El manantial
El agua brotaba de la pared. Mi casa hab¨ªa topado con la geolog¨ªa
Las copiosas lluvias de las ¨²ltimas semanas han tra¨ªdo el gran beneficio del agua a Catalu?a. En algunos lugares han brotado fuentes que llevaban a?os secas. En Viladrau, en el Montseny, incluso ha surgido una nueva. El lado malo del asunto es que ha ido a hacerlo en una pared de mi casa.
Los extra?os acontecimientos que condujeron a la aparici¨®n de un manantial en una habitaci¨®n de mi humilde vivienda comenzaron con peque?os signos de la gran epifan¨ªa acu¨¢tica que iba a seguir, signos a los que, como suele acontecer en los grandes dramas humanos, desde Edipo hasta El coloso en llamas y Terremoto, yo no di la menor importancia.
La primera manifestaci¨®n fueron las humedades. Va, ya se ir¨¢n solas, me dije con la acomodaticia manera de contemporizar con las advertencias de la naturaleza que llev¨® a la ruina a los atlantes. Al cabo de unos d¨ªas la pared parec¨ªa una mezcla de las caras de B¨¦lmez y los mamparos del Titanic, y ya era imposible tratar de ignorar que algo pasaba. Sobre todo porque al entrar en la habitaci¨®n chapoteabas.
La estancia de marras, que es peque?a, la usamos para guardar ropa y libros, dos bienes, es sabido, especialmente sensibles a la humedad. La primera de mis acciones consisti¨® en llenar dos grandes bolsas industriales de basura con prendas tan cubiertas de moho que se dir¨ªa salidas de La noche de los muertos vivientes y libros irrecuperables incluidas una naufragada edici¨®n de El Mediterr¨¢neo de Braudel y la gu¨ªa de los peces de las Baleares, que indudablemente estaba en su medio. Despejado el teatro de operaciones telefone¨¦ a Frank, el lampista y maestro de obras cuya capacidad para arreglar cosas es directamente proporcional a mi estulticia en el bricolaje. Frank es ingl¨¦s y no me extra?ar¨ªa que hubiera recalado en Viladrau dejando atr¨¢s un agitado pasado en los servicios especiales (SAS), secci¨®n sabotaje. Cuando puso cara de perplejidad ante la pared, que parec¨ªa sudar copiosamente, empec¨¦ a preocuparme de veras.
Una alternativa
Frank extrajo de su balde un cuchar¨ªn de alba?il y empez¨® a rascar con ¨¦l la superficie, de la que ya hab¨ªa saltado parte de la pintura. El yeso fue cayendo para dejar a la vista el viejo muro de piedra de la casa, que da al exterior y que en la zona de la habitaci¨®n queda bajo tierra. Tras un rato de pormenorizado trabajo de destrucci¨®n que incluy¨® mazo y escarpa, lo que antes era una civilizada pared de bonito tono siena se hab¨ªa convertido en una desasosegante y salvaje superficie de roca oscura. Ahora se apreciaba que el agua brotaba de un punto en esa especie de risco. El charco a nuestros pies era ya un mar interior, que incluso formaba peque?as olas contra los escombros. Frank agit¨® la cabeza. Le imit¨¦ y puse cara de contrariedad, que siempre queda muy masculino. Chasque¨® la lengua. ¡°Esto no es que filtre la jardinera de las hortensias¡±, estableci¨®. ¡°Me temo que estamos ante una veta¡±. Una veta o vena es el conducto natural por el que circula el agua en las entra?as de la tierra. Mi casa hab¨ªa topado con la geolog¨ªa. Frank contest¨® a la pregunta que no me atrev¨ªa a formular. ¡°S¨ª, tenemos un gran problema. Las abundantes lluvias han llenado los acu¨ªferos y este ha encontrado un camino a trav¨¦s de tu casa. T¨¦cnicamente tienes una fuente¡±. Lo mir¨¦ fijamente a ver si era una muestra de humor ingl¨¦s, pero Frank parec¨ªa genu¨ªnamente sorprendido. Bueno, y ?qu¨¦ hago con toda esa agua?, le dije, ?embotellarla? ¡°Siempre se puede poner un ca?o, no deja de ser agua del Montseny¡±. Llamaron por el m¨®vil a Frank y tuvo que marcharse a otra urgencia. Me qued¨¦ solo en el cuarto que parec¨ªa una mezcla de tumba etrusca inundada y cuartel general de Hezbollah alcanzado por un misil israel¨ª. Observ¨¦ la pared sin dar cr¨¦dito. Y yo que siempre envidi¨¦ a los que descubrieron las fuentes del Nilo...
