Con permiso de Cristiano
Pieranunzi pertenece a la especie en v¨ªas de extinci¨®n de los pianistas-rapsodas, para quienes no existe piano malo ni fronteras de g¨¦nero
Ya es mala suerte.
Para una vez que viene Enrico Pieranunzi, van y ponen la final¨ªsima el mismo d¨ªa y a la misma hora. No hay d¨ªas en el a?o para ver Cristiano Ronaldo luciendo musculamen.
Los organizadores del concierto optaron por adelantar la hora de inicio para no coincidir con la final de la Copa del Rey.
Podr¨ªan no haberlo hecho. El que anoche quiso ir a escuchar a Pieranunzi as¨ª lo hizo, con independencia de si hab¨ªa partido o dejaba de haberlo; y no fueron uno ni dos. Acudiendo a la terminolog¨ªa taurina, la sala Clamores registr¨® unos tres cuartos de entrada: con un canto en los dientes se dieron los responsables del asunto.
Y mereci¨® la pena. Empezando por el principio: un Someday my prince will come exuberante e inspirado que no se lo hubiera saltado un Bill Evans.
Esto es jazz con may¨²sculas, y al que no le guste, puerta.
Pieranunzi pertenece a la especie en v¨ªas de extinci¨®n de los pianistas-rapsodas, para quienes no existe piano malo ni fronteras de g¨¦nero, d¨ªcese de un Martial Solal, un Ren¨¦ Urtreger o un Tete Montoliu, otro caso notable de m¨²sico de jazz y forofo del f¨²tbol.
Del Bar?a, el barcelon¨¦s; de la Roma, el transalpino. Como la de aqu¨¦llos, la m¨²sica de Pieranunzi, que es suya, aunque la hayan escrito otros ¡ªCole Porter, Richard Rogers, Fats Waller¡ª, evoca un lirismo ausente de manierismos al que el bebop, la lengua com¨²n a todos ellos, aporta un toque de distinci¨®n. Escuchar al veterano jazzista romano yendo a su bola y sin nadie que le venga a decir lo que tiene que tocar o cu¨¢ndo debe bajarse del carro, constituye uno de los m¨¢ximos placeres a que puede aspirar el aficionado.
Y lo mejor: en ning¨²n momento pretende plantar la semilla de ning¨²n nuevo estilo que venga a revolucionar el mundo de la m¨²sica; se basta con tocar el piano como los propios ¨¢ngeles. Lo hizo, en su momento, junto a Chet Baker, y volvi¨® a hacerlo, hace no tanto, acompa?ado por Paul Motian.
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