¡°Pasamos de ser nada, a ser imprescindibles¡±
El hostelero Antonio Gallardo, l¨ªder vecinal de C¨¢diz, alerta de que la crisis y el abandono frustran la lucha por recuperar zonas deprimidas
Es una foto en blanco y negro. Francisco Gallardo, su hermano y unos amigos posan sonrientes en la barra de un nuevo bar. Su bar. El Malague?o. En pleno barrio del P¨®pulo de C¨¢diz. Un barrio que presume de alias, el m¨¢s antiguo de Occidente, instaurado como su lema comercial. Es la foto de una inauguraci¨®n. Aquellas sonrisas celebraban la primera caja. Siete pesetas con 25 c¨¦ntimos, recuerda su viuda, Antonia Ruiz.
De esa foto se cumplen ahora 50 a?os. Tiempo suficiente para que ese bar y ese barrio se hayan transformado por completo. Antes daba miedo pasar por sus calles. Ahora todo pasa por aqu¨ª. Y en esa revoluci¨®n ha tenido un relevante papel Antonio Gallardo, uno de los tres hijos de Francisco y Antonia. Ha promovido la acci¨®n en el barrio como hostelero y como l¨ªder vecinal. Aunque ahora, la crisis y el abandono hacen temblar los cimientos de lo logrado con su lucha.
No obstante, ¨¦l sigue ah¨ª, para continuar batallando detr¨¢s y delante de la barra del bar que en estos 50 a?os ha permanecido abierto ininterrumpidamente. Y colgada en una de sus paredes, esa foto en blanco y negro ha sido testigo de los cambios vividos. El P¨®pulo acumulaba entonces todo el negocio de la prostituci¨®n. ¡°En todo puerto marinero hay una catedral y un barrio chino. Aqu¨ª no pod¨ªa faltar¡±, cuenta Gallardo. Aqu¨ª bailaban las chicas del cabaret Pay-Pay. ¡°Pero todo era saludable y hab¨ªa una buena convivencia con los vecinos¡±, aclara Antonio. Lo malo, dice, lleg¨® despu¨¦s. Lo malo fue la droga. El miedo. La oscuridad. El peligro. El P¨®pulo, que atesoraba los casi 3.000 a?os que le atribuyen a la ciudad, se convirti¨® en los ochenta en calles escasamente recomendables. Sus vecinos sobreviv¨ªan al drama de espectros que se condenaban en las esquinas. Los malditos. ¡°Eran los a?os ochenta y la droga salt¨® de un barrio a otro. Y aqu¨ª se qued¨®¡±, recuerda Antonio Gallardo.
Y ah¨ª empez¨® la lucha. ¡°Nos juntamos varios comerciantes. Naci¨® una asociaci¨®n de vecinos, Los Tres Arcos, que el tuve honor de presidir 17 a?os. Tambi¨¦n fui presidente de la Federaci¨®n 5 de abril, la primera que uni¨® varios barrios. Y empezamos a pensar en hacer cosas, en remover nuestro entorno¡±. Y llegaron las verbenas, los talleres de artesanos, los repartos de libros, las protestas para mejorar las casas. ¡°Casi todos los edificios compart¨ªan el ba?o. Las viviendas se ca¨ªan¡±, ilustra.
Las falsas ilusiones
- El P¨®pulo podr¨ªa ser mucho m¨¢s de lo que es. Lo dice Antonio Gallardo, que como hostelero y l¨ªder vecinal durante muchos a?os, ha defendido siempre este barrio como uno de los mejores del mundo. "Yo me he dedicado a vender la moto y, muchas veces, no ten¨ªa ni ruedas". Y esa moto sigue en el escaparate pero le faltan piezas. Si nadie lo remedia, este verano el Teatro Romano de C¨¢diz, el segundo monumento con m¨¢s visitas de la provincia, cumplir¨¢ tres a?os cerrado, tampoco abri¨® el centro de interpretaci¨®n ni la Casa del Almirante.
