Juan Pablo. Son una familia certera, coment¨¦ ingenioso.
¡°En realidad ella era la profesional del arco, yo era trapecista¡±, se?al¨® el arquero sobrevenido. ¡°Yo soy el colado en esto. Ella naci¨® entre flechas¡±, a?adi¨®, lanz¨¢ndole a Mar¨ªa Victoria una mirada de amor. Pens¨¦ tontamente en Cupido. Y en Karina. Carraspe¨¦. Le pregunt¨¦ a Franco por los secretos del asunto. Bob Markworth, el gran tirador circense, dec¨ªa que cuando tienes una vida delante de tu flecha no debes dejar nada al azar (y he ah¨ª una frase). Pr¨¢ctica continua ¡ª¨¦l lanzaba 150 flechas diarias hasta conseguir colocar m¨¢s del 90%, en el centro de una diana de seis cent¨ªmetros¡ª y alg¨²n truco como concentrarse completamente en el objeto al que disparaba y nunca en la persona que lo sosten¨ªa, eran sus recomendaciones. ¡°As¨ª es, el secreto principal es mucha pr¨¢ctica, y chequear una y otra vez el material¡±.
Les habl¨¦ del lanzador de cuchillos y su mujer, los Garibaldi, que conoc¨ª en 1999 ¡ªconf¨ªo que sigan bien¡ª. Lo del d¨²o mexicano es distinto, porque en aquella pareja los cuchillos eran unidireccionales, por as¨ª decirlo, y en esta ella, muy democr¨¢ticamente, tambi¨¦n le tira flechas a ¨¦l. ¡°As¨ª es, me dispara a ciegas con una ballesta¡±, suspir¨® con afecto Franco. ¡°Yo le voy indicando d¨®nde estoy y c¨®mo ha de tirar¡±. El n¨²mero es de a¨²pa. Cuando Mar¨ªa Victoria se pone la capucha y mueve, cegada, el arma surge un murmullo de asombro entre el p¨²blico y hay espectadores que se agachan. Eso de tirarse flechas uno al otro... ?puede influir c¨®mo anden las relaciones de pareja? ¡°Al salir a la pista aparcas todo lo personal¡±, acordaron con ternura.
En algunas ocasiones, el d¨²o tira sobre espectadores voluntarios (!!). ¡°Algunos se prestan, pero no todos, los hay muy t¨ªmidos¡±.
Como ya hab¨ªamos cogido confianza, le ped¨ª a Mar¨ªa Victoria que me hablara del ¡°percance¡± (as¨ª lo denomina ella) con su padre. ¡°Fue en el segundo disparo del acto. Yo ten¨ªa 13 a?os y reci¨¦n trabajaba porque mi mam¨¢ hab¨ªa tenido que irse a cuidar de la abuela enferma y yo la sustitu¨ªa. Sosten¨ªa un globo con los labios. Al llegar la flecha mov¨ª la cabeza y me peg¨® debajo de la boca. Me rompi¨® los dientes y se me clav¨® en el paladar, pero no me atraves¨®¡±. Tragu¨¦ saliva. ?Le doli¨®? ¡°En el momento mismo del impacto no, solo sientes el golpe, muy fuerte. Luego s¨ª. Pero no me desmay¨¦. Fue muy sangriento. Sangraba por la boca y la nariz. Mi pap¨¢ vino corriendo. Y me sac¨® la flecha. No iba a ir al hospital con una flecha en la cara. Me hicieron cirug¨ªa dental. No ha quedado casi marca, ?ve?¡±. Observ¨¦ curioso. El cirujano castrense de la caballer¨ªa estadounidense J. H. Bill se?ala en el imprescindible (para lo que nos ocupa) Notes on arrow wounds (1862) que contra lo que podr¨ªa creerse y pese a su espectacularidad, los flechazos en la cara no son tan malos como parece. ¡°Los soldados con heridas faciales suelen sanar bien y reintegrarse pronto al servicio¡±, apunta tras examinar casos de la guerra apache.
Mar¨ªa Victoria regres¨® a la pista, a ponerse frente a su padre, fallido Guillermo Tell, ?15 d¨ªas despu¨¦s del flechazo! Admirable coraje. ¡°No hab¨ªa quien me sustituyera y el espect¨¢culo ten¨ªa que continuar¡±, justific¨® t¨ªmidamente. Y a?adi¨®: ¡°Fue m¨¢s dif¨ªcil para mi pap¨¢¡±.
No pude evitar preguntarles antes de irme sobre el miedo. ¡°Aunque parezca incre¨ªble, no pasa por nuestra mente, tenemos plena confianza uno en el otro¡±. Me march¨¦ discretamente cuando ¨¦l comenz¨® a abrocharle el cors¨¦. Y mientras la luna llena destellaba sobre la carpa ba?ando de plata helada el circo, enjugu¨¦ una l¨¢grima y me dije que he de dejar de ser un arquero solitario...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.