¡®Atxagakoak¡¯ toma Madrid
¡®El hijo del acordeonista¡¯ abre dos semanas de actos volcados en el universo de Atxaga La novela sald¨® las cuentas literarias del escritor con la violencia del Pa¨ªs Vasco
En los primeros d¨ªas de junio de 1968 el joven Bernardo Atxaga perdi¨® la inocencia en dos tiempos. Entre dos muertos. A cuatro kil¨®metros de su casa, Txabi Etxebarrieta mat¨® al guardia Jos¨¦ ?ngel Pardines en el que est¨¢ considerado el primer crimen de ETA. El mismo Etxebarrieta muri¨® poco despu¨¦s, asesinado seg¨²n sus compa?eros y fallecido en el hospital seg¨²n las autoridades. Un ej¨¦rcito de guardias tom¨® los peque?os pueblos donde viv¨ªan Atxaga, sus amigos y gentes que hasta entonces cre¨ªan en la regularidad del calendario y la estabilidad de la religi¨®n. ¡°El eco de la violencia es tremendo, impacta de tal manera que nada permanece como antes. Nadie, dec¨ªa Goethe, atraviesa por una situaci¨®n de violencia como si fuera un paseo bajo las palmeras¡±, reflexionaba el mi¨¦rcoles el escritor en el Teatro Valle-Incl¨¢n, donde desde hoy se representa El hijo del acordeonista, la adaptaci¨®n teatral de la novela con la que Atxaga cerr¨® su ciclo sobre la violencia en el Pa¨ªs Vasco.
Aquel d¨ªa se disip¨® la inocencia de una generaci¨®n que apenas ten¨ªa pasado. ¡°Lo determinante en mi generaci¨®n fue el paso abrupto que dio una sociedad ideol¨®gicamente inocente, cat¨®lica o tradicional sin m¨¢s complicaciones, cuando de repente apareci¨® la violencia¡±. Atxaga habla c¨®modo de un tema que no siempre fue c¨®modo. ¡°Cuando uno entra en lo inmediato, en lo real, hay que mantener el tipo como se puede. Mal o bien me he mantenido en mi l¨ªnea mental e ideol¨®gica¡±, cuenta arropado por el equipo de Tanttaka Teatroa, que se atrevi¨® con el montaje, producido por tres teatros de localidades vascas gobernadas por distintos partidos, una colaboraci¨®n ins¨®lita que fue destacada por el director de la obra, Fernando Bernu¨¦s.
Con El hijo del acordeonista, a Atxaga le reprocharon exaltar traidores de ETA y humanizar a etarras
Tras la publicaci¨®n de El hijo del acordeonista en 2004, Atxaga sufri¨® embates de unos y otros. Ya hab¨ªa ocurrido con El hombre solo y Esos cielos. ¡°Los tres libros tuvieron mucha reacci¨®n. Hubieran dado positivo si hubieran sido una vacuna¡±, bromea. Le reprochaban por exaltar traidores de ETA, unos, y por humanizar a etarras, otros. Todo estaba tan mal que incluso la literatura escoc¨ªa. Casi una d¨¦cada despu¨¦s algo ha cambiado. Los espectadores han llorado en las funciones en el Pa¨ªs Vasco. ¡°Ni que decir tiene¡±, sostienen Fernando Bernu¨¦s y Patxo Telleria, ¡°que esta historia es oportuna en el tiempo que estamos viviendo ahora, tan deprimente en lo econ¨®mico, pero tan esperanzador para la sociedad vasca en t¨¦rminos de reconciliaci¨®n¡±.
En la adaptaci¨®n teatral, en ese proceso que Bernu¨¦s gr¨¢ficamente sintetiz¨® como la transformaci¨®n de ¡°un tren en una bicicleta¡±, se han perdido numerosos personajes y todos los escenarios. Sobrevive el n¨²cleo de la novela. David (el actor Joseba Apaolaza) y Joseba (Patxo Telleria), amigos de la infancia que dieron juntos el paso hacia ETA hasta que el primero se desencanta y abandona la banda, se encuentran en el hospital donde el traidor agoniza y donde Joseba ajustar¨¢ cuentas con el pasado.
Los espectadores han llorado en las funciones en el Pa¨ªs Vasco
El director del Centro Dram¨¢tico Nacional, Ernesto Caballero, defendi¨® la programaci¨®n de la obra ¡ªhasta el 7 de abril, con dos funciones en euskera los d¨ªas 30 y 31 con sobret¨ªtulos, que se suman a una exposici¨®n, proyecciones, un concierto y otras actividades alrededor del Universo Atxaga¡ª como parte de la misi¨®n exorcizante de la escena: ¡°Tenemos que mirarnos en el espejo de cara, aunque no nos guste. Esa es la funci¨®n del teatro¡±.
Porque no es solo una obra. El hijo del acordeonista es una aproximaci¨®n literaria (y ahora esc¨¦nica) a la que fue la principal preocupaci¨®n de los espa?oles hasta que llegaron la tregua y la crisis. ¡°Poner encima de la mesa nuestro pasado a todos nos sienta bien¡±, sostiene Bernu¨¦s. ¡°Adaptarla era algo que solo pod¨ªa asustar por lo que significaba la novela¡±, confes¨® Patxo Telleria, que adapt¨® el texto literario ¡°haciendo un ejercicio de renuncias¡±. ¡°Como dec¨ªa Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo¡±, se?al¨® Atxaga, ¡°ya se sabe que las traducciones son imposibles, pero lo importante es c¨®mo es imposible. Este ha sido un buen c¨®mo¡±.
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