Pol¨ªtica y movimientos sociales
El 15-M empez¨® a romper la utopia de la invisibilidad y plante¨® la necesidad de una redistribuci¨®n profunda del poder
Hace dos a?os irrumpi¨® en la escena p¨²blica el movimiento del 15-M. Fue la primera se?al de ruptura del miedo en una sociedad que asist¨ªa desconcertada al hundimiento de un modelo de consumo sin fin que hab¨ªa llevado a una verdadera locura nihilista. De pronto, todo lo aparentemente s¨®lido se desvanec¨ªa: los bancos, el valor de los inmuebles, las empresas, la funci¨®n p¨²blica, con el consiguiente correlato de paro, ca¨ªda de los salarios, desahucios y quiebras masivas.
Los mismos gobernantes que se jactaban de dirigir el pa¨ªs nadando en dinero, proclamaban la llegada de la austeridad radical y pintaban un paisaje apocal¨ªptico, adornada con la c¨ªnica apelaci¨®n a los sacrificios. El miedo paraliz¨® a una sociedad que entraba en una fase de desclasamiento masivo en casi todos los niveles de la pir¨¢mide social y de fractura entre los instalados ¡ªlos que conservaban el puesto de trabajo¡ª y los que entraban en proceso de exclusi¨®n. Hasta que el 15-M tom¨® calles y plazas.
El apoyo masivo de la ciudadan¨ªa a los manifestantes dejaba constancia del malestar de una poblaci¨®n que segu¨ªa atemorizada, pero que se proyectaba en los que protestaban para proclamar su indignaci¨®n. El 15-M empez¨® a romper la utop¨ªa de la invisibilidad, de los que pensaban que se pod¨ªa pasar la crisis escondiendo a los perdedores, reduci¨¦ndolos a datos estad¨ªsticos. Era el inicio del protagonismo de los movimientos sociales, que alcanzar¨ªa especial notoriedad con las PAH y la ILP sobre la daci¨®n en pago. Desde las instituciones pol¨ªticas se les ha tratado entre el desd¨¦n paternalista, las amenazas y el miedo al contagio social. El masivo impulso inicial perdi¨® fuerza y pareci¨® que el arrebato moral se desvanec¨ªa. Pero el movimiento se desparram¨® en infinidad de iniciativas centradas en problemas concretos m¨¢s que en promesas abstractas de transformaci¨®n de la sociedad. El inmovilismo se hab¨ªa roto. Y la mirada ciudadana hacia las ¨¦lites dirigentes se hizo cada vez m¨¢s descarnada.
Bajo el dictado de los asesores de comunicaci¨®n, la pol¨ªtica se sigue vendiendo como una mercanc¨ªa cualquiera, lo que supone de degradaci¨®n de la relaci¨®n pol¨ªticos-ciudadanos
?C¨®mo dar transformaci¨®n pol¨ªtica real a estos movimientos? ?Cu¨¢l es el papel de la calle en sociedades con tradici¨®n de bienestar como las europeas? ?Cu¨¢l ser¨¢ la funci¨®n del mundo digital en la pol¨ªtica que viene? ?Hasta qu¨¦ punto se anuncia un cambio en la pol¨ªtica en que la red ser¨¢ decisiva? Como explica el soci¨®logo franc¨¦s Dominique Carson la comunicaci¨®n pol¨ªtica se ha desarrollado a dos niveles: desde el centro las instituciones y los medios de comunicaci¨®n emit¨ªan unos mensajes, en la periferia la conversaci¨®n de los ciudadanos se mov¨ªa ajena a ellos y crec¨ªa en irritaci¨®n y desconfianza. ?La irrupci¨®n de lo digital es la oportunidad de romper esta fractura y reconstruir nuevos espacios pol¨ªticos?
De momento, las se?ales no van en esta direcci¨®n. Bajo el dictado de los asesores de comunicaci¨®n, la pol¨ªtica se sigue vendiendo como una mercanc¨ªa cualquiera, con lo que ello supone de degradaci¨®n de la relaci¨®n entre pol¨ªticos y ciudadanos. No se les trata como sujetos pol¨ªticos, que es lo que significa la palabra ciudadanos, sino como consumidores. Los pol¨ªticos usan la red como una prolongaci¨®n de la comunicaci¨®n convencional. La red, a su vez es una suma de enormes potencialidades y de grandes riesgos: junto a la vor¨¢gine creativa y a la capacidad de movilizaci¨®n encontramos tambi¨¦n la enorme volatilidad de todo lo que en ella nace, los problemas de fiabilidad y credibilidad y la dificultad de orientarse en medio de tan inmenso oc¨¦ano.
Los dirigentes pol¨ªticos, obsesionados en la defensa del statu quo, no quieren entender la necesidad de una redistribuci¨®n real del poder
Los dirigentes pol¨ªticos, obsesionados en la defensa del statu quo, no quieren entender la necesidad de una redistribuci¨®n real del poder. Y los movimientos sociales desconf¨ªan por completo de la pol¨ªtica. La izquierda, desarbolada por su responsabilidad al haber sido incapaz de poner l¨ªmites a los abusos del poder econ¨®mico, no es considerada como interlocutor posible. Y, sin embargo, no hay que ser heidggeriano para entender que un nuevo medio de la potencia de lo digital produce efectos sobre la realidad y sobre la propia condici¨®n humana, de modo que dif¨ªcilmente la pol¨ªtica podr¨¢ seguir siendo igual que hasta ahora.
El aniversario del 15-M es una ocasi¨®n para reflexionar sobre el futuro de la pol¨ªtica. La alternativa es clara: encontrar v¨ªas para una regeneraci¨®n de la democracia (a partir de una profunda redistribuci¨®n del poder) o seguir por la v¨ªa del autoritarismo posdemocr¨¢tico que caracteriza la pol¨ªtica de limpieza social con que los gobiernos afrontan la crisis. Evocando a Albert Hirschmann, el 15-M y los movimientos sociales posteriores han dado voz a los silenciados, han contribuido a que se hable de salida frente a este "insulto a la inteligencia" (Enzensberger) que es la afirmaci¨®n de que no hay alternativa y han ofrecido complicidad a quienes se sienten excluidos o no representados.
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