El rigor de la desdicha
La mayor¨ªa de parlamentos, cortes, congresos o lo que sea se han convertido en un triste corral de comedias sin gracia ni salero
O el esplendor del soliloquio, como ustedes prefieran. Lo cierto es que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos valencianos, y tambi¨¦n los que no ejercen aqu¨ª, para nuestra suerte, da la impresi¨®n de que se dedican a charlar entre ellos, primero al abrigo de los pasillos de Cortes o Congresos, y despu¨¦s saltan a las tribunas parlamentarias no para dirigirse a los ciudadanos, sino para embroncarse con sus adversarios o aplaudir a sus correligionarios all¨ª presentes. A menudo, ocurre que el espectador de telediarios o el lector de prensa, cualquiera que sea su soporte, sospecha que de lo que se trata es de una trifulca entre iguales, aunque a veces de distinta opini¨®n, que defienden la propiedad de su esca?o en lugar de ofrecerse sin cortapisas al ciudadano a la hora de esclarecer sus muchas preocupaciones. As¨ª que rara es la ocasi¨®n en que los ciudadanos logran sacar algo en claro de las disputas parlamentarias, incluso conozco a un mont¨®n de gente normal, sea lo que sea lo que se entienda por ello, que m¨¢s bien tienden a pensar que los parlamentos son algo as¨ª como un club privado para gentes de posibles donde los representantes del pueblo se re¨²nen para hablar de sus cosas a la hora del caf¨¦ mientras se entretienen intercambiando cromos m¨¢s o menos aviesos que a nadie que no pertenezca a esa fauna interesan para nada. Colecci¨®n de cromos que, encima, a menudo, ha sido pactado previamente en despachos o pasillos, que para eso est¨¢n.
Y lo que sucede con eso y con tantas cosas m¨¢s es que ya nadie se cree casi nada, as¨ª que la cohesi¨®n social se va al garete y cada cual va a la suya sin otra esperanza que lo que pueda ara?ar cada d¨ªa para cubrir, es un decir, sus necesidades. El famoso carpe diem, bandera fingida durante alg¨²n tiempo por surrealistas y otros espectros de la realidad, se ha convertido as¨ª en el ¨²nico horizonte indeseado de muchos millones de personas que, en efecto, no tiene otro remedio que vivir al d¨ªa, a sabiendas de que el d¨ªa se repetir¨¢ d¨ªa tras d¨ªa y seguir¨¢ siendo igual de espantoso hasta que pasen no se sabe bien cu¨¢ntos miles de d¨ªas m¨¢s.
?O ser¨¢ que no se trata de eso? La mayor¨ªa de parlamentos, cortes, congresos o lo que sea, en los que se supone que reside la voluntad ciudadana, se han convertido, en un triste corral de comedias sin gracia ni salero y sin relaci¨®n alguna con lo que ocurre en la calle salvo en la aprobaci¨®n de decretos-leyes por la mayor¨ªa absoluta que nos llevan cada vez m¨¢s a una ruina de consecuencias imprevisibles. ?Exagero? No. La hija parlamentaria de Carlos Fabra se expres¨® rotundamente en las Cortes mediante un tabernario ¡°que se jodan¡± dirigido a los desahuciados o a los parados, ya no recuerdo. Una expresi¨®n impropia de tan excelsa se?ora que sigue en todo las m¨²ltiples tropel¨ªas de su se?or padre. Y nadie la expuls¨® del Parlamento. Y a?ado: o se reorienta esa insulsa trifulca que toma a los ciudadanos como pretexto de sus argucias o crecer¨¢ el desinter¨¦s ¡ªya insinuado en las encuestas sobre el asunto¡ª de una multitud de personas hacia sus representantes pol¨ªticos en las instituciones. Algo que no conviene a nadie.
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