Una bata de cola humana
Rovira rinde un homenaje a Carmen Amaya que da idea de la grandeza po¨¦tica de una artista y su baile
En varios teatros de Madrid deb¨ªa haber una tarja que rezara: ¡°Aqu¨ª bail¨® Carmen Amaya¡± (en el Palacio de la M¨²sica, en el Espa?ol, en el de La Zarzuela); ser¨ªa suficiente, pero hoy, ni eso. De ah¨ª la oportunidad y buen acierto de esta propuesta de Rovira, muy pensada y articulada seg¨²n sus modos y su estilo, un homenaje que pasa por dar al p¨²blico una idea contempor¨¢nea, un dibujo de trazo amplio casi rozando la abstracci¨®n de la grandeza po¨¦tica de una artista y su baile.
DE CARMEN
Compa?¨ªa Tr¨¤nsit Dansa. Coreograf¨ªa: Mar¨ªa Rovira. M¨²sica: Juan G¨®mez. Escenograf¨ªa: Quim Roy. Vestuario: Ram¨®n Ivars. Luces: Xavi Costas. Teatro Nuevo Apolo. Hasta el 5 mayo.
La idea sumaria de un verdadero icono, tan inmarcesible como esencial en la comprensi¨®n del baile flamenco de todas las ¨¦pocas, y especialmente de la suya. Nunca sobra y siempre ilustra volver a leer lo que dijeron de ella Vicente Marrero, Alfons Puig Claramunt o Sebastian Guasch. Es verdad que as¨® sardinas en una suite del Waldorf Astoria de Nueva York (no viajaba sin su infiernillo de hierro colado) usando para la lumbre las patas de unas mesillas estilo Regencia, tal como es verdad tambi¨¦n que fue portada de la revista Life y que Toscanini dijo de ella ¡°es el resumen del ritmo m¨¢s vital¡±. Ella era todo nervio y voluntad; peque?a, pero de fuste derecho, con aplomo estatuario y una riqueza de matices que apenas los testimonios del cine acercan a vislumbrar.
Eludiendo con mucha inteligencia esc¨¦nica la emulaci¨®n o la imitaci¨®n de la figura m¨ªtica de Carmen Amaya (Barcelona, 1917 - Bagur, Gerona, 1963), la core¨®grafa catalana una del cuerpo de baile de bailarines contempor¨¢neos como una masa pl¨¢stica y d¨²ctil (mientras m¨¢s homog¨¦nea mejor) que oscila y cimbrea en la idea de formas diversas. Del oleaje a la bata de cola, del viaje al tormento del dolor f¨ªsico. Bailarina errante, como casi todas las grandes del g¨¦nero, ese deambular se vuelve argumento en Rovira, se transmuta en movilidad y dinamiza modularmente los cuatro cuadros de la obra.
Esa base coral trufa toda la velada y la da un cierto tono eleg¨ªaco, donde el contraste se manifiesta en la figura categ¨®rica de la bailaora. La artista encargada de hacerlo resulta eficiente y pulcra; va vestida masculinamente de corto, algo que siempre se identifica con Carmen Amaya, que si bien no fue la primera que lo hizo, s¨ª la que lo populariz¨®; algo similar pasa con su bata de cola, que usaba con pericia y a la que manejaba de manera tan personal como arquitect¨®nica. A ella le pusieron ya de peque?a el mote de La Capitana; siempre fue la jefa indiscutida de su clan, y Rovira toma este acento biogr¨¢fico en su lectura y recreaci¨®n.
La introducci¨®n a De Carmen es lo ¨²nico que flaquea. Luego la obra emerge de s¨ª misma y se nivela. Hay unas alusiones delicadas y conseguidas al Bolero de Marice B¨¦jart; son muy evidentes y est¨¢n trabadas en la coreograf¨ªa con intuitivo manejo del ritmo y el volumen. La solista danza sobre una figurada mesa y a su alrededor, en c¨ªrculos, en espirales decrecientes, el coro jalea la acci¨®n principal, como si fuera todo un solo y m¨¢gico engranaje.
Bailarines de Tr¨¤nsit Dansa interpretan De Carmen. / kiko huesca (efe)
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