Iron¨ªas del hombre triste
Los chicos de Rusos Blancos mezclan en sus canciones el fatalismo y la mordacidad
Una concesi¨®n a la parte intuitiva del oteador de conciertos: alg¨²n encanto debe atesorar una banda que se llama como el mejunje favorito de El Nota en El gran Lebowksi y acaba de editar la canci¨®n de t¨ªtulo m¨¢s ingenioso en 2013, Orfidal y caballero. Las afrontemos a pecho descubierto o con el colch¨®n de los psicof¨¢rmacos, los chicos de Rusos Blancos vienen a confirmar nuestras sospechas de que las cosas acabar¨¢n mal: los avatares amorosos, las vicisitudes laborales, las reuniones con el vecindario, la vida misma. Mientras los elementos nos hunden la flota, la iron¨ªa es la ¨²nica arma v¨¢lida para preservar un poso postrero de dignidad. Y hay mucho de ir¨®nico en que el estribillo ¡°Soy un hombre triste / triste de verdad¡± invite con tanto ardor a practicar el gorgorito.
El Sol, anoche con media entrada, es madriguera propicia para horarios cr¨¢pulas. Tras el surrealismo na?f de Solletico, hubo que esperar hasta las 23.20 para que estos siete partidarios del vodka con licor caf¨¦ nos suministraran Hogare?a, una de sus muchas p¨ªldoras de vitamina amarga. Manu Rodr¨ªguez, ese muchacho menudo, con americana y gafas redondas al que entran ganas de pedirle los apuntes de Qu¨ªmica, es en realidad un letrista de ingenio mal¨¦volo. La cr¨®nica sobre un flechazo en la cl¨ªnica de ven¨¦reas (Dudo que el amor nos salve) solo encuentra parang¨®n en la mente c¨¢ustica de Javier de Torres. El fatalismo es munici¨®n devastadora (¡°Tengo tanto miedo a la muerte que no soy feliz estando vivo¡±) y la mordacidad, el ingrediente que hace risible la debacle sentimental de M¨¢s delgado.
Rodr¨ªguez no sabe bien por qu¨¦ han titulado Tiempo de n¨ªsperos su segundo ¨¢lbum. Da igual. Queda bonito. Y tan agridulce como en su d¨ªa Tus padres, tu novio, t¨² y yo, el mejor equivalente hispano de Jens Lekman. Bien por las mentes sagaces.
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