?El gran Blondin!
El primero que cruz¨® las cataratas del Ni¨¢gara sobre un cable quiso repetir en la Barceloneta
Se?oras y se?ores, damas y caballeros, cuando en la primavera de 1863 se present¨® el funambulista Jean Fran?ois Gravelet-Blondin en la plaza de toros de la Barceloneta ya era toda una estrella internacional. Cuatro a?os antes se hab¨ªa convertido en el primer hombre que tuvo la temeridad de cruzar las cataratas del Ni¨¢gara sobre un cable, y ahora anunciaba que har¨ªa lo mismo en el Tor¨ªn, el coso barcelon¨¦s situado aproximadamente donde hoy se yergue la plaza del Gas. Es natural que toda la ciudad hablase de ello.
El gran Blondin era el hijo de un veterano de los ej¨¦rcitos napole¨®nicos que se hab¨ªa ganado la vida como gimnasta. Cuando era un ni?o peque?o pas¨® un circo por su pueblo natal y qued¨® fascinado con los trapecistas y los volatineros. Hu¨¦rfano antes de cumplir los diez a?os, decidi¨® dedicarse profesionalmente a hacer equilibrios en una cuerda y pronto se uni¨® al circo Ravel, recorriendo Europa y despu¨¦s Am¨¦rica.
Tras dos d¨¦cadas de experiencia, en 1859 realiz¨® su haza?a m¨¢s sonada al cruzar las aguas del Ni¨¢gara. Ya entonces mostr¨® los rasgos que le distinguir¨ªan durante el resto de su carrera: valor extremo y gran originalidad al innovar en su oficio. Cruz¨® y recruz¨® durante los siguientes a?os aquel cable sobre las gigantescas cataratas de todas las maneras posibles, dando brincos, con un hombre subido a sus hombros, haciendo ejercicios gimn¨¢sticos o comi¨¦ndose una tortilla a medio camino, su espect¨¢culo siempre era distinto. Entre las muchas habladur¨ªas que circularon sobre ¨¦l, se contaba que llevaba de amuleto un trozo de la cuerda con la que hab¨ªan ahorcado a un desalmado criminal ingl¨¦s.
Blondin muri¨® en Londres por una enfermedad tan prosaica y poco aventurera como la diabetes
A su regreso a Europa actu¨® en el moderno Crystal Palace de Londres, haciendo acrobacias a 20 metros de altura. Despu¨¦s march¨® al continente y lleg¨® a Barcelona, que apareci¨® empapelada de carteles anunciando a ¡°El h¨¦roe del Ni¨¢gara, el rey de la maroma¡±. El d¨ªa de la actuaci¨®n soplaba un viento muy fuerte y no pudo llevar a cabo el n¨²mero de cruzar con alguien a cuestas, ante el peligro de caerse. Aunque se dedic¨® a correr en solitario de un extremo al otro del cable, a sentarse en ¨¦l, a caminar por ¨¦l con los ojos vendados y cubierto con un saco que le cubr¨ªa de la cabeza hasta las rodillas. En la publicidad se anunci¨® que a los espectadores se les permitir¨ªa comprobar el saco y la venda. Entre n¨²mero y n¨²mero, dos bandas de m¨²sicos distrajeron al p¨²blico. El ¨¦xito fue apote¨®sico.
No consta que el genial artista regresara a nuestra ciudad, pero dej¨® una huella indeleble. Quien s¨ª volvi¨® fue Arsens Blondin ¡ªde nombre real Federico ?lvarez¡ª, un volatinero asturiano que se har¨ªa muy popular en Par¨ªs al cruzar el Sena. Tambi¨¦n debut¨® en Barcelona el hijo del aut¨¦ntico Blondin ¡ªMarcel Blondin¡ª, la Navidad de 1884 en el Tor¨ªn. Ven¨ªa con su mujer ¡ªmademoiselle Jeanine¡ª, que le hac¨ªa de ayudante.
Un a?o despu¨¦s, aprovechando que la prensa anunci¨® err¨®neamente la muerte del maestro, el funambulista ingl¨¦s James Brikker se present¨® en la plaza de la Barceloneta como ¡°El rey de los aires, el hombre volador, el nuevo Blondin¡±. De hecho, el famoso artista del alambre no estaba muerto pero llevaba unos a?os retirado. En 1886 estaba al borde de la bancarrota tras hacer una serie de inversiones arriesgadas. Para remediarlo se propuso volver a cruzar las cataratas del Ni¨¢gara, pero las autoridades norteamericanas no le concedieron la autorizaci¨®n.
En el Tor¨ªn hab¨ªan dejado de programar espect¨¢culos circenses y estos comenzaban a organizarse en el Circo Ecuestre Alegr¨ªa de la plaza Catalunya, donde se anunci¨® el debut en la ciudad del c¨¦lebre Glomby, que se present¨® como ¡°El ¨²nico rival del intr¨¦pido Blondin¡±. Ese mismo a?o saltaba a la prensa europea el proyecto de construir una gran torre de 200 metros para la Exposici¨®n Universal de 1888 en Barcelona. Compet¨ªan por hacerse con la obra el arquitecto franc¨¦s Joseph Lapierre y el catal¨¢n Pere Falqu¨¦s. Este monumento nunca lleg¨® a erigirse, pero durante un tiempo se compar¨® al que Eiffel estaba realizando para la exposici¨®n parisina de 1889. La prensa francesa lleg¨® a publicar que se iba a instalar un cable de acero entre la torre y el castillo de Montju?c del que colgar¨ªan l¨¢mparas incandescentes para iluminar la ciudad. Este absurdo rumor sedujo inmediatamente a Blondin, que se ofreci¨® al Ayuntamiento barcelon¨¦s para recorrer el cable a diario, sobrevolando la ciudad con los ojos vendados y llevando a una persona a cuestas desde el parque de la Ciutadella hasta la monta?a.
Con 72 a?os, Blondin a¨²n volvi¨® a actuar en Belfast, pero muri¨® poco despu¨¦s en Londres por una enfermedad tan prosaica y poco aventurera como la diabetes. En aquel tiempo, su leyenda comenzaba a desvanecerse. Todav¨ªa en 1900 se torear¨ªa un toro bravo bautizado Blondin en la plaza del Tor¨ªn de la Barceloneta. Y en 1915 debutar¨ªa en el Tur¨® Park el hijo del imitador asturiano Arsens Blondin.
Pero la ¨¦poca de los grandes espect¨¢culos gimn¨¢sticos hab¨ªa pasado, y empezaba la moda de jugarse la vida a bordo de un avi¨®n o de un barquito cruzando el oc¨¦ano, quedaba m¨¢s moderno. Poco despu¨¦s cerraba el Tor¨ªn, que en 1946 ser¨ªa derribado como un edificio obsoleto y en ruinas.
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