El impulso definitivo a este movimiento lo puso el dinero que vino de Europa. Se llam¨® Plan Urban y aunque Antonio Gallardo asegura que no se supo aprovechar del todo, s¨ª reconoce que esa lluvia de millones sac¨® al barrio del pozo. Hubo rehabilitaci¨®n de casas y formaci¨®n de parados. La transformaci¨®n deseada hab¨ªa comenzado.
Pero esa revoluci¨®n requiri¨® un lema y Antonio se lo puso. ¡°La calle es el patio de todos¡±. O lo que es lo mismo, que esa transformaci¨®n implicaba a los vecinos, a los hosteleros, a los due?os de tiendas y negocios. ¡°Nos convencimos de que esto ten¨ªa que ser un barrio tur¨ªstico y artesanal, a la altura de la Juder¨ªa cordobesa o el Albaic¨ªn granadino¡±. Historia no le faltaba al barrio. ¡°El otro d¨ªa preguntaron en Saber y ganar (concurso cultural de La 2) cu¨¢l era el barrio m¨¢s antiguo de toda Europa. Y era el P¨®pulo. Es que tenemos que saber explotar lo nuestro¡±, dice convencido.
¡°Pasamos de ser la mancha negra, el barrio al que la gente daba la vuelta para no entrar, a ser parada imprescindible¡±, se muestra orgulloso Gallardo. Ahora todo pasa por aqu¨ª. En verano se llenan las terrazas, en carnaval las agrupaciones callejeras han encontrado resguardo en sus calles. Hay fiestas y referentes gastron¨®micos. Y, hasta el Pay-Pay, volvi¨® a abrir, aunque ahora convertido en indispensable escenario cultural.
No ha sido el P¨®pulo un barrio gentrificado, esos barrios deprimidos que en Nueva York o Londres se transformaron desplazando a sus antiguos moradores por inquilinos ricos. La revoluci¨®n aqu¨ª fue comercial aunque s¨ª es cierto que se renovaron vecinos y llegaron los j¨®venes. Sin embargo, la crisis ha lastrado la profundidad del cambio. Porque ha hundido los negocios pujantes sin que diese tiempo a consolidar otra fuente de riqueza. ¡°Y, adem¨¢s, nos crujen a impuestos¡±, lamenta Gallardo, que recuerda que el Ayuntamiento ha aumentado el 15% el impuesto a las terrazas e incluso cobra al que ponga una pizarra con los men¨²s. ¡°Lo que no cuentan es que porcentaje es uno o dos puestos de trabajo en cada bar¡±.
Tampoco ayuda el abandono de los monumentos. La desidia de la Administraci¨®n que no cuida lo conseguido. Es como el viento que sopla fuerte y dificulta continuar andando. Pero Antonio Gallardo sabe de eso. Y mientras sirve las alb¨®ndigas en salsa o los boquerones en vinagre de su madre ya maquina un mercadillo de segunda mano, una nueva feria dedicada al vino y la celebraci¨®n del 50 aniversario del local con actuaciones de carnaval y flamenco. Similares quiz¨¢s a las que vivi¨® su padre, Paco El Malague?o, durante los 10 a?os que trabaj¨® en El Para¨ªso, uno de esos bares que proliferaron en El P¨®pulo en los a?os 50. ¡°Aqu¨ª se congregaban cantantes, flamencos y artistas¡±.
Tras esa d¨¦cada, Paco El Malague?o, que se mud¨® de la sierra de las Nieves a C¨¢diz a trabajar en un almac¨¦n, adquiri¨® un peque?o local en la plaza San Mart¨ªn. Y luego lo ampli¨® a la carboner¨ªa contigua. Naci¨® entonces el bar que lleva su apodo, El Malague?o, en un barrio, el P¨®pulo, al que Gallardo se ha entregado. Su padre le sonr¨ªe desde una foto en blanco y negro tomada hace 50 a?os.
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