Bradom¨ªn con traje nuevo
Fito demuestra en el Price que, a falta de innovaci¨®n, sus actuaciones son una garant¨ªa de fiabilidad
![Fito Cabrales, en el Circo Price.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HXIV3OISBAM2IEXXEWRZSGNBT4.jpg?auth=548a67a92e45e6e8ae38411a4c256f9e1e76494256035e0c74a35177a6fd7f7d&width=414)
Qui¨¦n se lo iba a decir a Adolfo Cabrales. Aquel adolescente que en los ochenta se atrincheraba en el Hebe vallecano para castigar el h¨ªgado y empaparse con las esencias del rock urbano es hoy, tres d¨¦cadas despu¨¦s, un ¨ªdolo de multitudes que cae simp¨¢tico al colega barrial, el oficinista que se afloja apresuradamente la corbata, el viejo bucanero y los treinta?eros que ocupan sus butacas junto a reto?os a¨²n pendientes de la primera comuni¨®n. Hasta el horario de estas cinco noches en el Price, las 20.30, constituye un gui?o familiar para este reencuentro con suspense burocr¨¢tico: al bilba¨ªno ya le esper¨¢bamos en diciembre, pero la s¨²bita clausura del Palacio Municipal desbarat¨® los planes.
¡°Yo no habr¨ªa devuelto unas entradas y comprado las otras para verme a m¨ª¡±, admiti¨® el protagonista con esa sorna que le granjea simpat¨ªas a raudales. Porque a un concierto de Fitipaldis se acude, en efecto, a tiro hecho, con el repertorio aprendido, el aplauso alborozado y pocas ganas de sorpresas. Fito es, en ese sentido, un valor de gran fiabilidad: si te gusta una, es muy probable que te gusten todas.
Cabrales suma tres a?os largos sin entregar nuevo disco y antes de emprender esta gira por teatros admiti¨® que las musas llevan tiempo sin cursarle visita. Es un arranque de sinceridad que le honra, porque su asombroso nivel de autoplagio iba camino de convertirse en nueva figura jur¨ªdica en los estatutos de la SGAE. El hombre de la visera se hace querer seguramente por su cercan¨ªa personal y unas letras que alternan la vida canalla y los desarreglos sentimentales, dos t¨®picos infalibles para el tarareo en pandilla. Pero su repertorio es plano y reiterativo como una cantinela, por mucho que su banda ¨Cmagn¨ªfica- lo ensalce y coloree con una paleta bien nutrida. Los ropajes engalanan un esqueleto escu¨¢lido y convierten ese factor textil en lo ¨²nico aut¨¦nticamente interesante de una velada predecible hasta en el orden de canciones: respecto a sus comparecencias barcelonesas de diciembre solo ha a?adido un viejo t¨ªtulo de Platero y T¨², Al cantar.
La sesi¨®n comienza con el abrazo fraternal entre Fito y Carlos Raya, guitarrista y productor, y la baza infalible de Por la boca vive el pez, pese a incluir uno de los cuatro o cinco versos m¨¢s tontorrones (el de los ¡°ojos del color de la cocacola¡±) del pop espa?ol en lo que llevamos de siglo. Pero ese tema y sus sucesores, Sobra la luz o Me equivocar¨ªa otra vez, hurgan en el territorio de los desconciertos amorosos, las inseguridades, reincidencias y dem¨¢s quebrantos: retratos de la vida misma (o la mala vida) con los que se identifica usted, su vecina y gran parte de las diferentes ramas familiares. Y as¨ª es c¨®mo aquel ni?o que creci¨® en Laredo encadena cinco llenos consecutivos en el Price. Por empat¨ªa pura. Y sin despeinarse.
Las guitarras de Me equivocar¨ªa¡ apuntan de tal manera a Dire Straits que Mark Knopfler deber¨ªa figurar con negrita en los cr¨¦ditos. De la misma manera, el aire vaquero de Cerca de las v¨ªas, con steel guitar y contrabajo, se queda a un paso del Maggie May de Rod Stewart. Los Fitipaldis son gente cualificada y aciertan con envoltorios sorprendentes: la mezcla de buzuki y clarinete en A la luna se le ve el ombligo, el ramalazo de klezmer jud¨ªo que adquiere El funeral, el delicioso tono espectral y sombr¨ªo en Que me arrastre el viento o ese t¨ªmido aire irland¨¦s para reinventar al ubicuo Soldadito marinero. En particular, Joserra Senperena siempre aporta salaz¨®n con el acorde¨®n o el ¨®rgano Hammond, mientras que Daniel Griffin es un percusionista con elegancia casi de diplom¨¢tico. Pero, ?ay!, los moldes son escas¨ªsimos en la f¨¢brica fitipaldesca de canciones. Tan escasos como la t¨ªmbrica vocal de su titular, siempre aguda y met¨¢lica, ajena a la opci¨®n de los matices.
No importa. Cabrales renov¨® anoche con creces su condici¨®n de Bradom¨ªn del rock peninsular: bajito, feo y sentimental (no sabemos si tambi¨¦n cat¨®lico; buena gana de entrar en pleitos con la curia). Pero el marqu¨¦s no pudo presumir de otra cosa que de traje nuevo. Y debajo de los trapos, por desgracia, no se adivinaba ni un poquito de chicha.
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