M¨¢s all¨¢ de que el asunto ten¨ªa todos los visos de irme a costar una pasta, me produc¨ªa una extra?a y honda conmoci¨®n que rayaba en lo espiritual. Fue Rudolf Otto, el autor de Lo santo (Alianza, 1980), el primero en acu?ar la noci¨®n de ¡°numinoso¡±, el sentimiento de grave emoci¨®n que despiertan fen¨®menos inexplicables y grandiosos como el de mi fuente. Era numinosa del cop¨®n. Record¨¦ los conceptos de stupor mundis y mysterium tremendum, y estornud¨¦. ?Diablos qu¨¦ humedad!
La fuente que surge en el s¨®tano es una imagen muy junguiana. Jung dir¨ªa que yo estaba viviendo un fen¨®meno de sincronicidad: el manantial arquet¨ªpico ser¨ªa una manifestaci¨®n de mi psique, que har¨ªa aguas.
En su Diccionario de s¨ªmbolos (Labor, 1978), Cirlot habla del fecundo simbol¨ªsmo de la fuente. En el centro del para¨ªso terrenal brota una. Aunque les cueste creerlo (me cuesta a m¨ª mismo) una vez visit¨¦ el lugar donde nace la primera gota del Ganges, que es sitio muy santo (y lejano que te mueres): viv¨ªa all¨ª un sadhu con taparrabos especialista en sexo t¨¢ntrico que me dio su tarjeta. Por su parte, Bonnefoy apunta que ¡°entre los t'u-iue eran veneradas las fuentes del Tamir (y quiz¨¢ otras)¡±: un comentario intrigante. La gran fuente (!) que es Frazer (La rama dorada, Fondo de cultura econ¨®mica, 1979) menciona la fuente oracular de Dodona, a la que deber¨ªamos a?adir la de Delfos, Castalia, inspiradora de la poes¨ªa. En El manantial de la doncella (no era mi caso) Bergman plasm¨® con sombr¨ªo tono existencialista sueco la leyenda de la fuente que surge como signo de redenci¨®n tras la venganza brutal de un padre contra los asesinos de su inocente hija.
Hombre, ?y si en vez de planta embotelladora rival de Agua de Viladrau me montaba un santuario? Fuentes tonificantes y lustrales asociadas a un lugar sagrado hay por toda nuestra geograf¨ªa. ?Y si mi manantial ten¨ªa una ninfa? ?O una dona d'aigua? Podr¨ªa asociarlo tambi¨¦n a una santa o a una virgen. Hice c¨¢lculos: si no me cubr¨ªa el seguro al menos podr¨ªa cobrar entrada, y resarcirme. Od¨ªn pag¨® un ojo de la cara, literalmente, para beber de la fuente de Mimir y obtener el don de la profec¨ªa.
Mis enso?aciones no ten¨ªan l¨ªmite. En la ¨²ltima, transido de fr¨ªo y fatiga, imagin¨¦ que lo que brotaba en mi pared era nada menos que la fuente de la eterna juventud, buscada infructuosamente por Ponce de Le¨®n (e Indiana Jones). Presa de una repentina revelaci¨®n, ca¨ª de rodillas con un chapaleo y pegu¨¦ la boca a la ¨¢spera piedra, sintiendo, mezclado con el remoto gusto de yeso y mineral, el frescor vivificador con que me nutr¨ªa, generosa, la madre tierra.
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