Espa?a en tr¨¢nsito
En ¡®Transici¨®n¡¯, ambiciosa pero dispersa parodia metateatral, destaca la certera labor de Antonio Valero en el papel de Su¨¢rez
El t¨ªtulo suele decir mucho del espect¨¢culo. En la temporada pasada, Alfredo Sanzol hizo, como sin pretenderlo, una revisi¨®n po¨¦tica, ¨¢cida y humor¨ªstica de la transici¨®n, en una comedia amable a primera vista, pero c¨ªtrica y certera, con retrogusto amargo, cuyo el¨ªptico t¨ªtulo, En la luna, sit¨²a concisamente el lugar en donde el espa?ol medio suele estar mientras se cuece algo gordo, y tambi¨¦n a la hora de repartir las ganancias. A trav¨¦s de las cuitas y pormenores de la gente de a pie, Sanzol citaba los hitos de nuestra historia reciente y nos mostraba los efectos que la alta pol¨ªtica produce a ras de suelo. Alfonso Plou y Julio Salvatierra, autores con muchos ¨¦xitos a sus espaldas, abordan el mismo tema, pero frontalmente, ya desde el t¨ªtulo mismo de su comedia, Transici¨®n, que no deja lugar a dudas ni a enso?aciones.
Transici¨®n
Autores: Alfonso Plou y Julio Salvatierra. Directores: Carlos Mart¨ªn y Santiago S¨¢nchez. Teatro Mar¨ªa Guerrero. Hasta el 7 de abril.
Los protagonistas de Transici¨®n son quienes marcaron el rumbo de ese per¨ªodo hist¨®rico, empezando por Adolfo Su¨¢rez, interpretados en una ficci¨®n dentro de la ficci¨®n por residentes, cuidadores y personal sanitario de un centro geri¨¢trico, de manera que hay cierta ambig¨¹edad respecto a si son personajes reales o fruto de la imaginaci¨®n confusa del ex presidente, afectado por el alzh¨¦imer, sobre cuya identidad Plou y Salvatierra arrojan la sombra de una duda: Adolfo pudiera ser tambi¨¦n un bedel del congreso de los diputados.
La acci¨®n salta continuamente, pues, de la realidad del geri¨¢trico a la evocaci¨®n humor¨ªstica de episodios claves de la transici¨®n y, para alambicar m¨¢s la cosa, a un plat¨® televisivo donde se est¨¢ grabando un programa de debate sobre aquellos a?os, en el que interviene Adolfo mientras se proyectan documentales de la ¨¦poca, pensando quiz¨¢ en quienes no la vivieron, y se intercalan tambi¨¦n un sin fin de canciones en vivo apoyadas en m¨²sica grabada.
El teatro contempor¨¢neo tiende al collage, que exige un orden compositivo riguroso. En este caso, el continuo cambio de plano y la interpolaci¨®n de filmaciones y canciones cercenan el avance de la acci¨®n. Hubiera sido tal vez m¨¢s eficaz desembarazarse de la subtrama televisiva y ce?irlo todo a ese boadelliano entrar y salir de la realidad geri¨¢trica a la ficci¨®n hist¨®rica. En medio de tanta interrupci¨®n, se agradece la escena en la que Antonio Valero, brillante int¨¦rprete de Su¨¢rez, pone pie en silla, la guitarra espa?ola sobre la pierna, y comienza a cantar Al vent, en una imitaci¨®n espl¨¦ndida y contenida de Raimon, mientras en torno a su interpretaci¨®n pivota una escena divertid¨ªsima, la mejor del espect¨¢culo, sin que nadie la corte, por fin, con ning¨²n recurso metateatral. El generoso trabajo de Valero y lo que vendr¨¢ a partir de ese momento salvan el recuerdo de una funci¨®n ambiciosa y dispersa.
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