Gritos democr¨¢ticos
A favor de la novela y el cuento conviene recordar que la prosa inservible muere a la vista de todos
No siempre he comprado libros por Sant Jordi, hasta ahora sol¨ªa hacerlo seg¨²n mi propio calendario. Hace meses que compro m¨¢s, sin embargo, confirmo que en tiempos feroces es antit¨®xico aumentar la raci¨®n de lectura. Este martes tambi¨¦n, sin importar el jaleo medi¨¢tico. Sigo siendo due?a a veces de mis actos, pero siempre de mis libros, comprarlos es liberador. No vamos a discutir si lee usted en tableta o qu¨¦. A lo que voy es a qu¨¦ pasa con la novela. Toda suerte de formas de narrar y de novelas: las largas, las breves y esas novelas ultraconcentradas que son los cuentos. Son gritos democr¨¢ticos.
La imagen es del escritor norteamericano Don DeLillo en su novela Mao II, de 1991, ya en edici¨®n de bolsillo al m¨®dico precio de ocho euros. El autor logra poderosas im¨¢genes del presente atendiendo a la violencia cotidiana, el terrorismo, el poder medi¨¢tico, los azares del arte contempor¨¢neo y personajes hipersensibles y casi siempre en fuga, lo que no es poco. Hipn¨®tico y visionario, se lee como poes¨ªa del futuro que trastoca el pasado. Su protagonista principal es aqu¨ª un escritor renombrado que se oculta (¡°el escritor es el libro¡±, afirma ante el culto a la personalidad que nos mueve). Lleva a?os revisando su ¨²ltima novela. No quiere publicarla, convencido de que las tremendas im¨¢genes que a menudo muestra la televisi¨®n son una competencia dur¨ªsima para cualquier novelista, que ya no puede atraer con su trabajo la atenci¨®n de los lectores. La narrativa, asegura, la firma hoy el terrorismo. Hace unos a?os, puede; hoy, el poder financiero sabe mucho de tramas y de nuestros sue?os.
En un momento clave, dice el escritor Bill Gray:
?Por qu¨¦ se editan tant¨ªsimos libros si la atenci¨®n de la inmensa mayor¨ªa de los lectores est¨¢ en otra parte?
¡°? Sabes por qu¨¦ creo en la novela? Es como un grito democr¨¢tico. Cualquiera puede escribir una gran novela. Algo tan angelical que dejar¨ªa con la boca abierta. El manantial del talento, la fuente de las ideas. Ambig¨¹edades, contradicciones, susurros, sugerencias. Eso es lo que quer¨¦is destruir. Y cuando el novelista pierde el talento, muere de un modo democr¨¢tico: ah¨ª est¨¢, todo el mundo puede verlo, desnudo frente al mundo, con un mont¨®n de mierda, de prosa inservible¡±.
No s¨¦ a ustedes, pero este razonamiento me exalta. Es uno de los mejores criterios para defender lo que est¨¢ cambiando de manera destructiva sin que veamos c¨®mo continuar¨¢ su reconstrucci¨®n: la lectura. ?Por qu¨¦ se editan tant¨ªsimos libros si la atenci¨®n de la inmensa mayor¨ªa de los lectores est¨¢ en otra parte? La vida est¨¢ en otra parte, dijo el poeta Rimbaud y el novelista Milan Kundera retom¨® la idea para titular una de sus penetrantes novelas sobre la vida en dictadura y la necesidad de largarse a eso, a otra parte. Puede que se editen tantos libros para que los lectores asistamos a sus gritos y lidiemos con ellos.
Pero, qu¨¦ dices, suelta mi otro yo (uno de ellos, tengo m¨¢s) al ver lo que acabo de escribir. Si el mercado del libro est¨¢ engordado como una burbuja cualquiera de las que tantas conocemos pero eso no se dice de forma clara porque hemos convenido en que con hablar de una, la inmobiliaria, basta y sobra para explicar lo que sucede. Qu¨¦ dices, insiste, si hay tantos libros inconsistentes, gatillazos, hechos de cualquier manera. Bueno, alego, siguen siendo gritos democr¨¢ticos: m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, quien los lea se dar¨¢ cuenta de que no le enga?an y de que asiste a una muerte que se manifiesta de manera democr¨¢tica, ante sus ojos. Cerrar¨¢ el libro y buscar¨¢ uno de buena prosa.
Como lectora, as¨ª me sucede. Los gritos democr¨¢ticos que cuentan y no falsean son los que permiten palpar la variedad de la vida y sus muchas caras, alej¨¢ndonos del pensamiento ¨²nico y monologante. No es consuelo ver morir la prosa de manera democr¨¢tica, cierto, pero peor es no verlo. De la misma forma, tercia otro yo m¨ªo, de algo habr¨¢ de servir que nos estemos dando cuenta de que tanto de lo presente no sirve ya demasiado, quiz¨¢s nada, pongamos los partidos pol¨ªticos o los bancos. Bueno, en eso conf¨ªo.
Por suerte, dicen los libreros que cada vez m¨¢s los lectores nos concentramos en la compra de un libro bueno. Incluso que el libro de fondo, el de toda la vida, resiste. Abramos los libros, los nuevos y los antiguos, y pregunt¨¦monos si su prosa sirve. Sus susurros, contradicciones, sugerencias y ambig¨¹edades. Y si no sirve, fuera.
Merc¨¨ Ibarz, escritora
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